En la semana se conmemoró el 95° aniversario de Carabineros de Chile, institución señera en la vida nacional que vive tiempos complejos, y por lo mismo, desafiantes. Por ello, unos piden su reforma, en tanto que otros su reestructuración o refundación.
Con ocasión de este aniversario, su general director, Ricardo Yáñez, tuvo expresiones trascendentes, de interés público y que invitan a la reflexión. En su alocución sostuvo que una reforma no va a solucionar el fenómeno delictual que atraviesa el país. Una verdad del porte de una catedral y que bien vale la pena destacar para que nadie se mueva a engaño. Efectivamente, cualquier reforma, reestructuración o refundación que se haga será absolutamente insuficiente si no abordamos otras esferas.
Lo dijo con meridiana claridad cuando -a propósito del fenómeno delincuencial que nos afecta desde hace tiempo- nos recuerda “que actuamos sobre los efectos de la desviación social y no sobre sus causas”. Esta reflexión es clave: mientras no encaremos las causas de lo que está ocurriendo, no hay reforma, ni refundación, ni reestructuración que valga.
Ese es el tema y me recuerda cuando tiempo atrás un gobernante afirmó que para enfrentar el hacinamiento carcelario al término de su gobierno iba a duplicar la superficie de las cárceles. Incrementó sustancialmente la capacidad de las cárceles, pero así y todo el hacinamiento persistió y sigue persistiendo. De nada sirve aumentar la capacidad de nuestras cárceles si vivimos en una sociedad que produce delincuentes a una tasa que supera con creces la capacidad de incrementar la capacidad de sus cárceles. Generamos más delincuentes de los que podemos recibir en nuestras cárceles. Ello explica que muchos delincuentes en vez de estar dentro de las cárceles, están fuera de ellas haciendo de las suyas.
Tendemos a irnos por la tangente, por lo más fácil, lo más simple: endurecer leyes, aumentar los efectivos policiales y militares, refundar o reformar instituciones. No va por ahí la micro.
El general director de Carabineros no se guardó nada al afirmar que «los fenómenos sociales que nos afectan son producto o resultado de la incapacidad de adaptación a la convivencia social y a la falta de entendimiento que resiente la tan anhelada seguridad y paz social». Concluye añadiendo que “la sola reforma a Carabineros no va a solucionar el problema».
Explícitamente nos dice que estamos ante un modelo de sociedad que no provee seguridad ni paz social. La convivencia social y la falta de entendimiento se encuentran en remojo. Creo que da en el clavo: nos invita a repensar el país en que vivimos. Tarea en la que presumo se encuentra la Convención Constituyente.
Lo señalado no implica que Carabineros de Chile no requiera una reforma sustantiva, particularmente en lo que concierne a su subordinación al poder civil, a los protocolos vinculados al uso de la fuerza, al respeto irrestricto a los derechos humanos y a la auditoría de los cuantiosos recursos que manejan.
Pero ojo, que no se crea que con la sola reforma los problemas de delincuencia que enfrenta el país se resolverán. Es condición necesaria, pero no suficiente. La reforma debe ser acompañada por un nuevo modelo de sociedad. Un modelo de país que no tenga que andar pensando en tener más policías para enfrentar la delincuencia, sino que en mejores policías, pero por sobre todo, eliminar las causas de la delincuencia y de la desintegración social que nos está caracterizando.
Una sociedad que en vez de pensar en tener más cárceles, esté pensando en qué hacer con las cárceles que se están vaciando, como es el caso de Holanda.