Si hay algo que marcó el triunfo de Gabriel Boric el pasado 21 de diciembre, fue la convergencia de una gran diversidad de personas, movimientos, activistas, y tantos otros que vieron en su candidatura una oportunidad de cambio y mejoras para el futuro, y/o un peligro del ascenso en la ultraderecha. En cualquiera de los dos casos, o quienes consideraron ambos al momento de votar, existía el consenso de que, de no salir Gabriel, sería un retroceso en la sinergia lograda luego del 18 de octubre, en el proceso de nueva constitución, en los derechos humanos, de las mujeres, de las disidencias, de la naturaleza, y por qué no decirlo, desde el punto de vista de un movimiento específico y creciente, de los animales.

Aunque el animalismo pueda parecer un concepto millennial, así como nuestro presidente electo, es una lucha histórica que se entrecruza con discriminaciones transversales y diversas formas de explotación. Los últimos años ha tomado fuerza y relevancia junto con temas como la crisis climática, entendiendo que como seres humanos nos debemos hacer cargo de cómo nos hemos relacionado, desde los inicios, con los otros seres con los que convivimos y que están fuera de nuestra especie, con consecuencias catastróficas.

Tal ha sido la relevancia de estos temas nuevos, que pudimos ver el animalismo presente, de alguna u otra forma, en los programas de cada uno de los candidatos de primera vuelta. Con matices, claro, porque la gran mayoría solo se concentraba en la tenencia responsable, como si los animales de compañía fueran los únicos existentes en el país, o con el suficiente derecho para ser sujetos de preocupación.

Afortunadamente, el programa de Apruebo Dignidad incluye una gran diversidad de temas, como la reconversión de zoológicos, el reemplazo de la tracción a sangre, el mejoramiento de una serie de normativas en favor de los animales, y otros que fueron parte de un proceso programático en el que muchos trabajamos.

Pero el tema no quedó ahí, también fue parte de debates, e incluso de palabreos, como cuando Gabriel le enrostró a Kast en el último debate presidencial que él, en su tiempo de diputado, había sido el único en votar en contra de la Ley Cholito.

Es así por tanto como el tema animalista se posiciona como una vara moral más, e incluso parte del discurso de triunfo, con aquella frase que quedará para el recuerdo: “Gracias a los niños y niñas que a lo largo de este viaje nos llenaron de cariño y de esperanza, de dibujos hermosos que expresaban con inocencia y esperanza el Chile que sueñan. Un Chile verde y de amor, que cuide la naturaleza y los animales”.

Y sí, la relación entre la empatía, algo natural en la niñez y que tanta falta nos hace de adultos, así como también el medio ambiente y el amor, tiene total relación en cómo tratamos y nos relacionamos a los animales, y por eso cuesta también entender por qué la gran desazón los últimos días de campaña, en cuanto a la mutación en el discurso de nuestro futuro presidente con un tema tan insigne en el movimiento por los derechos animales, y con un apoyo transversal para su término de parte de la ciudadanía, como es el Rodeo. ¿Qué pasó ahí, Gabriel?

Kast y la derecha fueron y seguirán siendo la representación de las viejas tradiciones, del rodeo, de las carreras de perros, del animal como mueble u objeto. Y porque el mismo Gabriel, en septiembre pasado, dijo esperar que “éste sea el último año con maltrato animal y rodeo”. Porque se entiende que, así como el concepto “minería verde” seria un oxímoron, el “respeto animal” y la permanencia de tradiciones y actividades que producen sufrimiento animal y no encuentran asidero alguno ni justificación más que en una egoísta y cruel entretención de pocos, es una total contradicción. Por ello que su respuesta en el debate Anatel sobre el tema, y de “compatibilizar el avance de los tiempos con el respeto animal y las tradiciones”, resultó, a lo menos, decepcionante.

Muchos entendimos que el moderamiento del discurso de cara a la segunda vuelta era necesario para llegar a ciertos sectores, pero también existen límites. Incluso si pensamos en términos de números y votos, cuando tenemos como respaldo la Encuesta Adimark del 2016 en donde el 87% de chilenos no se identifica con el rodeo. Cuando pensamos además en la gran cantidad de iniciativas patrocinadas y apoyadas por parte de parlamentarios de Apruebo Dignidad en contra de esta actividad de evidente maltrato animal. Esperemos que, en este tema, el conservadurismo no alcance al futuro gobierno.

El año 2021, se presentaron 16 proyectos de ley a favor de los animales en el congreso, y 64 convencionales electos se comprometieron con incluir a los animales en la nueva constitución, y recientemente la Iniciativa Popular de Norma 1650 “No Son Muebles” reunió 15 mil firmas de la ciudadanía que quiere que los animales sean incluidos en el proceso constituyente. El animalismo ya no es un tema de unos pocos o de última categoría, y eso se debe reflejar a la hora de gobernar un país. Por algo la relevancia en medios de nuestro primer perro presidencial, amado por todos, y con una gran influencia canalizada por parte de sus humanos, Brownie, ¿o no?

Este nuevo gobierno tendrá la ventaja de haber sido levantado desde promesas de temas urgentes y de que los gobiernos y las generaciones anteriores no se hicieron cargo, como es el feminismo, la lucha contra la crisis climática, y también los animales. Porque el triunfo de Gabriel no es solo de Gabriel, es de toda una generación de cambio que considera que la empatía y el respeto son algo fundamental. Para erradicar la violencia en nuestra sociedad, también hay que considerar todos aquellos aspectos en que ejercemos violencia contra “otro”, y dentro de esos “otros” se encuentran los animales.

Camila Ahumada Ortiz

Egresada en Derecho, Diplomada en Ética, Protección y Legislación Animal

Jefa de Incidencia Fundación Vegetarianos Hoy