Por Horacio Mesón
Son más de veinticinco mil las hierbas con propiedades medicinales que hay en nuestro planeta. Mi compacto botiquín cuenta con doce tinturas madres y un par de ungüentos, aunque en el pequeño laboratorio que tengo hay una treintena de frascos con estos preparados hidro alcohólicos. Las que se utilizan habitualmente son tres o cuatro, y para algún tratamiento específico pueden combinarse varias.
El concepto “mi botiquín” tiene una dimensión y volumen mayor a la literal, en él está depositada toda la experiencia y el conocimiento sobre la fitoterapia, el naturismo y sus capacidades curativas. Pero sobre todo y lo más importante es la creencia en sus poderes sanadores, no tengo dudas que si se hace lo que hay que hacer funciona. No tengo siquiera que preguntármelo porque lo sé, es tácito y tiene la potencia de las certezas.
En la casa tenemos también un botiquín clásico, con gasas, cinta adhesiva, agua oxigenada, alcohol, analgésicos, antiinflamatorios, etc. Pero aclaro que sea por mí o por algún ser querido cuando es necesario sanar o calmar recurro a nuestro botiquín de fitoterapia. Esta enredado y enraizado a historias de sanación, de situaciones límite, de vida y de felicidad. Elegiré tan solo una de estas historias que es la más reciente y así podrá comprenderse mi casi fundamentalismo herboristero.
Sucedió hace poco más de un mes a principios de diciembre de 2021, estaba en mí lugar de trabajo atendiendo al público como lo hago habitualmente. Un local comercial de una empresa de químicos industriales, los tres que estamos detrás del mostrador somos vendedores y asesores de los productos que comercializamos. Me encontraba ingresando al local por una puerta interna, veo que se retira un cliente despidiéndose con su mirada por encima del barbijo, fueron instantes.
Una persona un poco más alta que yo de un metro noventa aproximadamente, creí reconocerla pero no, me costaba recordar quien era. Simultáneamente al “escaneo” sin éxito veo el color de su piel, su falta de vitalidad, su demacrada imagen, y sus ojos un capítulo aparte. La opacidad de sus lóbulos con múltiples derrames, sin brillo y que dejaban al desnudo todo su dolor y sufrimiento. En ese mismo momento comprendí que esa persona estaba muy enferma y que por su coloración y aparente ictericia alguno de sus “filtros” no estaba funcionando bien. Mi intuición apuntó al hígado que es mucho más que un filtro.
Cuando se fue, uno de mis compañeros me preguntó si lo había reconocido y le conteste que no, le pregunté quien era. Me respondió que era Cerro, me transmitió en pocas palabras sobre su pérdida de peso (cuarenta kilos) y que se encontraba en un listado a la espera de un trasplante de hígado, solo le estaba funcionando el veinte por ciento del órgano. Ahí nomás y sin dudarlo le comente que tenía algo para decirle y que cuando llegara a casa le grabaría un audio para que se lo reenviara a este señor. Se lo pedí como un favor porque él tenía su número telefónico, me dijo que sí.
Cerro es un buen tipo, bonachón y reservado, amable, y aún sin reconocerlo me sentí comprometido con la situación cuando sus ojos y su figura hablaron a gritos. Tener el conocimiento de que hay algo que pueda ayudar a alguien en su salud y en su vida es un fuerte compromiso que no se debe eludir. Por la tarde de regreso a casa me prepare para grabar el audio prometido, no muy largo, de un minuto aproximadamente, con lo esencial a transmitir. Con voz pausada y un tono emocional amigable comencé:
“Hay una planta que crece a la orilla de las rutas y de los caminos, aquí muy cerca la encontramos en algunos terrenos baldíos, es el Cardo mariano. Gracias al estudio de algunos pájaros semilleros que se detienen en sus flores a comer las semillas descubrieron propiedades únicas y extraordinarias de este maravilloso ejemplar de perfil muy bajo.
