Atento a la importancia de las situaciones e injusticias que se vivían en el ejercicio del periodismo, el Círculo de la Prensa de Córdoba, cofundador del Círculo Sindical de la Prensa y la Comunicación de Córdoba (CISPREN), organizó y llevó a cabo el 25 de mayo de 1938 el primer Congreso Nacional de Periodistas en la Ciudad de Córdoba.
por Miguel Julio Rodríguez Villafañe
En el encuentro se trabajó intensamente y de él salió el primer borrador de lo que luego fue el Estatuto del Periodista. En las deliberaciones el periodista Ernesto Barabraham ya afirmaba, que “dada la complejidad de la división de trabajo en la prensa moderna, las relaciones entre periodistas y propietarios habían dejado de ser puramente privadas para convertirse en una cuestión pública. En las disputas cada vez más notorias entre periodistas individuales y propietarios de grandes diarios, sólo el Estado tiene la capacidad de ejercer una mediación y defender a los primeros, que son, al fin de cuentas, los que producen el contenido público de los diarios”.
También en el Congreso, se decidió celebrar el “Día del Periodista” el 7 de junio. Fecha ésta, que conmemora el nacimiento, en 1810, del primer periódico patrio, denominado “La Gazeta de Buenos Ayres”.
Se dejó en claro entonces que eran necesarias regulaciones que ayudaran a dignificar laboral- y económicamente a las mujeres y hombres que llevaban adelante el oficio-profesión periodística, en la relación trabajo y capital.
Desde un esfuerzo gremial sin claudicaciones, por el Decreto 7618 del año 1944, se dicta el Estatuto del Periodista Profesional. Luego, en 1946, el Congreso de la Nación ratifica por la Ley 12.908, al referido Decreto.
El periodismo profesional cumple una función de interés social, un servicio fundamental a todas las personas en particular y a la sociedad en general y en ello, en su nombre, ejerce una representación implícita del derecho a investigar, recibir y difundir información.
Por su parte, la vocación periodística debe cuidarse del cáncer de la profesión, que hace confundir, cuando el brindar la noticia deja de ser un acto de justicia informativa para todos y pasa a estar al servicio de la fama que da la presencia mediática.
También, lamentablemente, muchos caen en la tentación de transformarse en mercenarios de la pluma, al servicio de los grandes intereses o poderes, y más grave aún, cuando, a veces, no diferencian las opiniones de las informaciones.
A lo que hay que sumar, lo grave que resulta que mucho periodismo operen como profetas del odio.
Lo referido, con mayor razón es más peligroso en la era digital, en la que las informaciones se difunden con altísima velocidad y un actuar no profesional inadecuado o interesado, se potencian negativamente en sus efectos dañinos.
Hay que significar además, que la mentira, la sobreinformación y la desinformación operan como armas que destruyen la democracia, cuanto más al hacerse desde los grandes medios masivos de comunicación, mucho de ellos dominados por empresas nacionales y/o trasnacionales que funcionan con lógicas hegemónicas.
Asimismo, dichas concentraciones de medios, algunos de los cuales son verdaderos monopolios y/u oligopolios, en determinadas situaciones logran condicionar a los propios gobiernos y a la sociedad misma, conforme a los intereses que representan y propugnan.
Además, dichas concentraciones no dan muchas opciones de criterios a sus trabajadores, lo que incide en la autocensura de periodistas y comunicadores. Todo ello, en una tendencia a disciplinar políticamente a la prensa, detrás de un discurso único.
Por otro lado, desde hace algún tiempo, los que informan están dominados por gente que no es periodista, sino por técnicos y hombres del mundo financiero. Estos tratan la información como una mercancía, sólo importa que lo que se informa sea atractivo y venda. El mundo de las finanzas globalizado, unido a un fundamentalismo autoritario de economía de mercado han restringido gravemente la tarea profesional periodística y a las propias empresas periodísticas.
A su vez, en algunos casos, pasan a ser los y las periodistas el fusible que se hace saltar con facilidad, cuando su accionar periodístico informativo molesta a algunos intereses. También aparece entonces, dolorosamente, en muchos casos, la autocensura como pauta de sobrevivencia.
Siempre en la historia el informar sobre la verdad no fue tarea fácil y necesitó de una dosis de heroísmo. Valentía ésta que ha llenado las páginas más nobles de la profesión y la lucha por la libertad de expresión en el mundo. Los periodistas han sido víctimas de persecuciones políticas y cárcel. También fueron asesinados, sufrieron lesiones, secuestros, intimidaciones, amenazas, presiones, calumnias, injurias y diversos tipos de ataques. Además, se los ha espiado, perseguido y tuvieron que optar por el exilio, entre otras múltiples formas que condicionaron su trabajo y la vocación por la verdad y la libertad. Todo lo que obliga a una necesaria actitud social y gubernamental tuitiva hacia quienes asumen la importante tarea.
También, como un lamentable dato de la realidad, se ha precarizado demasiado la situación laboral de muchos periodistas profesionales, cada vez más inseguros en sus empleos estables o debiendo trabajar como free lance o con el eufemismo de “monotributistas”. Todo ello con retribuciones no acordes con la importancia del trabajo que se realiza.
A su vez, el impacto de la era digital en el trabajo periodístico ha sometido a la automatización digital y a nuevos controles, entre estos últimos subordinados a los click de lectura propios de las plataformas de internet y no necesariamente relacionados con la calidad del trabajo realizado.
Asimismo, la presencia de internet ha reformado muchas de las rutinas periodísticas, cambiando la organización del trabajo en jornadas parciales. Ello se suma negativamente con el fenómeno de nuevas capacidades a desarrollar propias de la polifuncionalidad y multitarea que se exige. Ahora el mismo periodista debe, en muchas ocasiones, sacar la foto o filmar con el celular, hacer la crónica y enviarla al medio por Internet. Situaciones estas que perecen irreversiblen para muchas de las actividades desarrolladas por los/as trabajadores de prensa, lo que, no necesariamente, les ha traido mejores salarios. A lo que hay que agregar, que se ha aumentado el denominado teletrabajo que encierra a los productores de noticias.
La lucha por el ejercicio de la libertad de información ha sido y es una desafío de todos, en el que, tanto periodistas, medios de comunicación, instituciones democráticas republicanas y sociedad, deben esforzarse por asegurar debidamente, generando las condiciones económicas adecuadas y los espacios dignificantes, para permitir el desarrollo de la profesión periodísticas, con independencia, dignidad y calidad humana y técnica.
Miguel Julio Rodríguez Villafañe es abogado constitucionalista cordobés, especialista en derecho de la información y periodista de opinión.