Esta sombra dice buscar un consenso amplio, donde todos quepan en una casa común. La garantía que esto pueda darse es la equidistancia entre Apruebo y Rechazo para lo cual recomienda votar en blanco. Así surge, en medio de las trompetas de una ópera bufa, rodeado de otras sombras vociferantes, este personaje que desde su trono dice llamarse Ricardo Lagos el salvador de la Patria.
Por Héctor Vega
Su gobierno no fue sino una traducción de lo que hoy propone pues cuando se gobierna con los poderes económicos la primera regla de conducta es dar la seguridad que nada cambiará salvo aquello que fortalezca aún más los privilegios de los grupos de poder. Para ello se ofrece el mito de la Casa Común donde las empresas mineras participan del banquete del reparto, llevándose las riquezas naturales, las mismas que financian el silencio de la clase política. La millonaria campaña presidencial del Sr. Lagos fue financiada por las mineras del cobre. Las millonarias concesiones de infraestructuras no fueron sino el pago por cuantiosas contribuciones a su acceso al poder, los 5 multifondos del engaño de las AFP recibieron la bendición de Palacio, fue la consagración de la Ley del Embudo, ancha para los administradores de complejos artificios financieros, estrecha para jubilados con míseras pensiones.
Confundir los intereses de las grandes corporaciones con los intereses de Chile ha sido la política de este demócrata que no ha vacilado en cobrar su parte por la gestión realizada.
Fue en noviembre 15 de 2019 cuando la clase política buscó desvirtuar los cambios que se exigieron en octubre 18 de ese año día de la revuelta popular. Sin embargo, no pudieron con la Convención Constitucional que se instaló un día 4 de julio de 2021. Porque ahí se introdujeron cambios, no todos los deseados, pero los suficientes para que la clase política entendiera que una nueva Era se había instalado en la República de Chile.
Cuando la Convención proclamó nuevos principios éticos y políticos, entre ellos el reconocimiento de los pueblos indígenas como parte de la Nación única e indisoluble; seguridad social para quienes hasta ahora son Nadie; Bienes Públicos como parte de la matriz de entendimientos elementales en una República social, democrática y de derecho. Eso nunca lo entendió Lagos porque en su presidencia se instaló el poder del dinero que desde la cúpula de las Transnacionales y los monopolios locales dictó las leyes que los favorecieron. Lo que hoy busca el Apruebo es desterrar el dinero como origen del poder en la República. Porque ahora el debate que siempre fue en los Parlamentos, será también público, en las municipalidades, en las Asambleas comunales, provinciales y regionales sin las mezquindades propias de los aparatos de poder que discuten entre 4 paredes las prioridades de los Pueblos.
La democracia ya no es el acomodo de privilegios cada 4 años, pues surgen nuevos actores sociales, que el Sr. Lagos, inmerso en la rígida impostura del poder, rechaza visceralmente. Por eso, este hombre militante de la vieja tradición, soberbia y autoritaria, que manejó los hilos de la política en el siglo 19 debe volver a las antiguas solemnidades legales que consagran la basura para los pobres y el dinero para los ricos.
Por eso alguna vez lo llamé desde las columnas de Fortín Mapocho digital, el Jano de la política chilena, como en el umbral de ninguna parte, al asecho de la primera oportunidad. Con dos caras, una a la derecha y otra a la izquierda, malabar eximio de la política, nada más ni nada menos que un Gabriel González Videla, aquel que nuestro poeta nacional, Pablo Neruda, señaló como el traidor que dejó su nombre en nuestra historia. Lagos, este personaje rocambolesco, estampó su firma en la Constitución de Pinochet, de hecho quiso borrarla, pero se enredó en sus propósitos más íntimos, mezcla de payaso y de mono, abrazado a Edwards de El Mercurio y Rockefeller de Wall Street.
¡La vieja política se acabó!
Hoy, en el Apruebo el Pueblo levanta su destino.