Quien comienza una agresión armada no es nunca simpático, pero hay que agradecerle a Putin que a Occidente se le cayó la máscara.
Durante décadas, Rusia estuvo quejándose de la agresión de la OTAN por extender sus fronteras hasta convertir a Ucrania en su peón. Si querían conocer el poder de fuego ruso, lo han conseguido. Y encima han hecho un negocio enorme porque Ucrania hipotecó sus enormes riquezas naturales por varias generaciones para pagar el empeño en defender su oligarquía fascista.
Quienes tanto se quejan de la ruptura de las normas del derecho internacional, son los verdaderos infractores porque rompieron sus propios acuerdos: no sólo no disolvieron la OTAN sino que la agrandaron ante las constantes advertencias de Rusia.
Quienes acusan el supuesto genocidio por los rusos (que no puede ser calificado como tal), no solo ocultaron sino que siguen disimulando el verdadero genocidio en el Donbass y los concretos actos criminales en su defensa actual[1], incluídos y muy especialmente, las atrocidades en Mariupol y hace unos días en Kramatorsk. Aún más, los medios y las instituciones occidentales organizaron sin publicidad las mayores maniobras militares de la OTAN en países fronterizos con Rusia, con Ucrania como principal protagonista dado que con su aporte las tropas concentradas allí durante 2022 llegarían a las 100.000. No fue casual el número que concentró Putin en la frontera. O sea, que con la excusa de “maniobras” estarían creando un riesgo cierto de ataque a la Federación rusa, cosa que los medios han callado hasta hoy e informa en detalle María Müller desde Moscú[2]. No solo vale la pena su artículo, más aún, sus referencias. De modo que está claro que la operación militar emprendida por Rusia fue muy especial, un movimiento anticipado de defensa para demostrar que no la tomarían desprevenida.
Quienes acusan por el uso supuesto de armas prohibidas, son quienes patrocinan su utilización por los ucranianos, y al alertar sobre la posibilidad de ser víctimas de armas químicas, buscan desviar la atención de los laboratorios que solventaron y patrocinaron[3].
Quienes defienden declamativamente su libertad de expresión, prohiben los medios informativos de quien no es el enemigo declarado. Se podría justificar la difusión de propaganda enemiga, pero ¿cuándo declaró la OTAN la guerra contra Rusia? Y las redes sociales, tan libres para el discurso de odio supremacista blanco, prohibieron la información rusa. Si la libertad de expresión era una característica preciada de la supuesta Democracia occidental, ésta se reveló como lo que es, una burda máscara de dominación.
Quienes enarbolan tratados internacionales (la ONU lo es) sin embargo patrocinan a quienes los rompen (los firmados en Minsk por la paz en el Donbass).
Occidente ha quedado al desnudo por la divergencia entre su discurso y su práctica.
Y no digo nada sobre la posible colusión del aspirante a “Líder del Mundo Libre” con los fabricantes de armas, incluídas las químicas y biológicas. Hemos comprobado que los murciélagos pueden ser más letales que los misiles[4].
La pandemia dejó al desnudo el desinterés de las dirigencias occidentales por el cuidado de los sistemas de salud y al mismo tiempo, la brutal realidad del capitalismo neoliberal.
Putin provocó que el propio imaginario europeo quedara al descubierto con la reacción a su “operación militar especial”.
El racismo implícito de los EEUU quedó descubierto merced a la militancia de las organizaciones negras (Black Lives Matter y otras); Europa, ahora, con su discurso sobre el conflicto en Ucrania y en particular, con la migración de su población a los países vecinos. Los europeos entrevistados por los medios no reconocían a los ucranianos como migrantes porque no eran como los de color, provenientes de África y Cercano Oriente.[5] Los mismos ucranianos demostraron su racismo en el tratamiento de los africanos que quisieron volver a sus países de origen[6].
Los medios occidentales taparon a los nazis que coparon las estructuras estatales de Ucrania desde el Maidán y que, en palabras de Zelenski “son lo que son”; así como el peso de sus batallones especialmente entrenados por estadounidenses y británicos; y peor aún, las atrocidades que cometieron en el Donbass durante ocho años. Ahora hablan de ellos pero les lavan la cara presentándolos como patriotas entre los que hay “elementos de extrema derecha”[7].
