Escondidas en la provincia de Pathumthaini, en las afueras de Bangkok, 0,24 hectáreas de terreno adyacente al templo de Seangsan se convirtieron en una finca urbana de vegetales administrada por miembros de la Asociación de Discapacitados de Pathumthani.
La granja Samart Khon Samart consiste en un gran invernadero abierto que se encuentra en la parte trasera del terreno. En un pequeño campo de hierba en el frente hay seis lechos elevados de repollo chino (Brassicca rapa chinensis) y cilantro. A un lado se encuentran el edificio de oficinas y el taller.
Dentro del invernadero, tres filas de lechos elevados están repletos de plántulas de una variedad de verduras para ensalada, aún demasiado pequeñas para reconocerlas. El suelo se cubre con paja de arroz para proteger las plantas jóvenes.
Hace 10 años, Khoen Sapanyabut fundó la asociación para destacar los derechos a la educación y al empleo de las personas con capacidades diferentes.
El terreno, donado por el templo, se encuentra a casi dos kilómetros de la carretera principal. Un lado del camino bordeado de árboles está flanqueado por un canal que está salpicado de casas y tiendas comunitarias de bajos recursos. El otro lado se ubican desde fábricas y terrenos baldíos hasta una escuela.
Con la tierra asegurada, Khoen, que usa una silla de ruedas, reflexiona sobre la actividad en que deberían concentrarse los miembros. Eligió el cultivo de hortalizas.
“Las personas con discapacidad tienen diferentes habilidades. Algunos son buenos en la computadora o en la reparación de dispositivos. Pero cultivar hortalizas es una actividad que todo el mundo puede hacer, incluso sin la educación adecuada”, señala.
La asociación primero adoptó la agricultura hidropónica y cultivó vegetales como lechuga, espinaca de agua y repollo chino, conocido localmente como bok choy. Aunque estas verduras son fáciles de cultivar y de vender, son baratas y no rentables.
Además, debido al espacio limitado, la producción no pudo satisfacer la demanda. El costo total de la hidroponía, incluida la electricidad, el sistema de agua y el fertilizante químico, también superó las ganancias.
El cambio a la agricultura en función del suelo ocurrió cuando la asociación se alió con la Universidad de Bangkok hace tres años y comenzó a recibir financiamiento y apoyo anuales, incluido el invernadero.
La granja ahora tiene 28 lechos elevados en total. Todos están diseñados a cierta altura para que los granjeros en silla de ruedas puedan acomodarse bien. Los pasillos también son accesibles para sillas de ruedas.
Hoy en día, la granja cultiva lechuga de roble roja y verde, col rizada, lechuga romana, la variedad frillice iceberg y lechuga mantecosa, que son vegetales de gran valor. Toda la producción sigue prácticas de agricultura orgánica, incluido el compost, que es elaborado por los miembros.
Rawan Bo-khuntod, de 53 años, es responsable del papeleo diario de la finca. También lleva la contabilidad y, a veces, ayuda a los agricultores a preparar y plantar las semillas. Rawan dice que el trabajo ha impulsado su vida laboral como persona discapacitada porque le gusta especialmente la administración.
También ha hecho su vida más saludable. “Antes me resultaba difícil comer verduras. Ahora me gusta la lechuga mantecosa y normalmente la agrego a la ensalada”. Las verduras orgánicas no solo saben mejor que las cultivadas químicamente, agrega.
Un impulso adicional llegó en forma de una alianza entre la granja y la gubernamental Agencia de Promoción de la Economía Digital (Depa, en inglés).
Rittirong Chutapruttikorn, decano de la Facultad de Arquitectura de la Universidad de Bangkok, quien dirigió el diseño del invernadero, dice que estaba buscando formas de facilitar la vida de los agricultores. Había visto cómo ocuparse de los cultivos y regar mientras estaban sentados en sillas de ruedas, les consumía tiempo y energía.
