Desde la celebración de los 94º premios Oscar del mes pasado, la violenta reacción del actor Will Smith contra su colega Chris Rock ha estado en los medios. Las última noticias sobre el hecho se refieren a la decisión de la Academia de Artes y Ciencias Cinematográficas de los Estados Unidos, que prohíbe, por diez 10 años, la participación de Smith en cualquiera de sus ceremonias. De hecho, una decisión muy buena. Pero la pregunta que no queda pendiente es: ¿lo que hizo Rock no fue también un acto violento y –por tanto– no merece idénticas consecuencias?
La violencia no siempre es palpable y se puede presentar de muchas maneras, incluso a través del lenguaje/discurso. Considerando este aspecto, el hecho de que el actor Chris Rock se burlara de la falta de cabello de la actriz Jada Pinkett fue un acto violento, aunque disfrazado con risas. En muchos casos (y este es uno de ellos) este tipo de comportamiento sirve para mantener intactos ciertos discursos/comportamientos que ya están socialmente incorporados, como es el caso de la burla contra las mujeres, especialmente las negras.
No hay duda de que el humor tiene una importante dimensión social. Sin embargo, este tipo de expresión puede estar cargada, además de la gracia, de otros elementos que, muchas veces, se esconden tras la risa, como por ejemplo la violencia simbólica. Ese tipo de violencia es tratada por el sociólogo francés Pierre Bourdieu como “invisible”, “suave”, “sutil”, ejercida esencialmente a través de acciones puramente simbólicas de comunicación y (des)conocimiento, reconocimiento o incluso sentimiento.
La violencia simbólica se refiere a relaciones de dominación que no están vinculadas a la coerción física, pero generan daños morales y psicológicos. Se basa en inducir a los individuos/grupos a posicionarse socialmente según criterios y normas históricamente establecidos por los discursos dominantes.
Así que, aun siendo un hombre negro, Chris Rock no pudo darse cuenta de lo dañino e innecesario que era ese “chiste” relacionado con la falta de cabello de Jada Pinkett; tanto porque es una enfermedad (alopecia), como porque la burla sobre la apariencia de la mujer refuerza concepciones sexistas. Y en este caso también racista, ya que cuando se trata de mujeres negras, los estigmas que caen sobre nosotras son mucho más crueles, dada la existencia del racismo, una herida todavía muy fuerte y que golpea con mayor intensidad a las mujeres negras.
Por tanto el “humor” de Rock evidencia ciertos patrones sociales y discursivos presentes en nuestras sociedades; y también muestra cómo, en general, a pesar de todas las luchas emprendidas por los grupos sociales vulnerables (negra/negro, indígenas, mujeres, comunidad LGBTQIA+, entre otros), aún aceptamos este tipo de violencia. Tanto es así, que el castigo y la mayoría de las reacciones negativas se dirigieron a la violencia practicada por Smith, como si el acto de Rock fuera algo “natural” y, por tanto, exento de repudio y consecuencias.
Para que la Academia diera ejemplo de que no acepta la violencia, la misma medida adoptada para reprender a Will Smith debería haber sido dirigida a Chris Rock, quien ya debería haber aprendido que no se debe hacer una “broma” con situaciones que avergüenzan ciertos individuos y/o grupos.
Pero al fin y al cabo, me pregunto si el guión de aquel espectáculo de “humor” protagonizado por Rock no formaba parte de la propia Academia y, precisamente por ello, se aplicaron dos pesos y dos medidas a dos conductas violentas, aunque una fuera palpable y la otra simbólica.