Fuente: Jorge Agurto. Servindi.
Desilusiona que miles de compatriotas que se sumaron con entusiasmo a la candidatura de Pedro Castillo Terrones hoy se ven decepcionados por su falta de manejo político para gobernar con un mínimo de eficiencia y viabilidad democrática.
No se trata de exigirle un gobierno revolucionario y menos socialista, sino que demuestre que los sectores populares y democráticos pueden hacer las cosas con mayor racionalidad y ecuanimidad que la derecha vetusta y neoliberal anclada en el pasado.
La confesión de que está «aprendiendo a gobernar» no es mala. Es sincera. Ninguno de los expresidentes anteriores –excepto el corto gobierno de Valentín Paniagua– supo gobernar y todos purgan procesos ante la ley por sus fechorías.
El único que no purga nada es Alan García Pérez, quién prefirió el suicidio como escape al vergonzoso suicidio político de su monumental ego y la quiebra y desaparición histórica del partido APRA que ya había reemplazado en los hechos por el Alanismo.
«el tema de fondo es cómo las representaciones populares adquieren la capacidad de gobernar, de qué manera un sujeto político histórico puede conducir al país por un camino viable y democrático, que proteja los bienes comunes y defienda los intereses de las mayorías».
Por esto, el tema de fondo es cómo las representaciones populares adquieren la capacidad de gobernar, de qué manera un sujeto político histórico puede conducir al país por un camino viable y democrático, que proteja los bienes comunes y defienda los intereses de las mayorías.
El tema se vuelve más complejo si consideramos que el Estado Nación y el sistema democrático formalmente vigente no es viable en el país y urge cambiarlo por un nuevo sistema edificado “desde abajo”.
Este nuevo poder, sería en esencia un «no poder» que debe cimentarse en el protagonismo y la autonomía de las comunidades y la libredeterminación de los pueblos indígenas u originarios.
Pero era demasiado complicado exigirle todo esto al humilde profesor cajamarquino. Lo que sí eran requisitos era practicar la transparencia, la honestidad y la consecuencia en la lucha contra la corrupción.
El gran cambio que prometió Castillo descansaba precisamente en el orden ético, en cimentar una moral a prueba de fuego y diferenciarse así de los gobiernos anteriores.
Para la conducción del gobierno podía apoyarse en diversas agrupaciones políticas democráticas, la academia y personal calificado de la propia institucionalidad estatal.
Parecía que Castillo entendía esto cuando cayó el primer gabinete encabezado por Guido Bellido y lo reemplazó -con buen reflejo- por uno presidido por Mirtha Vásquez.
A pesar de la mediocridad de la cúpula cerronista de Perú Libre que pataleó por su derecho a una cuota de poder, Castillo nombró a Pedro Francke en Economía y Finanzas y luego a Avelino Guillén en el sector Interior.
El cisma y la desconfianza se ha generado por no secundar la propuesta de cambios propuesta por Avelino Guillén para impulsar modificaciones que permitan darle mayor transparencia, eficiencia y profesionalidad a la Policía Nacional del Perú.
Entre un hombre probo e intachable como Guillén –quién llevó a prisión a Alberto Fujimori Fujimori– Castillo eligió mantener personal PNP proclive a sus andanzas y manejos. Este ya no es un problema de gobierno sino de ética política y marca un parte de aguas en su desempeño público.
Junto con Avelino Guillén, se va no solo Mirtha Vásquez, sino también Pedro Francke.
«Este ya no es un problema de gobierno sino de ética política y marca un parte de aguas en su desempeño público».
Volviendo al problema de fondo
El maestro Felipe Torres Andrade comenta en Facebook que “la ausencia de una organización política que lo respalde y lo asesore facilitó la labor de los oportunistas de derecha e izquierda que hoy tienen capturado al Presidente Pedro Castillo».
“Antes que profesionales y técnicos corruptos el Ejecutivo necesita gente con ética, honradez y moral comprobada”, culmina el comentario del lúcido profesor.
El problema es qué organización política está en la capacidad de construir un plan de gobierno adecuado y pertinente a las necesidades históricas del país y prepara dirigentes éticos y capaces de llevarlo a cabo.
Perú Libre es gobernado por una cúpula aferrada a un ideario sectario, anclado en el pasado, que no incorpora temas trascendentales como la agenda climática, ambiental y de género, por citar solo algunos.
El sociólogo Roberto Espinoza se tomó el trabajo de analizar las falencias del Ideario y Programa de Perú Libre (1), así como del Plan de Gobierno del primer gabinete encabezado por el cerronista Guido Bellido (2).
La visión maniquea de los cerronistas los lleva a recusar la agenda de las organizaciones no gubernamentales a las que califican absurda y tontamente de “caviar”, una palabreja que usan a diestra y siniestra –con la derecha recalcitrante– para descalificar a lo que no encaja en sus moldes seudodoctrinarios.