Uno de los primeros pasos después de asociarse con Depa fue instalar un sistema de riego digital usando una aplicación de teléfono móvil. Los rociadores de agua automáticos se conectaron junto con los rociadores de niebla. Con control de temperatura, el sistema brinda cuatro minutos de riego por aspersión cinco veces al día.
Prasert Latim, discapacitado como resultado de la poliomielitis en su infancia, es una de las dos personas encargadas de acceder a la aplicación a través de su teléfono. Usar los rociadores automáticos de agua es más conveniente, ya que no tiene que seguir monitoreando y regando las verduras todo el día, dice a IPS. También evita que la tierra salpique, lo que puede agotar los nutrientes.
Prasert, de 56 años, señala que el riego inteligente no solo ahorrará agua sino también dinero, especialmente a medida que aumentan los costos de los servicios públicos.
La granja Samart, es parte del proyecto de la Iniciativa Aldeas Digitales (DVI, en inglés) promovido por la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO), que en Tailandia opera en colaboración con Depa, el Ministerio de Agricultura y Cooperativas y la Universidad de Kasetsart.
“Nuestro objetivo es encontrar una manera de alentar a los agricultores a adoptar más tecnologías digitales”, dice Witsanu Attavanich, profesor asociado de economía en la Universidad de Kasetsart y consultor principal de la FAO.
“Podemos aplicar el internet de las cosas (aplicaciones digitales prácticas) en los procesos de siembra y cosecha. Todo esto debería generar más ingresos tanto para los agricultores como para la comunidad”, dice Witsanu. Su equipo de profesores de las facultades de agricultura e ingeniería asistirá a los agricultores en áreas tanto agrícolas como tecnológicas.
A pesar de la determinación de los miembros, la granja enfrenta desafíos. El primero es de espacio limitado. Además, la finca no puede satisfacer la demanda del mercado debido a las inconsistencias en la producción.
El trabajo de Witsanu es encontrar modelos comerciales sostenibles no solo para la Granja Samart, sino también para otras dos granjas DVI en las provincias de Nonthaburi y Chumphon.
Para la Granja Samart, el profesor dice que planea colaborar con las agencias gubernamentales locales y los habitantes de las comunidades cercanas para aumentar la tierra, la mano de obra y, finalmente, la producción para satisfacer la demanda. Witsanu también planea implementar un plan de negocios a largo plazo en un intento de alentar a más personas a unirse al proyecto.
En cuanto a la tecnología, dice que el equipo también explorará herramientas prácticas adicionales del Internet de las cosas para ayudar mejor a los agricultores y garantizar que todo lo que adopten se mantenga al día con la tecnología emergente.
Aunque “la aplicación (que hace funcionar el sistema de riego) es muy avanzada”, ya que puede soportar sensores de temperatura del aire, niveles de humedad en el aire y el suelo, e intensidad de la luz, Rittirong dice que “todavía no hemos llegado donde queremos” porque los agricultores aún carecen de conocimientos sobre tecnología, suelo, plagas y enfermedades de las hortalizas.
Witsanu dice que se brindará capacitación sobre agricultura, tecnología y negocios tanto a los agricultores de la Granja Samart como a los lugareños cercanos. Esa información se recogerá en una guía al final del proyecto.
Khoen tiene la visión de que la asociación se convierta en un centro de aprendizaje con una pequeña cafetería que venda bebidas y alimentos saludables elaborados con vegetales de la granja. Espera ser un ejemplo para otras asociaciones y comunidades aledañas.
Aunque todavía está en una etapa incipiente, “estoy orgulloso (de la granja) porque demuestra que las personas discapacitadas pueden cultivar vegetales como los agricultores normales”, dice.
Una iniciativa mundial inspirada por el director general de la FAO, QU Dongyu, la DVI se está poniendo a prueba en la región de Asia y el Pacífico. Este pueblo se encuentra entre muchos que se exhiben y comparten sus avances con otros pueblos y áreas en Asia y el Pacífico, así como en otras regiones del mundo.