El pasado 21 de junio, día del solsticio de invierno, se celebró, por segunda vez, el Día Nacional de los Pueblos Indígenas. La Ley 21.357 reconoce y consagra en nuestra institucionalidad una tradición de los pueblos del continente americano que celebran el solsticio de invierno como el inicio de un nuevo ciclo de la naturaleza. La luz del día comienza a extenderse y la oscuridad de la noche disminuye. Este día marca el despertar de la naturaleza y de la vida.
Inti Raymi en quechua, Machaq Mara en aymará, Huata Mosoj en colla, WeTripantu en mapudungun y Xóosink en idioma de los Selk’nam son las formas de referirse a este día en las diferentes lenguas. No es un invento de los movimientos indigenistas como nos quieren hacer creer algunos, sino que son fechas propias de su cultura ancestral y de su cosmovisión.
Los feriados legales son fiel reflejo de la cultura y de la sociedad que queremos construir. En Chile, de los dieciséis días libres, tres exaltan símbolos patrios, nueve son cristianos (ocho católicos y uno protestante), y dos son de carácter laicos: Año Nuevo y Día Nacional del Trabajo. Los dos restantes son, Encuentro de Dos Mundos, que hasta hace muy poco se denominaba Descubrimiento de América o el “Día de la Raza” y el último en ser incluido en el calendario, Día Nacional de los Pueblos Indígenas.
La celebración del “Descubrimiento de América” o también como se la denominó de manera paralela como: “El Día de la Raza”, instaurado como día feriado hace poco más de cien años, dan cuenta de la invisibilización que hizo la sociedad de los pueblos originarios y el desprecio por su cultura y cosmovisión.
Chile avanza y no sólo a través de un feriado. En educación, se elaboraron las Bases Curriculares de la asignatura de Lengua y Cultura de los Pueblos Originarios que entraron en vigor en febrero de 2021 y que están siendo implementados en poco más de 10% de los establecimientos educacionales del país. Para ello se cuenta con dos mil educadores tradicionales.
A medida que se vaya expandiendo el conocimiento y valoración de las culturas ancestrales, irán disminuyendo los prejuicios y estos pueblos podrán ocupar el lugar que les corresponde en la sociedad chilena. No llamará a asombro que una selección de fútbol pueda tener un grito Mapuche o Rapa Nui, como tienen en Nueva Zelanda los All Black y su Haka Maorí.
Un reconocimiento temprano en la educación de la cosmovisión, lengua, cultura y tradiciones de los pueblos originarios, nos permitirán reconocernos como un Estado plurinacional, sin miedos ni temores, ya que “no hay una sola manera de concebir lo plurinacional” como se puede observar en “las democracias plurinacionales occidentales como Bélgica y Suiza –en que voluntariamente las culturas se federan-, Finlandia y Nueva Zelanda –con una incorporación por fuerza a los pueblos indígenas- o Canadá –con una incorporación voluntaria de los pueblos originarios-“ (Cita a Catherine Walsh en informe de la Biblioteca del Congreso).
Ha habido avances, pero aún falta un largo tramo para el reconocimiento y valoración de las culturas ancestrales. La dirección es la correcta. Veo en mis nietos y en el trabajo de Fundación Semilla a muchas niñas, niños y jóvenes aprendiendo en la escuela respecto de pueblos originarios. Hoy ven una chilenidad diversa y heterogénea y, sin duda, que este feriado del Día Nacional de los Pueblos Indígenas, que se celebra en el día del solsticio de invierno ha contribuido a ello.