Por Sergio Rodríguez Gelfenstein
El Consejo de Seguridad de la ONU no logró aprobar una resolución contra Rusia, que la vetó. Así funciona la estructura de poder mundial, mientras no se cambie y surja algo mejor. Lo cierto es que las Naciones Unidas, tal como está hoy, no tiene razón de existir, es incapaz de evitar la guerra, mucho menos un genocidio cuando el que lo comete es una potencia global. La semana pasada, una cosa condujo a la otra, y ante la imposibilidad de que los organismos multilaterales, el derecho internacional, el diálogo y la negociación consiguieran evitar el exterminio humano, la guerra (que es la continuación de la política por otros medios) hizo su aparición como vía de consagrar el primer derecho humano: el derecho a la vida. ¡Que paradójico!
En estos primeros días de la denominada operación especial de las Fuerzas Armadas de Rusia, la característica fundamental ha sido el avance arrollador y sin grandes contratiempos de las fuerzas armadas de Rusia y sus aliados de Donetsk y Lugansk en la profundidad del territorio ucraniano. El parte de hoy del ministerio de Defensa de Rusia arroja que 1533 instalaciones de infraestructura militar, entre ellas 54 puestos de control y comunicación, 39 complejos de defensa antiaérea, 52 radares, 484 tanques, 58 aviones, 63 sistemas de lanzacohetes múltiples, 217 piezas de artillería, 336 vehículos y 47 drones han sido destruidos. Un resultado devastador para cualquier ejército en una semana de “combate”. Mientras tanto, la actividad principal de las fuerzas armadas ucranianas ha sido rendirse, no se sabe si es porque no están dispuestos a inmolarse por Washington y Bruselas, por miedo o por la superioridad avasalladora de Rusia.
El operativo ruso está diseñado en 4 direcciones:
1. El Frente Sur actuando desde Crimea, el Mar de Azov y el Mar Negro avanza hacia el norte, tomando las importantes ciudades de Jersón y Melitópol y han bloqueado cualquier posibilidad de las fuerzas navales de Ucrania en el mar de Azov. Así mismo, capturaron la central nuclear de Zaporozhie.
2. El Frente Central, en coordinación con las Fuerzas de Defensa de Donetsk y Lugansk han roto las defensas de los nacionalistas, avanzando hacia el oeste, liberando alrededor del 50% de sus territorios en la perspectiva de unirse en las próximas horas con las fuerzas rusas del Frente nororiental.
3. Frente Nororiental. Atacando desde la región Belogorod-Kursk han ocupado un amplio frente de alrededor de 400 Km. y una profundidad de entre 40 y 100 Km. tomando Járkov, la segunda ciudad del país. Su flanco derecho se acerca rápidamente a Kiev desde el noreste.
4. Frente noroccidental. Irrumpiendo desde el norte de Rusia y Bielorrusia, han evolucionado aceleradamente tomando la ciudad de Chernihiv y la abandonada central nuclear de Chernobil, acercándose a la capital y entrando a sus suburbios por el norte y el oeste.
El escenario de los combates muestra la total incapacidad de Ucrania para resistir el embate ruso. Llama la atención que en comparación con la aplastante destrucción de medios militares, las pérdidas humanas han sido despreciables dada la magnitud de la operación en fuerzas y medios. Hasta ahora, las bajas rusas alcanzan al 17% de las ucranianas. La mayor resistencia se ha producido por parte de los batallones nazi fascistas a quienes la OTAN les ha dado el aval para seguir masacrando a la población civil que hasta ahora ha puesto la mayor cifra de muertos y heridos.
En el terreno diplomático, el gobierno ucraniano está retrasando la negociación esperando que la UE y la OTAN acudan en su ayuda por lo que trata de “comprar tiempo” suponiendo que las sanciones van a erosionar y hacer colapsar la economía interna de Rusia generando malestar y rompiendo la unidad interna del país. Ni lo uno ni lo otro ha ocurrido. Al contrario, según la encuestadora FOM, el nivel de confianza de los ciudadanos en el presidente Putin aumentó de 60 a 71% en una semana.
El avance ruso en el terreno de las acciones militares hace que cada día las capacidades negociadoras del gobierno de Ucrania sean menores. En este momento, solo cuenta con el apoyo de Occidente y de la OTAN y el impacto que puedan tener las sanciones contra Moscú. De ahí la imperiosa necesidad que tiene Rusia de no empantanarse en el terreno militar.
El apoyo de Estados Unidos, la OTAN y la UE a Ucrania, además de manifestarse en el ámbito de las sanciones, se circunscribe al envío de “armas, dinero y ayuda humanitaria” según informó el presidente Biden, pero no van a participar contingentes militares de la OTAN. En este contexto, las armas que se están enviando tendrían que ser usadas por los ucranianos que deseen combatir, el problema es que estos están siendo aniquilados o se están rindiendo.
Esto entraña un nuevo y superior peligro: las armas están llegando a las bandas nazi fascistas que las están recibiendo sin control, con lo que una vez más, al igual que en Afganistán, Siria, Libia y Yemen en pocas semanas habrán engrosado las filas del terrorismo internacional, generando un componente militar para las fuerzas políticas de ultra derecha que están emergiendo en Europa algunas de las cuales ya tienen representación parlamentaria y el control de gobiernos locales. Esta vez, los terroristas no tendrán que atravesar ningún mar ni grandes distancias para instalarse en territorio europeo. Ahí están.
