La pirueta de la vida: aumentar el consumismo aunque tengan que morir miles de personas en el camino del «progreso».
De tanto en tanto en Argentina se producen fenómenos culturales (visuales) que por sus características mediáticas masivas tienen la capacidad de anunciarnos malestares sociales mayores, casi incontenibles, que se avecinan sigilosos, aparentemente imperceptibles: Diego Maradona apareciendo en una entrevista con una tapado blanco de piel, Carlos Saúl Menem anunciando en público la creación de naves espaciales capaces de llegar hasta la estratosfera, los medios de comunicación y el ejército nacional argentino anunciando «Vamos ganando» en referencia a la «Guerra de Malvinas», el festejo de un título futbolístico mundial en 1978, mientras que en el mismo escenario social el mismo ejército y los mismos medios estaban desapareciendo personas en masa. Un ministro de medio ambiente disfrazado de planta, una playa artificial (en Buenos Aires) que no tiene agua con arena traída con camiones, un ex ministro de obras públicas «escondiendo» cinco bolsos con 9 millones de pesos en un convento. Un pibe cumbiero (L-Gante) viajando en su limusina personal (escrita con aerosol con el rótulo: «La Mafilia») hacia el funeral de otro pibe cumbiero (El Noba) que se mató realizando «un willy» arriba de una moto.
De tanto en tanto, Argentina como país produce una serie de imágenes mediáticas capaces de mostrar el exceso obsceno, la actuación desmedida y el famoso «empache» –en algunos casos cínico en otros criminal–, que cargamos como ciudadanos (por lo menos al que aspiramos).
¿Por qué aspiramos a estar «empachados», envueltos en excesos y lujos innecesarios, egoístas, insanos que pueden conducir incluso a que terminemos muertos, en la cárcel o en un hospital? ¿Por qué aspiramos a ser una especie de vikingos sudamericanos? ¿Estás prácticas responden al consumismo o a los procesos coloniales que nos han impuesto? ¿Es el resultado de ambos procesos?
En Argentina existen en la actualidad dos programas gestionados y desarrollados por el Estado Nacional destinados al acceso de motocicletas y vehículos: Plan «Mí Moto» y Plan Gobierno Autos 2022″. El objetivo: potenciar el consumo interno. Sin embargo, en el mismo país el sponsor oficial de la selección Argentina es una empresa que provee alcohol: cerveza Schneider. ¿Por qué en la Argentina, sabiendo que el fútbol es un deporte y una actividad cultural sumamente aceptada socialmente y que existen, a su vez, altos índices de muertes producto de «accidentes de tránsito» por consumo de alcohol, se coloca una bebida alcohólica como sponsor oficial de la selección nacional? Porque lo que prevalece (o debe prevalecer) es el consumo. ¿Cuáles son las consecuencias de estas políticas de Estado? En primer lugar, decenas de muertes en las rutas argentinas y en las calles urbanas producto, por un lado, del consumo de alcohol, pero también, por otro lado, por profesar actos desmedidos, obscenos (en términos económicos), poco considerados y egoístas, que se alejan de la vida en comunidad. En segundo lugar, como segunda consecuencia, dinamitar el territorio (literal) para la extracción de energía y minerales, con las respectivas consecuencias paralelas que producen estas «actividades productivas».
¿Necesitan verdaderamente todos los habitantes de la Argentina tener un auto o una moto? ¿Es necesario que se porten por familia dos o tres autos? ¿Es necesario que cada integrante de una familia posea un ciclomotor? ¿Cuántas montañas hay que dinamitar y ríos contaminar para sostener está política estatal y económica destinada a producir más consumo –para generar más dinero para pagar deudas que permitan pedir más créditos para producir más consumo que habilite a tener más dinero para generar nuevas deudas–?
Recientemente, durante el mes de abril, el presidente de la Nación, Alberto Fernández, reconoció en la Planta de Nissan –provincia de Córdoba–, que:
“Este año (2022) Argentina va a producir el doble de unidades de las que se produjeron en el 2019. Esto da una pauta de la recuperación que la industria tiene. Y además gran parte de esa producción se está exportando. ¡Es una exportación creciente! Y eso a nosotros también nos llena de alegría porque hace que los autos argentinos sean competitivos en el mundo. Y eso también nos permite que ingresen dólares, que tanto necesitamos para que la producción se sostenga”.
Más consumo a como dé lugar, caiga quien caiga, contamine lo que tenga que contaminar. Un círculo vicioso y nocivo que produce muerte, dolor y enfermedad. Nunca bienestar. Nunca hay felicidad. Por lo menos, no una felicidad permanente.