Por esto, en lugar de ganar adeptos y fortalecer su bancada parlamentaria, la cúpula cerronista expulsó a importantes cuadros políticos como Dina Boluarte, Betssy Chávez y provocó la renuncia de Guillermo Bermejo y Roberto Kamiche.
A pesar de todos sus defectos y limitaciones, a Perú Libre debemos reconocerle el enorme mérito –de la mano de Pedro Castillo– de interpretar el anhelo de cambio del pueblo y así derrotar a la derecha y todo su poder mediático millonario.
Tuvo el enorme acierto de cerrarle el camino a la derecha retrógada en el año del Bicentenario de la independencia y tenía en sus manos la oportunidad histórica de demostrar que se pueden hacer mejor las cosas.
Pero los cambios de última hora y la incertidumbre política abren posibilidades a nuevos embates que pueden hacer retroceder los pocos avances logrados en los últimos años.
Los cambios de gabinete ocasionan que las gestiones se interrumpan, se suspendan así sea momentáneamente acuerdos y compromisos, y se pierda un valioso tiempo que vale mucho en materia de gestión pública.
La hegemonía: un tema clave
Lo cierto es que ninguna organización política sigue el camino del amauta José Carlos Mariátegui La Chira, quién -coincidiendo con Antonio Gramsci– dedicó sus energías a la educación política del pueblo.
Ambos maestros tenían la plena convicción de que la labor de educación y propaganda era clave para formar una nueva conciencia ciudadana. Entendían la política como un liderazgo ético-moral y la cimentación de una nueva cultura.
Para ello era fundamental desarrollar un sentimiento y conciencia de clase forjando el Frente Único. Al respecto el amauta Mariátegui escribió:
“El movimiento clasista, entre nosotros, es aún muy incipiente, muy limitado, para que pensemos en fraccionarle y escindirle. Antes de que llegue la hora, inevitable acaso, de una división, nos corresponde realizar mucha obra común, mucha labor solidaria. Tenemos que emprender juntos muchas largas jornadas. Nos toca, por ejemplo, suscitar en la mayoría del proletariado peruano, conciencia de clase y sentimiento de clase. Esta faena pertenece por igual a socialistas y sindicalistas, a comunistas y libertarios. Todos tenemos el deber de sembrar gérmenes de renovación y de difundir ideas clasistas. Todos tenemos el deber de alejar al proletariado de las asambleas amarillas y de las falsas «instituciones representativas». Todos tenemos el deber de luchar contra los ataques y las represiones reaccionarias. Todos tenemos el deber de defender la tribuna, la prensa y la organización proletaria. Todos tenemos el deber de sostener las reivindicaciones de la esclavizada y oprimida raza indígena. En el cumplimiento de estos deberes históricos, de estos deberes elementales, se encontrarán y juntarán nuestros caminos, cualquiera que sea nuestra meta última” (3).
Para la construcción del frente único Mariátegui concedía especial importancia al periodismo y a la labor de propaganda. Con motivo del 1 de mayo en 1929, Mariátegui escribió:
“Es preciso que el proletariado, lo mismo que se acostumbra a comprar el periódico burgués, deba comprar, leer y difundir el periódico de su clase. Porque así como la burguesía tiene su prensa, el proletariado debe tener la suya, que es la única que podrá defender sus intereses, denunciar los abusos que con los trabajadores se comete y servirá como el mejor medio, por hoy, de hacer propaganda de organización” (4).
Los sectores progresistas, sean o no de izquierda, no podrán satisfacer las necesidad de cambio estructural sino vuelcan su mirada a la realidad, se dedican a la docencia política, a la construcción programática y promueven la formación de dirigentes con valores, honestos y capaces, capaces de librar las batallas políticas que el presente nos exige.
Fuente foto: Peru21.
Notas:
(1) Espinoza, Roberto: Perú: más derechos y democracia, nunca menos. Ver artículo en Servindi: https://www.servindi.org/15/04/2021/analisis-critico-pero-propositivo-para-que-castillo-derrote-al-fujimorismo
(2) Espinoza, Roberto: Pueblos originarios y el Plan Bellido: retórica, vacíos y peligros. Ver artículo en Servindi: https://www.servindi.org/actualidad-opinion/01/09/2021/pueblos-originarios-y-el-plan-bellido-retorica-vacios-y-peligros
(3) Mariátegui La Chira, José Carlos: El 1° de Mayo y el Frente Unico. Publicado en El Obrero Textíl, vol. V, No. 59, Lima, mayo 1, 1924.
(4) Mariátegui La Chira, José Carlos: Manifiesto a los trabajadores de la República lanzado por el Comité 1º de Mayo. Publicado en el periódico “Labor», Nº 8, pág. 8, Lima, 1º de mayo de 1929.