En esta medida, la perspectiva en la mesa de negociaciones no es muy auspiciosa para Ucrania toda vez que –como se dijo antes- sus capacidades se van menoscabando con el tiempo. Por ello, Ucrania y en particular Zelenski también necesitan una pronta solución, toda vez que la prolongación del conflicto, pondrá en juego su propia estabilidad y la del gobierno. Sería indeseable para él, que al final, sea otra administración la que termine negociando con Rusia, en un país devastado económicamente y hastiado de una guerra innecesaria, solo alimentada por una minoría xenófoba y racista que ha encontrado sustento de Washington y Bruselas para llevar adelante sus propios designios.
La explicación de la negativa de la OTAN de involucrarse militarmente en el conflicto, tal vez tenga su origen en que la victoria en una guerra moderna no viene dada por la posesión y/o control de los mares como ha ocurrido durante los últimos cinco siglos. En esa medida, la posesión de portaviones y bases militares a lo largo de todo el planeta no garantiza superioridad en términos militares.
El cada vez mayor alcance y velocidad de vuelo de los misiles intercontinentales, pero también los de alcance medio y corto, hace innecesario el acercamiento a un objetivo para aniquilarlo o neutralizarlo. He ahí donde reside el poder bélico en tiempos recientes. En este ámbito, la posesión de la tecnología que ha posibilitado la construcción de misiles hipersónicos es el elemento decisivo.
En esta disputa, solo tres países: Rusia, China y Estados Unidos han logrado estándares superiores respecto de cualquier otro país, mientras que Europa está a años luz de acercarse a una tecnología que le permita competir en este terreno. En la triada de líderes, precisamente es Rusia la que ha alcanzado la técnica, el know how y un desarrollo científico tan avanzado que ha logrado construir misiles que vuelan a más de 6.000 km. por hora, siendo además imposibles de detectar por los radares toda vez que se desplazan a muy baja altura.
Sobre este asunto, vale la pena conocer la opinión de Justin Bronk, investigador del Royal United Services Institute de Gran Bretaña quien opina que: “Chinos y rusos no están preocupados por las capacidades de defensa antimisiles actuales de Estados Unidos, sino por las próximas fases”. Y continúa: “Con esta tecnología, intentan enviar un mensaje de alguna manera disuasorio a Estados Unidos. Intentan decirle: ´Es inútil que sigan por esa senda, que desarrollen una nueva generación de defensa antimisiles balísticos, porque nosotros hemos abierto otro camino`”. Desde su mirada, aunque Washington dispone de una clara ventaja defensiva, esta no es suficiente como para neutralizar un eventual ataque múltiple contemporáneo.
Tal vez sea por esto que el pasado martes 1° de marzo en una comparecencia ante el Comité de Servicios Armados de la Cámara de Representantes de Estados Unidos -en medio de la ofensiva rusa en Ucrania- el jefe del Mando Norteamericano de Defensa Aeroespacial (NORAD, por sus siglas en inglés), general de aviación Glen D. VanHerck, señaló que China va 10 veces por delante en el desarrollo de armas hipersónicas. Se podría recordar además, que Rusia está mucho más adelantada que China.
Ya en noviembre del año pasado, las fuerzas armadas rusas probaron con éxito el misil hipersónico 3M22 Zircón (Tsirkon, en ruso) que puede ser utilizado desde un bombardero Tu-22M3, desde una plataforma terrestre y desde unidades de superficie de la Armada, alcanzando una velocidad de entre 10 mil y 11 mil kilómetros por hora. Pocos días después de esta prueba, comenzó la fabricación en serie de dicha arma.
Tal vez fue esto lo que llevó al secretario general de la OTAN, Jens Stoltenberg a decir que la organización no enviaría tropas a Ucrania, dejando a Kiev a su libre albedrío. El problema para la OTAN es que no es lo mismo producir un genocidio contra un pueblo inerme que tener que enfrentar a uno de los ejércitos más poderosos del mundo, a los vencedores de Napoleón y de Hitler.
Por eso Occidente se “contenta” con aplicar “las sanciones más amplias de la historia” al decir del presidente Biden. Parecieran no tener otro “argumento”. La mala noticia es que Rusia tendrá que pagar -una vez más- y al igual que durante la segunda guerra mundial, el precio más caro para evitar la expansión imperial, esta vez de Estados Unidos. La buena noticia es que Estados Unidos y la OTAN por primera vez perdieron una guerra como bloque, al enfrentar a otra potencia global.
Un poco de sensatez emergió del atribulado cerebro de Joe Biden cuando aceptó que la otra opción era iniciar la tercera guerra mundial. Mucha más cordura manifestó el ministro de economía de Alemania Robert Habeck quien en un acto, no se sabe si de realismo o desfachatez y cinismo dijo que las sanciones contra Rusia harán un daño enorme a su economía pero que tenían que asegurarse de “no imponer sanciones que nosotros mismos no podríamos soportar”. En palabras claras eso significa que deben hacer sufrir en extremo al pueblo ruso, pero no tanto como para que el presidente Putin se enoje y les cierre la llave del gas.