La represión que ejerce la dictadura del binomio Ortega-Murillo contra la prensa ha provocado un éxodo masivo de profesionales que han reconfigurado sus redacciones para seguir informando
Por Sol Acuña a través de CTXT
Cada despertar en esta España de terrazas al sol, los kioscos de prensa apilan diarios en los que sagas de periodistas casi rockstars firman sus crónicas y columnas. La idiosincrasia ibérica tiene a toda hora en cada bar un noticiero o una tertulia de periodistas debatiendo alterados, atacándose con datos y hablando unos sobre los otros. Así, el retrato de una democracia funcional es un ciudadano con su café, el diario de su preferencia y una buena portada con la foto de un político dentro del Congreso. Esto también fue algún día la imagen de Nicaragua, pese a su histórica inestabilidad política. Cuatro años después de las protestas de 2018, todo empeoró. Ahora es nuevamente tiempo de dictadura, y los periodistas no oficialistas solo pueden tomar una de estas dos opciones: píldora roja para el exilio o píldora azul para la cárcel.
Contar Nicaragua supone arriesgar la integridad física. Tan solo en 2020 la PCIN registró 1.678 agresiones contra periodistas y medios independientes. El año pasado esa cifra se elevó a 1.980 ataques, de acuerdo con informaciones recogidas por el Colectivo de Derechos Humanos Nicaragua Nunca +, con sede en San José, Costa Rica. Entre ellas, el asesinato del periodista Miguel Ángel Gahona mientras realizaba un Facebook Live. Ahora, el Consejo de Derechos Humanos de la ONU investigará los posibles abusos a los derechos humanos cometidos en el país centroamericano.
La criminalización del periodismo
“¡Última hora, 100% Noticias está siendo rodeado, asaltado por antimotines! ¡Por favor, esto es una alerta! ¡Ayúdenos a tuitear, esto es una emergencia, se quieren llevar preso a nuestro director Miguel Mora!”, alertaba en directo Lucía Pineda Ubau. Fueron las últimas informaciones que la entonces jefa de prensa y actual directora de 100% Noticias, emitió desde el control máster del canal. El medio fue allanado por paramilitares y policías orteguistas el 21 de diciembre de 2018 y Lucía, Miguel Mora y su esposa, la periodista Verónica Chávez, fueron arrestados y llevados a la cárcel de El Chipote.
Poco a poco el periodismo incómodo para el régimen Ortega Murillo ha sido arrinconado y privado de acceso a las ruedas de prensa del Gobierno o el interior de los espacios de votación para cubrir elecciones generales. Medios como 100% Noticias o Confidencial, dirigido por el periodista Carlos Fernando Chamorro, fueron allanados y todo su material confiscado, incluidas sus oficinas. Prácticamente toda su plantilla se ha exiliado en una Costa Rica que ya sobrepasa las 100.000 solicitudes de refugio de nicaragüenses.
“Ni siquiera el día que se robaron todo dejamos de hacer una sola publicación”, dice con orgullo Iván Olivares, periodista económico de Confidencial. La realidad nicaragüense actual la cubren reporteros que se cuelan de incógnito en los mercados y otros lugares públicos desde donde envían sus crónicas sin firmar a medios fuera del país. El periodismo nica ejerce resistencia de adentro hacia afuera y el secuestro de la información libre por parte del oficialismo ha hecho brotar a medios de comunicación independientes en un exilio que no deja de aumentar.
La mayoría de los periodistas se han exiliado en Costa Rica, cerca de unos 100, según cifras del observatorio de la Organización de Periodistas y Comunicadores Independientes de Nicaragua (PCIN). Cerca de una decena se han refugiado en España, aunque también varios han migrado a Estados Unidos o El Salvador. La dictadura de Daniel Ortega y Rosario Murillo ha ahogado económicamente, criminalizado y perseguido con saña a la prensa con mayor intensidad desde la insurrección civil de 2018. Sin embargo, eso no ha impedido el reconocimiento internacional de la labor del periodismo nicaragüense en estos tiempos de adversidad, como es el caso de Divergentes, ganador del premio Ortega y Gasset de periodismo de este año.
“Yo le grité [a Miguel] de celda a celda: ¡cerramos con broche de oro: informando con las botas puestas! Sentía la misma emoción de un periodista cuando da una primicia, ¡y eso que estaba presa!”, se carcajea Lucía desde el exilio en Costa Rica. Miguel Mora, por su parte, cambió el periodismo por la política y hoy es uno de los presos políticos declarados culpables en uno de los juicios exprés que se han estado librando en las últimas semanas. Se enfrenta a una pena de 15 años de prisión.
“Sentía la misma emoción de un periodista cuando da una primicia, ¡y eso que estaba presa!”
En Nicaragua, hace 44 años fue asesinado por la dictadura somocista el mítico director del diario La Prensa, Pedro Joaquín Chamorro, conocido como el “mártir de las libertades públicas”. En la actualidad, a este diario, símbolo de la resistencia periodística en Nicaragua, el Gobierno le decomisó el papel hasta que tuvo que suspender su edición impresa. Tres de sus directivos están en prisión. Lo mismo sucedió con El Nuevo Diario, el segundo más importante del país, el cuál fue obligado a cerrar definitivamente en 2019, tras casi 40 años en activo, “debido a las dificultades económicas, técnicas y logísticas que hacen insostenible su funcionamiento”, según un comunicado.
Así, el endurecimiento progresivo de la represión se materializó en los allanamientos a medios y el encarcelamiento de Lucía Pineda y Miguel Mora fueron el punto de inflexión que desató un éxodo masivo de periodistas. “Al inicio era impensable que tocaran a un periodista, nunca esperamos que se atrevieran a tanto”, señala Edith Pineda ex jefa de redacción de Nacionales de El Nuevo Diario y actual directora de Despacho 505, el primer medio nicaragüense fundado en el exilio.
