La lucha contra la dictadura no fue sólo para que no te sacaran de tu casa a las cuatro de la mañana para hacerte desaparecer. También fue contra el modelo económico llamado neoliberal, implantado por Pinochet e inspirado por los Chicgo Boys, que todavía subsiste.
Incluso subsiste en la Constitución que nos rige hasta que se apruebe la nueva que está haciendo la Convención Constitucional.
Porque en la Constitución de la dictadura se establece que el Estado es subsidiario, o sea que los que manejan todo, cobran por todo y se enriquecen con todo, aún con la pandemia, son los empresarios privados, los particulares. Pero no todos los particulares, un 1% de los particulares, o sea cuatro gatos entre los que tú no estás.
Ese modelo de explotación desmedida, de falta de prensa de oposición, de persecución a los jóvenes, de aniquilar la educación pública, y la salud del pobre, de pensiones de hambre para los de abajo y de enriquecimiento ilícito para los de arriba, son sólo algunas de las rémoras de la dictadura contra las que hay que seguir luchando, porque muchos compañeros dieron la vida por eso.
Ahora en Chile, dentro de la izquierda, hay dos prototipos de conducta muy claros. El más común es el pesimismo: “No se puede”, repetido ad nauseam. El otro es el “hay que”.
El “no se puede” tiene diferentes expresiones: unos dicen: “Los que somos de izquierda, que hablamos de Allende y de su época, somos considerados atrasados, fuera de la realidad, fuera del mundo actual. “ “La gente está completamente despolitizada, dedicada al consumismo“. “Al pueblo le vale un pepino el cobre, muchos ni saben que existe”. “Todos los dirigentes son unos traidores, es inútil plantear nada serio para cambiar el modelo económico”. “El pueblo no tiene dirección y se dispersa en problemas locales, no hay nadie que le dé una orientación”.
Seguramente ustedes han escuchado miles de veces estas frasecitas u otras parecidas. ¿O las han dicho?
Y el “hay que”… Por ejemplo: “Hay que acabar con el capitalismo. Hay que establecer el socialismo. Hay que tomarse el poder, no es cuestión de elegir otro presidente porque todos son iguales. Hay que cambiar todo esto. Hay que acabar con las AFP. Hay que recuperar el cobre, el litio, el agua y todo lo que la derecha privatizó.”
Y a menudo son los mismos los que insisten en una u otra frase, porque hay que hacer muchas cosas, pero no se puede.
Pues a mí no me gustan los pesimistas. Porque si uno se interesa por el destino de Chile y del mundo, no puede andar desanimando a los demás y arrastrándolos a la comarca de la desesperanza.
No se trata de falsear la realidad sino al contrario. Porque el pueblo chileno tiene tradiciones de lucha muy antiguas y muy arraigadas. Siempre fue inteligente, bien informado, con mucha conciencia de clase.
¿Todo eso se ha perdido? No, esa mentalidad no se pierde nunca, porque se la inculcaron sus padres o sus abuelos. No es necesario implantar una conciencia nueva en nuestro pueblo, sólo hay que despertar la que está allí, dormida, enterrada momentáneamente junto con las banderas de lucha y junto con nuestros mártires.
Entonces, repitamos la frase que nos dijo un compañera: “Nuestro futuro está lleno de pasado” es decir que el pasado glorioso que tuvimos en los primeros años 70, siempre está presente, él nos inspira, nos nutre, nos da coraje y confianza, determina nuestro presente y nuestro futuro.
La respuesta a los hayque es muy fácil: “Estoy de acuerdo, eso es lo que se debería hacer. Pero el asunto no es el hay que, sino el cómo”.
Ahora, con esto del cambio climático, de los incendios en la Amazonía, del calentamiento global y del cercano acabo de mundo, dicen algunos que “hay que hacer algo de inmediato”.
Compañeros, cuando se dice lo que hay que hacer, hay que decir cómo, de otro modo la propuesta no es válida porque se le ocurre a cualquiera o bien es inútil. Pero la manera de llevar todo eso a la práctica es lo que se debe pensar, proponer, decir, convencer, inventar los procedimientos y las formas adecuadas, en fin, contribuir en forma creativa.
En esto del cambio climático, por ejemplo, no deberíamos prender la luz sin necesidad, no usemos carbón en la casa, no compremos zapatos nuevos, usemos los mismos del año pasado, mandándolos a arreglar y revivamos así el trabajo de los zapateros remendones.
Ja, ja, ja, dirán algunos, “Qué estupidez ¿Y eso para qué sirve?” Pues sirve como en el caso del picaflor, que trataba de apagar el incendio forestal echando gotitas de agua con su piquito. “Pues yo hago lo mío, decía, y que cada uno haga lo suyo”.
Y si quieres hacer propuestas en grande, organiza un movimiento nacional o internacional, que adhiera a la idea que se está manejando, de crear un organismo que reemplace a la OEA y que busque una unión verdadera y genuina en beneficio de todos los latinoamericanos.
El enemigo común todavía está aquí. ¡Vamos, que sí se puede!