Salió a la luz lo que se sospechaba: el nazismo no perdió la Segunda Guerra Mundial porque, si bien no pudo conquistar Europa militarmente, sí pudo dominarla económicamente con el subsidio generoso de quienes se suponía fueron sus enemigos, mentores del Plan Marshall. Esto, al mismo tiempo que daban refugio a los jerarcas, como en el caso de Stepan Bandera, si me ciño a los ucranianos.
Lo que parecía ser una nota de color en los films de espías o de intrigas políticas, parece asomar como la cruda realidad: el nazismo, o la creencia en la supremacía de la raza blanca, está en el sustrato cultural de Occidente. Los medios de comunicación[8] lo han destacado respecto del modo de tratamiento en las noticias de la “guerra” en Ucrania.
Si revisamos la historia y la cultura propagandística del siglo XX, nos encontraremos que, como dijo Putin, desde fines del siglo XIX los EEUU quisieron desmembrar a Rusia. Y tiene su lógica: un territorio que es más del doble de grande que el suyo, que los supera en recursos naturales y con una población que apenas le llega a la mitad. Más tentador no puede ser.
Así se entiende porqué Wall Street y los alemanes ayudaron a Lenin y Trotsky a cumplir su sueño revolucionario[9]; porqué el Holocausto ocupa el lugar que ocupa entre las monstruosidades del siglo XX pero no los 25 millones de rusos que murieron a manos del ejército nazi; porqué se instaló exitosamente en el imaginario mundial que la Segunda Guerra la ganaron los EEUU con su intervención decisiva en el último momento (como en la Primera), y no los rusos que batieron el grueso del ejército alemán en la campaña oriental.
En suma, la Tercera Guerra comenzó con el tratado que puso fin a la Segunda y los tribunales de Nüremberg no fueron más que una puesta en escena para aparentar que se cumplía con el discurso occidental libertario.
Al fin y al cabo, la Guerra Fría fue una guerra y EEUU consiguió desmembrar a su enemigo. El resto fueron los fuegos de artificio del capitalismo consumista que encandilaron a las masas, pero no a sus dirigentes. Rusia y China se pusieron de pie dejándose penetrar por las corporaciones occidentales. Las mismas que hoy tiemblan por sus inversiones. Porque si Rusia recuperó una vez el manejo de sus recursos naturales y trata con consideración pero también con firmeza a las corporaciones, éstas con certeza están aterradas de lo que podría pasar si China hace una movida paralela. De pronto los países “mano de obra” pueden pasar a dejar de serlo.
La expansión de las corporaciones lo fue de capital y ejecutivos, en territorios políticamente ajenos aún cuando pudieran digitar sus dirigentes. La riqueza material de las corporaciones no está donde sus riquezas financieras ni sus cabezas, por lo que la importancia de la fuerza militar recobra su relevancia como en la época de las cañoneras.
Pero todo eso está muy lejos de los ciudadanos normales que padecemos la cultura colonizadora, la información masificada que sostiene la prédica supremacista con la ilusión de que son superiores por solo hecho de creer que lo son, desconociendo la diversidad de lo humano.
No hay nada que podamos hacer por torcer el rumbo de la Historia, bastante desgraciado por lo que se vislumbra, si nos dejamos tomar por ese imaginario excluyente de las mayorías que habitan este planeta, nuestro mundo. Está claro que las dirigencias son las que tienen el poder de decidir nuestro destino inmediato.
Pero esas dirigencias están sostenidas por la creencia en esta democracia mentirosa que lo que hace es encubrir estructuras corporativas (los estados fascistas eran corporativistas, aunque fueran corporaciones estatales) que son las verdaderas detentadoras del poder.
En ese punto es donde los ciudadanos de a pie podemos comenzar a tomar las riendas buscando y retransmitiendo la información adecuada; denunciando la discriminación y la falta de libertad en la información; desnudando la violencia del discurso oficial, principalmente de las naciones del norte; claro que restando votos a los representantes de las corporaciones pero también activando por una democracia real, participativa.