Todo puede ser una «zona de sacrificio». Una persona, un río o un cerro. Lo importante es que prevalezca el consumo.
Ciudades enteras construidas de cemento y plástico. Con ríos contaminados y espacios naturales reducidos. Viviendo en un estado de hacinamiento insoportable, respirando aire irrespirable. El futuro. El progreso. El «acceso a más derechos y más posibilidades» como les gusta decir a los representantes políticos y a los líderes de opinión de la Argentina.
«El Noba» no llevaba casco cuando «se pegó el palo». No era la primera vez que lo hacía. Y existía cerca de él (aún sigue existiendo) un «movimiento cultural» que responde al mismo proceder. No hace mucho, por dar otro ejemplo, en la ciudad Neuquén una pareja de jóvenes se mató de la misma forma en una avenida principal, a la vista de muchas personas: amigos y conocidos. El momento del «accidente» quedó grabado. El vídeo se viralizó. El caso trascendió mediáticamente, por lo menos dentro de la ciudad. ¿Ustedes creen que ese hecho se problematiza como un fenómeno cultural incontenible –que se ha ido de las manos– en términos comunicacionales y educativos? ¿Ustedes creen que el Estado provincial (MPN) y/o nacional (FpV) intervinieron para responder a las consecuencias que produce esta forma de consumismo violento y problemático? No. Todo lo contrario. Se crearon dos planes nuevos más para consumir más y tener menos conciencia de uno mismo, del que tengo al lado y de las personas que quedan cuando yo me pegó un palo o lastimo a terceros. De hecho, en Neuquén se inauguró hace pocos días una sucursal de venta de motos Royal Enfield –para que se maten más pibes, en menos tiempo, pero en motos de lujo–.
Siempre me preguntó lo mismo: ¿cómo se puede crear comunidad en un país que no sabe quién es? En este sentido, no espero (por el momento) que un joven como L–Gante o El Noba hablen un día guaraní, kechua, aymara o mapudungun (es lo que corresponde), pero sin duda hablar el idioma que hablan (muchas veces inteligible) sumado a las políticas de consumo mundial y nacionales, los aleja de su verdadera identidad, personalidad; los aleja de sus verdaderos principios de vida. Son un producto del capitalismo y desarrollan una identidad que ni siquiera pueden pronunciar en público. El colonialismo y el capitalismo operando en un mismo grupo social, etario, cultural.
Por supuesto, no hay que confundirse: los mafiosos no son los pibes que se matan haciendo piruetas, los mafiosos son los que inventan piruetas para aumentar el consumo de esos pibes.
Siempre el consumo es excesivo, obsceno y deshumanizado.
Los mafiosos son los que se levantan cada día –y se acuestan cada noche– pensando cómo pueden hacer, como si fueran un dealer o un pastor, para convencer a los pibes y sus supuestos adeptos, de que acepten más dólares, culos y fierros. Por otro lado, los pibes pasan muchas horas de su vida metiéndose cosas en el cuerpo y la cabeza, pretendiendo hacer callar esas voces que sólo les hablan de dólares, culos y fierros. Nunca les hablan esas voces de quiénes son verdaderamente y cuál es su verdadera función en el mundo (desprovista de bienes de consumo y excesos innecesarios). Nunca escuchan estos pibes y pibas las palabras de las lenguas maternas que vieron parir a sus antepasados. El camino de esa pirueta discursiva y opresora es evidente. Nadie puede quedar a salvo. Ni el que conduce la moto a toda velocidad, ni el o la que va como acompañante, mucho menos los que miran expectantes, sean testigos directos o usuarios de las redes sociales. Éste es el verdadero crimen masivo que comenten todos los días los mafiosos que inventan piruetas (discursivas) para que las personas consuman más, en exceso, hasta olvidarse incluso de quiénes son verdaderamente y cuál es su verdadero idioma, filosofía de mundo y espiritualidad personal y colectiva relacionada siempre con los elementos naturales que los rodean (cuando los pueden ver y no han sido reemplazados por un edificio o un shopping).
La muerte de «El Noba» y la limusina de «L–Gante! viajando hacia su funeral con el rótulo «la mafilia» escrito con aerosol, no es un fenómeno aislado protagonizado por un grupo etario y cultural, desligado del resto de la sociedad. Estas dos escenas no nos están hablando de un presente trágico específico. Son el resultado brutal –y muchas veces inentendible– de un proceso sin fronteras, extenso y acaparador que se mueve en un mundo tan vivaz y tentador como un local de McDonald ‘s abierto a las tres de la madrugada.
La tentación es la muerte. Los tentadores son los criminales.