7 de junio 2022, El Espectador
Pasó lo que tenía que pasar. La alianza entre un patán y un iluso no podía salir bien. El candidato que logró casi seis millones de votos no aceptó que el candidato con menos de 900.000 le cambiara las reglas del juego. Pero ya, pasemos la página y miremos hacia adelante. Restar y agredir son verbos tacaños que nos quitan un tiempo que no tenemos, a menos que se trate de refundar la Patria Boba.
En este momento debemos sumar instinto de conservación, generosidad y sensatez. La corrupción vestida con piel de oveja se saborea con nuestros errores, acecha detrás y delante de la puerta y hace méritos para sumirnos en las cavernas. El señor Hernández cree tener el derecho de gobernarnos y muchos proponemos ejercer una democracia pensante para que eso no suceda. Él se ha ganado a insultos, a cuasi-usura y promesas incumplidas, un puesto sorprendente en las elecciones; y a Colombia parece no importarle que él se comporte como un atarbán. Vean, por curiosidad, la entrevista que le hizo Vicky Dávila a la señora madre de Hernández, quien entre risas cuenta cómo ella (la mamá del ingeniero) espantaba a bala a los ladrones de vacas, le daba golpes de cañazos a los trabajadores perezosos y aun hoy se fascina con el ruido de los disparos.
Uno de los aspectos más odiosos del señor Hernández es su dificultad para comprender y valorar la capacidad intelectual de las mujeres. Por eso hoy quiero escribirle a las niñas y a las ancianas, a las obreras y a las maestras; a las mujeres maltratadas, ejecutivas y periodistas; feministas, marginadas, emprendedoras y campesinas; a las mujeres artistas, mujeres que se aferran a las conquistas logradas luego de siglos de marginación, violencias y reivindicaciones. Quiero escribirle a las mujeres que defienden los derechos adquiridos y no renuncian a ejercer la “mujeriez”. Cualquier decisión que tomen en las urnas merece respeto, pero recuerden que, en términos generales, uno no teje la soga de su propia horca ni le da su voto de confianza a quien no confía en lo que uno es.
¿Cuántas décadas de retroceso caben en las declaraciones de Rodolfo Hernández respecto al papel de la mujer en la sociedad?
Candidato ingeniero, quizás usted me considere débil porque no sé disparar y mi visión de las relaciones humanas no incluye cinco groserías por milímetro cúbico ni tengo una patente de ignorancia social para insultar y golpear a todo aquel que no me simpatice. Le informo: las mujeres de Colombia somos fuertes de espíritu y conocimiento; somos tejedoras de vida y capaces de enriquecer la sociedad intelectual, emocional y laboralmente.
Como ciudadana poco aficionada a la genuflexión, convoco a los 20 millones de mujeres que podrán participar en las urnas el domingo 19 de junio a votar con la frente en alto y la conciencia informada. Las convoco para que su decisión nos salve de pasar los próximos cuatro años sumidas en la ingobernabilidad, el desprecio y la matonería. Convoco a las mujeres a votar por la Colombia Humana que quieren construir Gustavo Petro y Francia Márquez. Tengo muchísimas divergencias de fondo y de forma con ellos, pero apoyo su proyecto, porque lleva a Colombia por dentro, busca erradicar el hambre y la violencia, y construir equidad respetando la Constitución. Francia simboliza liderazgo social, resiliencia frente a la discriminación y fortaleza ante la adversidad. Es voz crítica y desafiante; y también susurro en la ternura de mamá; es canción de valor y protesta. Es memoria y resistencia, sí, en un volcán, en este país, el nuestro, el que nunca más callará.