Ciudad de México, 5 de mayo
Por Denis Linckens, miembro del Colectivo Internacional de Jóvenes Francófonos en el FSM 2022
La iniciativa de crear un centro educativo del conocimiento zapoteca bajo el impulso del pintor-filósofo de origen zapoteco, el Maestro Nicéforo Urbieta Morales
La civilización zapoteca, conocida como el «pueblo de las nubes», es una cultura matriarcal cuyos orígenes, situados en el valle de Oaxaca, se remontan a más de 2000 años. El Maestro Nicéforo Urbieta Morales, a quien conocimos en el Foro Social Mundial 2022, es un pintor y filósofo nacido en 1950 en el pueblo de Santa Ana Zegache. En toda su obra artística se encuentran elementos de la cultura zapoteca. Lleva varias décadas trabajando para que el pensamiento de su pueblo sea conocido y estudiado. Fue recientemente, durante la pandemia, cuando nació la idea de crear un centro educativo que enseñara la cultura y el pensamiento zapoteca, «la casa del viento». En la actualidad, el proyecto reúne a una quincena de personas y a multitud de organizaciones para llevar a cabo esta labor de compartir conocimientos, prácticas y visiones de esa cultura a través de las múltiples lenguas indígenas que se reconocen en el valle de Oaxaca.
«La mirada educadora de los pueblos originarios tiene mucho que decirnos»
El diálogo, el arte y el juego están en el centro del proceso educativo en la «casa del viento». Según Nicéforo Urbieta Morales, el interés del mundo por la cultura zapoteca es una «amenaza» para la misma, ya que se la ve sólo a través del prisma de su folclore y se transforma en un servicio comercial para complacer y vender a los turistas. Al centrarse en el folclore, el mundo se está privando de lo esencial: la riqueza y complejidad del pensamiento y la filosofía de la cultura zapoteca.
«La casa del viento» nació de la imposibilidad de las universidades de entender las demandas y propuestas indígenas. Nicéforo Urbieta Morales lo expresa así:
«No han entendido que no necesitamos escuelas de antropología; que tenemos nuestro propio universo epistemológico y es sobre este universo que queremos crear nuestra propia universidad. Además, no podemos hablar de universidad, sino de udiversidad o ludodiversidad, porque promovemos el juego constante: el diálogo. El diálogo es siempre un juego, un juego de ideas, un juego de fenómenos… Nos dimos cuenta de que no encajábamos en el concepto de universidad, así que el único recurso que nos quedaba era empezar nosotros mismos. Y a partir de esta observación, cuando estalló la pandemia, empezamos […]».
Iniciativas como ésta son las que el mundo necesita y deberían recibir un amplio apoyo.