Nos despertamos con la noticia de que Rusia iniciaba una operación militar en Ucrania, cuyo objetivo es devolver a esta ex república soviética a la influencia de Moscú. Desde 2014 y después de la anexión de Crimea por parte de Rusia se inició un conflicto armado en la región del Donbass, exactamente en Lugansk y Donetsk donde murieron miles de civiles inocentes.
El país sigue dividido entre la parte de influencia rusa, que quiere buenas relaciones con Moscú, y los gobiernos que nacieron de los sucesos del Maiden, que prefieren una integración económica en la Unión Europea y en la OTAN.
Con la desaparición de la URSS, el espacio postsoviético ha vivido una importante convulsión política y económica. Desde la guerra de Nagorno Karabaj hasta los conflictos de Chechenia y Georgia; después la expulsión de Rusia del G8 y las sanciones que han derivado de la crisis de Ucrania.
Si queremos realmente una solución digna frente a las invasiones militares que han ocurrido desde el nacimiento del nuevo orden internacional en 1945, no podemos permitir a ningún país grande expandir sus fronteras a costa de uno más pequeño. Allí tenemos el problema de los 17 territorios no autónomos pendientes de descolonización. El caso del Sahara Occidental es triste y clamoroso como es el caso del Tibet y de la Polinesia Francesa. Las potencias con derecho a veto en el Consejo de Seguridad han impedido la solución de conflictos que llevan más de 50 años. El caso de Palestina, del Golán sirio o de las Malvinas son ejemplos claros de la derrota del derecho internacional frente a la fuerza.
El presidente de Rusia, Vladimir Putin, quiere imponer su fuerza a Ucrania como lo hizo Estados Unidos con Bush en su invasión a Irak en el año 2003, donde no aparecieron las armas de destrucción masiva. El hablar de cambiar un sistema político, porque es una dictadura y no respeta los derechos humanos, ha sido siempre el pretexto para iniciar una guerra. A Venezuela, por ejemplo, se la ha impuesto un bloqueo económico para derrocar el actual Gobierno, en cambio Arabia Saudita es una monarquía absoluta donde gobierna una familia y, a pesar de eso, no tiene ningún tipo de sanciones. El caso de Vietnam y China son gobernados por un sistema político de partido único y no se les niega el derecho al comercio.
Si queremos un orden internacional justo, debemos respetar la soberanía de cada país. La intervención a través de la guerra es una amenaza a la paz y la seguridad internacional. México, con su voto contrario a la ocupación militar de Ucrania, demostró su apego a la no injerencia y su rechazo a cualquier ocupación.
La resolución 1973 de 2011, aprobada con diez votos a favor y cinco abstenciones, con el objetivo de proteger a los civiles en Libia, terminó derrocando a Gadafi y sumiendo a aquel país en una guerra civil con miles de refugiados muertos en el Mediterráneo. Allí fue la intervención de la OTAN la que decidió el resultado militar de tal contienda. En los sucesos de Gdeim Izik anteriores a la crisis libia, en el Sahara Occidental, Marruecos quemó el campamento de la dignidad saharaui ocasionando víctimas civiles y nadie movió un dedo. México como siempre convocó al Consejo de Seguridad para condenar a Marruecos y Francia presentó el derecho de veto permitiendo que solo se deplorara la violencia, sin ningún tipo de consecuencia para el agresor.
Si una potencia con derecho a veto viola el derecho internacional, la soberanía de un país, y la ONU se queda sin capacidad, paralizada, ¿de qué sirven, entonces, la soberanía, el derecho a la autodeterminación y el estatus de Territorio no Autónomo, si países como Estados Unidos, China, Rusia, Francia y Reino Unido lo pueden bloquear con su derecho de veto como sucede en el Sahara Occidental?.
Ucrania debe ser respetada y escuchada, nadie debe imponer sus deseos a un país soberano. Quienes desde el exterior promueven la inestabilidad y la guerra deben de entender que las relaciones internacionales se construyen desde el diálogo y la negociación. No hacerlo es perpetuar los conflictos y las ocupaciones militares contra países pequeños y de menos habitantes como es el caso del Sahara Occidental, Tíbet y el Kurdistán.
Ucrania no debe enemistarse con ningún país vecino, su posición geoestratégica debe ser el bálsamo que cure sus heridas desde el respeto a sus diversas regiones. Rusia, Estados Unidos y la Unión Europea deben encontrar el camino de la solución que salve a este país de la guerra, la destrucción y el refugio. Las lecciones de Siria, Libia e Irak siguen intactas en nuestra memoria. La paz es necesaria en Europa y en un mundo que sigue su lucha diaria contra la pandemia.