La guerra de la comunicación que, como dijo Mariano Quiroga, nunca fue fría[10] y la prefabricación de noticias, están a la orden del día en Ucrania[11]. Esto es fácil de advertir con las masacres provocadas por el ejército ucraniano con dos Tochka U (misiles con bombas de fragmentación). El 14 de marzo en el centro de Donetsk, el silencio siguió al desastre. Nadie fue acusado, y los ucranianos sólo por los “separatistas”. Hace pocos días con la masacre de Kramatorsk, inmediatamente se acusó a los rusos. Claro, habían visto el filón que descubrieron con los muertos civiles que “plantaron” en Bucha. Sólo que ante la incontestable prueba de que era no un Iskander, como salieron a decir en seguida, sino un Tochka U cuya matrícula mostró un periodista italiano y resultó ser de la misma partida industrial de otro lanzado en 2015 sobre el Donbass. En el programa que se mostró se generó una escena casi cómica al intentar descalificarlo, lo que pone de manifiesto el sesgo antirruso de los medios[12].
Esta verdadera guerra, desplegada en torno de las acciones militares, ya había comenzado hace años. Es una guerra cultural que no sólo se juega en los medios masivos de comunicación.
La cultura está influída por los medios pero vive en los pueblos, en la comunicación cotidian, persona a persona, donde se juega lo humano cada día. O sea, el campo de batalla de esta Tercera Guerra que ya ha comenzado hace décadas, es nuestra vida cotidiana.
[1]https://www.pressenza.com/es/2022/03/ucrania-caceria-de-brujas-y-otras-historias-para-la-prensa-olvidadiza/;https://www.pressenza.com/es/2022/04/desde-donbass-contra-la-guerra-y-contra-la-paz/; https://www.donbass-insider.com/2022/04/09/ukrainian-armed-forces-fire-a-tochka-u-missile-at-the-kramatorsk-railway-station-killing-more-than-30-people-and-injuring-100-2/; https://www.donbass-insider.com/2022/03/22/mariupol-civilians-denounce-the-crimes-of-the-fighters-of-the-neo-nazi-azov-regiment/; (230) Corporaciones mediáticas no reflejan ataques del Ejército de Ucrania contra población rusoparlante – YouTube. Es interesante seguir a Juansinmiedo en Telegram y www.southfront.org para oir otra campana, sobre todo respecto de Bucha y Kramatorsk.
[2] https://www.pressenza.com/es/2022/04/maniobras-frente-a-la-frontera-rusa-la-estrategia-de-tension-de-la-otan/
[3] https://miamistandard.news/2022/03/19/watch-this-2018-documentary-exposed-u-s-bioweapons-labs-in-eastern-europe/
[4] Respecto de todo lo enumerado me remito a las citas y referencias de mi anterior nota: https://www.pressenza.com/es/2022/03/una-guerra-puede-ser-noviolenta.
[5] https://www.youtube.com/watch?v=KBRwmTVVKQk
[6] https://www.democracynow.org/es/2022/3/2/black_africans_ukraine_poland_border; (230) African students fleeing Ukraine claim discrimination at Poland border | Russia-Ukraine Conflict – YouTube
[7] https://www.washingtonpost.com/world/2022/04/06/ukraine-military-right-wing-militias/?utm_campaign=wp_for_you&utm_medium=email&utm_source=newsletter&wpisrc=nl_personalizedforyou&utm_content=readinghistory_Europe__position1&carta-url=https%3A%2F%2Fs2.washingtonpost.com%2Fcar-ln-tr%2F3684491%2F624e6e52aee9f854896a575c%2F5969ae779bbc0f6d71c5fc40%2F4%2F40%2F624e6e52aee9f854896a575c
[8] Nota 5.
[9] El supercapitalismo internacional, Pedro Piñeyro, Bs. As. 1970; https://es.ar1lib.org/book/1404401/1ef289, 9/4/2022.
[10] https://www.pressenza.com/es/2022/03/la-guerra-de-la-comunicacion-nunca-fue-fria/; https://www.pressenza.com/es/2022/03/para-salir-de-las-matrioshkas-de-relatos-hechos/
[11] Open, il fact-checker di Facebook, pubblica quattro fake news in tre giorni – Panorama
[12] Guerra Ucraina, la mano delle polemiche (la7.it)