Nuevas tecnologías de información
“Perdimos todo, pero no las ganas de hacer periodismo”, asegura Lucía. Tras seis meses en prisión y largos periodos en confinamiento solitario, se exilió en Costa Rica y comenzó de nuevo. “Demasiado tiempo estuve sin hacer nada por estar presa. La mejor terapia que puedo tener es hacer mi trabajo”, dice con entusiasmo. Junto a ella, periodistas de Nicaragua Actual, un medio nacido en Costa Rica, se organizaron de forma orgánica y alquilaron un espacio en común en San José para poder seguir informando. ¿Cómo lo han hecho? Con Skype, Facebook, Twitter, Instagram, Youtube, Google, Canva, WordPress, sus teléfonos móviles, y modestas cámaras.
Los periodistas se encuentran con un grave problema: no tienen fuentes. La gente solo habla si se le garantiza el anonimato
Pese a que las nuevas tecnologías han hecho posible que el periodismo independiente siga existiendo, los periodistas dentro y fuera de Nicaragua se encuentran con un grave problema: no tienen fuentes. “Estamos hablando de fuentes de todos los niveles y de todas las áreas: sociales, económicas, académicas… la gente solo habla si le garantizamos el anonimato, pero es muy difícil ejercer un periodismo plenamente circunspecto si no citamos nombres”, se lamenta Sergio Mesa, director del medio La Mesa Redonda. Aún así, se sobrepone a las adversidades: “El pueblo de Nicaragua está sufriendo mucho y es nuestra obligación como periodistas mantener el vínculo de información con ellos”, afirma.
Para el momento en que estallaron las protestas, La Mesa Redonda ya había dado el salto digital. Les cerraron las puertas en la radio donde emitían su programa de debates y tertulias cuando el medio incidió en la alta abstención en las elecciones generales de 2016. De repente, se volvieron intolerables para la dictadura y la exclusión de los medios independientes en los paquetes publicitarios terminó por ahogar a muchos. Sin embargo, gracias a una capacitación en Tecnologías de la información y la Comunicación (TICs) ofrecida por la Fundación Violeta Barrios de Chamorro, pudieron alfabetizarse digitalmente mucho antes que otros medios. La fundación también pagó su precio por apoyar al periodismo. Fue cancelada por el régimen y su directora, Cristiana Chamorro, fue recientemente condenada a ocho años de prisión en un juicio exprés . Por su parte, Sergio se exilió el 20 de junio del 2021, y actualmente alquila una habitación en San José desde donde asegura ejercer su oficio sin percibir ningún ingreso económico.
Periodismo Ad Honorem
Los fundadores de Despacho 505 saben también lo que es eso. No perciben un sueldo de su medio digital y para subsistir realizan otros trabajos que no tienen que ver con su profesión. Edith, periodista de más de 15 años de trayectoria, trabaja de día en Leroy Merlin y dedica el resto de las horas a Despacho 505. Junto a sus compañeros, también exiliados, José Denis Cruz y Uriel Velásquez, comenzaron su medio “sin pretensión, sin financiación y desde el ímpetu”. Sus inicios se resumen en la generosidad de un cura, su ordenador viejo y muchas horas de tutoriales de Youtube para montar su web. “El primer año vivimos en horario nicaragüense: nos acostábamos a las seis de la mañana y nos despertamos a las tres de la tarde”, narra Edith.
Pese a residir en Madrid, Edith no considera que Despacho 505 sea un “medio de exiliados”. El sentimiento es compartido entre todos los entrevistados de este reportaje, quienes aseguran que sus países de acogida son solo un sitio para dormir, pero que su enfoque sigue estando en Nicaragua, donde una red de colaboradores “pecho tierra” alimenta la información que emiten estos medios desde el exilio. “Los colegas que están allá manejan muy bajo perfil, no firman sus notas y cuidamos de no exponerlos porque sabemos que el peligro ahora es muchísimo más alto que antes”, explica. Pero, ¿hasta cuándo se puede arriesgar la vida haciendo periodismo en tiempos de dictadura, con todas las puertas cerradas o desde el exilio?
La respuesta es clara para Edith: “solo el día que caiga el régimen, de lo contrario sería ceder y no estamos dispuestos”. Otros, como Iván Olivares, reflexionan acerca de la afectación inexorable del exilio al oficio periodístico. “Estamos escribiendo sobre un país que se está quedando atrás en el tiempo. Dentro de un año no estoy seguro si voy a ser capaz de seguir escribiendo de esa Nicaragua con eficiencia. No se puede escribir de una realidad que ya no es”, se lamenta.
Paradójicamente, en el periodismo nicaragüense actual, el acercamiento al hecho y la búsqueda de la verdad están tan obstaculizados por el orteguismo que la tradicional competitividad entre medios ha desaparecido. “El periodismo colaborativo ha aflorado, la guerra por la primicia ha pasado a otro plano”, destaca Sergio. Para Edith “hay mucha complicidad porque todos tenemos el mismo objetivo”, de ahí que las alianzas entre ellos son indispensables. “Muchos de los periodistas que estamos fuera tenemos un grupo de WhatsApp y lo que alguno publica se sube de inmediato en todos los medios”, confiesa Iván.
Aunque, más allá de la vocación, quizás la dificultad más importante es “mantener una ecuanimidad emocional”, como dice Sergio. Es casi un mandato, ya que cuando la noche cae, la faena acaba y se apagan los equipos, la hiperconectividad socava profundos surcos en la soledad que acecha las vidas de estos “mártires de las libertades públicas” de la Nicaragua del siglo XXI.