Eduardo Galeano decía: “Un niño se parece a un enano, pero no es un enano. Un enano se parece a un niño, pero no es un niño. El subdesarrollo no es una etapa en el camino del desarrollo, no estamos viviendo la infancia del desarrollo. El subdesarrollo es el resultado histórico del desarrollo ajeno. Una historia que ya para América, tiene cinco siglos de edad, durante los cuales, América Latina en general ha estado trabajando para el desarrollo ajeno. Ha estado contribuyendo con su pobreza a la riqueza de otros. No hay en el mundo, ninguna riqueza que sea inocente, porque de algún modo son todas, riquezas que han resultado de un proceso histórico de estafa colosal.”
Por Daniel Fresno
Esta es nuestra verdadera historia de la relación con el “Primer Mundo”, el inventor y constructor del “Tercer Mundo” para nosotros.
Tal vez Argentina, el país históricamente más privilegiado y que, supuestamente, tuvo más oportunidades de desarrollo en toda América Latina, es el mejor ejemplo de esto. Después de la Segunda Guerra Mundial, la economía argentina fue la sexta en el mundo. Pero la lógica del despojo, aplicada por los dueños del poder económico, poco a poco devolvió al país a su realidad tercermundista. Desde las dictaduras militares de los 70, las reformas de Menem, y a pesar de todos los esfuerzos de varios gobiernos de centroizquierda, el sistema económico y financiero de Argentina sigue siendo un rehén de las políticas neoliberales del Occidente, como lo demuestra la crisis actual.
En este mundo, cada vez más crítico y más caótico, todo nos indica que, aparte de un necesario cambio cultural y educacional, la única posibilidad de salir del subdesarrollo, es reorientar la lógica de nuestras alianzas y relaciones económicas, buscando aquellas que nos den una mayor independencia en la toma de decisiones y nos excluyan de cualquier chantaje político en nuestras relaciones internacionales y en las políticas sociales internas.
La aparición de la asociación económica-comercial entre Brasil, Rusia, China, India y Sudáfrica conocida como los BRICS, más allá de la exacta ubicación geográfica de sus integrantes, fue entendida por muchos como un paradigma de la cooperación Sur-Sur, tan urgente, tan esperada y tan necesaria para nuestros pueblos.
El posible pronto ingreso de Argentina a los BRICS, nos abre varias posibilidades. Desde el punto de vista conceptual, se trata de la construcción de un bloque contrahegemónico que supone el fortalecimiento de varios polos del poder. Por primera vez, después de la desaparición de la URSS, y la catastrófica tendencia hacia la unipolaridad alrededor de los EEUU y sus aliados de la OTAN, acompañada de los cuentos del “fin de la historia”, surge una alternativa real al poder financiero, económico y comercial impuesto al mundo por los gobiernos norteamericanos después de la Segunda Guerra Mundial. En este momento de una total crisis provocada por la guerra en Ucrania y un delicado estado de las principales economías europeas, al borde del colapso, lo más cuerdo que pueden hacer los gobiernos del Sur, es distanciarse de la influencia del grupo G-20 y buscar alianzas más amplias y más directas con los gobiernos que acepten tratarnos de igual a igual.
Es interesante darnos cuenta de que a pesar de la enorme polarización política en Argentina, que en los últimos años solo ha estado aumentando, parece que en el país no existe ninguna fuerza contraria a la idea de entrar a los BRICS. El apoyo ruso y chino a la membresía de Argentina tiene varias razones: Argentina se presenta como un importante polo de la estabilidad regional, una plataforma para el desarrollo de la cooperación económica, desmilitarización del Atlántico Sur, cooperación espacial y mantenimiento del estatus no nuclear de los países de la región, temas de extrema importancia en estos tiempos. Varios analistas destacan que todos los países miembros del BRICS, apoyan el reclamo argentino sobre la soberanía de las islas Malvinas. Es un detalle importantísimo frente a la creciente militarización del mundo, promovida por el eje anglosajón, tomando en cuenta que en las Malvinas se encuentra la base militar de la OTAN más grande en América Latina.
Un interés muy especial representa la posibilidad de integrar el Nuevo Banco de Desarrollo (NBD) del BRICS, ya que eso ni siquiera requiere membresía previa al bloque. De este banco se podría conseguir financiamiento y asistencia para proyectos de infraestructura básica que sería vital para el desarrollo productivo nacional. El NBD aprobó hasta el momento, cerca de 80 proyectos por unos 30 mil millones de dólares. El año pasado este banco admitió los primeros países que todavía no son miembros del BRICS: Uruguay, Bangladesh, Emiratos Árabes Unidos y Egipto. Aparte de estas posibilidades financieras es muy importante que el NBD permita a las economías emergentes reducir su tradicional fuerte dependencia del dólar americano, lo que beneficiaría enormemente las posibilidades de su salud macroeconómica y su crecimiento sostenible, libre del chantaje externo.
Y también como símbolo, sería importante que Argentina sea el primer miembro hispanoparlante del BRICS, que con este hecho ya tendrá que alargar su nombre.