Estamos a pocos días del regreso a clases en Chile, esperando que haya consenso en que estas sean presenciales porque las consecuencias de la pandemia y de las clases online han sido devastadoras, especialmente para la gran mayoría de estudiantes que no tienen acceso a buena conectividad ni a dispositivos para asistir a clases a distancia. Además de la pérdida de aprendizajes de materias cognitivas, la ausencia de instancias de socialización afecta por igual la formación socioemocional de niñas, niños y jóvenes.
En estas circunstancias es bueno detenernos en un instrumento educativo, el Reglamento Interno, que más parece una exigencia administrativa, impuesta por las autoridades centrales del Ministerio de Educación, que un documento determinante en la formación o deformación de los miembros de las comunidades educativas, en especial, las y los estudiantes.
El Reglamento Interno de un establecimiento educacional es una exigencia legal establecida en el Artículo 9° de la Ley N°20.370 General de Educación para todos que aquellos que tienen reconocimiento oficial. Los componentes mínimos están definidos en la Circular N°482 de la Superintendencia de Educación.
El Reglamento Interno es un instrumento que debiera ser elaborado por los miembros de la comunidad educativa, sin embargo, en general, su génesis es poco participativa y, en gran medida, desconocido por docentes, apoderados, estudiantes y auxiliares de la educación. Se utiliza principalmente para normar conductas e imponer sanciones desperdiciándose una gran oportunidad de potenciar las relaciones entre los miembros de la comunidad contribuyendo en la creación de capacidades y hábitos de convivencia.
Los reglamentos internos, según lo establece la Superintendencia de Educación en la referida circular, deben respetar los principios que inspiran el sistema educativo nacional, siendo particularmente relevante los siguientes: la dignidad del ser humano, el interés superior del niño, niña y joven, no discriminación arbitraria, legalidad, justo y racional procedimiento, proporcionalidad, transparencia, participación, autonomía y diversidad y responsabilidad.
En Fundación Semilla hemos planteado reiteradamente la necesidad de repensar la educación con los aprendizajes que nos ha dejado la pandemia de COVID-19. Nunca antes existió una situación anómala de carácter universal que dejara de manifiesto las falencias de los sistemas educativos que repiten la misma fórmula, con pequeñas variaciones, desde el siglo XIX. Y, en el caso de los reglamentos internos, abandonar la idea de que son manuales de disciplina y entenderlos como modelos de participación que son la nueva convivencia y la nueva ciudadanía.
Marzo y el regreso a clases es una buena oportunidad para que cada comunidad educativa trabaje los aprendizajes que nos dejó la pandemia, evitando volver a la vorágine de los resultados en la prueba SIMCE o PTU. Reconocer que niñas, niños y jóvenes aprenden más cuando la educación es participativa y desarrollan buena convivencia. Y en este proceso revisar el Reglamento Interno puede ser un excelente comienzo del año escolar.