A la hora de señalar a vencedores y derrotados de las recientes elecciones para renovar la mesa directiva de la Convención Constitucional, se concluye que quienes ganaron son solo aquellos que obtuvieron la presidencia y las vicepresidencias de esta entidad, los cuales permanecerán en sus cargos los seis meses que le quedan de trabajo a los 155 constitucionalistas para arribar a una propuesta de nueva Carta Magna.
En un espectáculo que para muchos resultó bochornoso, o más propio de los que nos brinda habitualmente la clase política, durante dos largas y tediosas jornadas se sucedieron diez votaciones para elegir a María Elisa Quinteros como a Germán Domínguez, después de que se fueron descartando al menos diez o quince nombres que no alcanzaron el número de 78 votos que exige el Reglamento para nominar a sus máximos directivos. Dos nombres que no estaban, desde luego, entre los favoritos iniciales y que terminaron imponiéndose por los vetos recíprocos que se manifestaron entre las agrupaciones políticas y sociales de izquierda. Es decir, los que constituyen, como sabemos, una amplia mayoría que poco le faltara para reunir los dos tercios de los integrantes de la Convención al momento de ser elegidos por un referéndum.
Todos los partidos, además de los de derecha, se vieron forzados a elegir a dos integrantes del llamado mundo social y de posiciones posiblemente más radicales y, por supuesto, más libres que las representadas por las colectividades políticas, referentes que parecen abocados a asegurarse cuotas de poder dentro de la Convención Constitucional más que propiciar directrices ideológicas en la definición de nuestra próxima Carta Magna.
El Frente Amplio del electo presidente Gabriel Boric, tanto los comunistas que constituyen en principal conglomerado del que será su próximo Gobierno, no corrieron unidos en las negociaciones para elegir a las principales cabezas de la Convención. Menos todavía pesaron los representantes del Partido Demócrata Cristiano, el PPD, el Partido Radical y de los socialistas que tienen la esperanza de quedar incluidos dentro de alguno de los “círculos concéntricos” trazados para albergar a todos los que aspiran a cargos de gobierno. Aunque así no lo reconozcan los partidos de la centro izquierda están sin fuerza significativa dentro de la Constituyente. Lo que tanto se probó en la vorágine de votaciones y escrutinios, cuando una militante del PS que había logrado concitar voluntades para llegar a ocupar la presidencia de esta entidad, fue descortés y prontamente descartada simplemente por un trascendido de la prensa que la acusó de tener problemas pendientes con la Contraloría General de la República, dado su presunta administración dolosa durante su desempeño como alcaldesa.
Es relevante destacar el hecho de que María Elisa Quinteros haya obtenido al justo en número de votos para ser elegida gracias al apoyo que le otorgó un independiente de la Derecha, como también a la noble y generosa decisión del abogado Roberto Celedónal de votar por ella y no por sí mismo como lo venían haciendo todos los competidores dentro de esta maratón de ambiciones.
Dada su precariedad en el número de constitucionalistas, los partidos afines al gobierno terminal de Sebastián Piñera y de la candidatura presidencial de José Antonio Kast, solo tuvieron que tomar palco en este espectáculo de divisiones y deserciones del izquierdismo. Aunque solazados de la enorme dificultad que podrían tener sus contendores al momento de acordar cada precepto constitucional. “Si no son capaces de ponerse de acuerdo para definir a sus líderes, decían, menos todavía lograran el apoyo de dos tercios para aprobar cada artículo de la Constitución…”que posteriormente debiera ser refrendado en consulta nacional.
Aunque trascendió que algunos emisarios del Presidente Electo se hicieron presentes en la Convención para ordenar a sus huestes de su abigarrado primer círculo de partidarios, se pudo comprobar cómo los del Frente Amplio desconocieron el acuerdo de apoyar a la que finalmente resultara Presidenta, respaldando para el cargo a Beatriz Sánchez, su antigua candidata presidencial, y que esta vez resultara con un escuálido resultado. Sin calcular que esos dos votos ya señalados anteriormente, y que nadie contara en sus cálculos previos, servirían para ungir a quienes, se estima, no podrán ser fácilmente digitados por el nuevo Ejecutivo ni por todo aquel espectro partidario chileno por instalarse o “repetirse el plato “en el nuevo Parlamento.
Un escrutinio que para muchos puede ser saludable para la independencia que los chilenos reclaman respecto de las decisiones del su Constituyente. Sin embargo, los comunistas fueron asignados como uno de los ganadores de esta jornada electoral, nada más que por haber contribuido con sus votos a la elección de los que resultaran elegidos para la directiva de la Convención, deslindándose del juego fracasado de sus socios del Frente Amplio, como además por haberle negado apoyo a ese Partido Socialista que consideran demasiado “renovado” y hasta neoliberal.
Lo que molestó a muchos fue la expresión de tantas vanidades personales entre los integrantes de la Convención, más allá del legítimo derecho de imponer a sus afines dentro de los cargos directivos, cumpliendo un papel tan relevante a la hora de las definiciones sobre nuestro nuevo orden institucional. Es indudable que en estos dos días que comentamos hubo negociaciones fatales y hasta obscenas en la avidez demostrada por obtener cargos, siendo muy pocos los constitucionalistas que no se prestaron para poner sus nombres “delante de los bueyes”.
De lo que no hay duda es de la total falta de influencia de La Moneda actual dentro de la entidad constituyente. Además de quedar en duda la destreza política (“muñeca”, como se dice) del equipo que luego arribará al Ejecutivo, por estos días abocado a una tarea tan difícil como nominar ministros, subsecretarios, embajadores y tantos otros apetecidos cargos de la confianza del Presidente de la República. Tratando de satisfacer a todos los llegaron en el carro de la victoria o se empeñan en subirse o arrimarse a este.
A todo lo anterior, hay que agregar que esta jornada electoral evidenció también la ruptura que existe entre los que ocupan los escaños reservados para los representantes de los pueblos originarios. Es claro que se expresó una división en al menos dos grupos o facciones que tienen una visión distinta respecto de lo que debiera consagrarse en la letra de la nueva Constitución, pero también en cuanto a la ratificación de lo que se apruebe mediante una consulta a los propios pueblos originarios. Los desacuerdos entre ambos sectores hacen temer incluso, que la nueva mesa directiva pueda ser objetada por los procedimientos que se llevaron a cabo para imponer algunos nombres de estos en desmedro de otros. Diferendo que si se empina podría afectar los quórums necesarios para aprobar por dos tercios de los votos el texto constitucional. La principal trampa que se le impuso al proceso constituyente de parte del Congreso Nacional con la complacencia de algunos parlamentarios de izquierda que ahora arriban al nuevo Ejecutivo.