Investigando encuentran en sus semillas la Silimarina, un flavonoide con un gran poder regenerador de las células hepáticas nunca visto anteriormente. En poco tiempo con dos tomas diarias se puede duplicar la capacidad de trabajo del hígado y seguir esperando ese trasplante con otra metabolización y asimilación de nutrientes. La he sugerido para cirrosis, hepatitis e hígados grasos y en todos los casos funcionó. Y en todos los casos también se recomendó la consulta a un profesional de confianza”.
Hasta aquí la grabación, al día siguiente mi compañero me cuenta que el mensaje llegó a destino y que un amigo personal de Cerro titular y profesional de una farmacia homeopática le prepararía las sesenta capsulas de Silimarina. Se le abrió el futuro, ya algo había cambiado en él y en su entorno. El hombre agradecía, conmovedor.
Hubo cortos encuentros en este tiempo y hace tan solo unos pocos días lo volví a ver y a simple vista nadie podría decir que tuviera un problema hepático. Ya tenía otro color, otra actitud, estaba distinto y alegre, había recuperado peso y en sus pupilas pequeñas chispas dieron vida a su mirada. Sigue esperando el trasplante manteniendo el tratamiento y además continúa con la Silimarina en el almuerzo y en la cena. Ajustando el estilo de vida y la alimentación favorecerá una pronta recuperación, le sugerí que destierre las harinas, los azucares y el alcohol para empezar. Hay más historias para contar, todas del mismo tenor y en cada una de ellas hay personas muy agradecidas; pero prefiero profundizar en el elegido de este día.
Me siento un corresponsal de ReHuNo, esta red de la que soy parte como humanista y practicante de fitoterapia. Somos un equipo con toda la potencia de su diversidad yendo para el mismo lado, esto se traduce y da fuerzas. Cuando las vocaciones están enlazadas al propósito no pueden suceder más que cosas buenas. Me pasa habitualmente que al poder expresarlas y al tener vías de comunicación y contacto se da la fortuna de cosechar nuevos amigos y amigas permanentemente. Estos vínculos que nacen lo hacen a partir de propósitos de vida, y así va construyéndose paso a paso un nuevo paisaje de formación y una nueva historia biográfica.
El objetivo de este escrito es transmitirles todo lo bueno que tiene este ejemplar del reino vegetal, lleva en la Tierra unos cuantos millones de años más que nuestros cuarenta mil de existencia. Y para motivarme salí hoy temprano del lugar en donde vivo he hice una pequeña incursión en el campo vecino. Es un inmenso triangulo, un paño verde de unas cuatrocientas hectáreas. Recorrí los caminos serpenteados que orillan el arroyo “La Tapera” y el horizonte se vistió de cardos, esto era lo que estaba buscando.
Me topé con un enjambre de cardos que formaban un cerco, un festival. Me arrime sin pincharme, no quise llevar guantes, y comencé a tomar fotografías, cantidad. Pensar que para muchos es maleza o yuyos y para otros son seres extraordinarios, especímenes milenarios con atributos y propiedades casi mágicas que además pinchan.
Para qué sirve el cardo mariano: intoxicaciones y empachos, tratamiento para la hepatitis, cirrosis y otros daños en el hígado como por ejemplo los generados por la quimioterapia. Reduce síntomas de alergias estacionales, reduce los niveles de azúcar en sangre y del colesterol. Debido a sus propiedades antiinflamatorias y diuréticas también es muy beneficioso para el tratamiento de vías urinarias inflamadas, es un acierto tomarlo ante los síntomas de cistitis o prostatitis.
Esta es una planta capaz de hacer más llevaderos los síntomas de la menopausia. Hablamos de los sofocos, de las migrañas intensas, sudores nocturnos, etc. También para desorden o dolores de la menstruación, así como el malestar general. Trata los problemas de circulación sanguínea, ayuda contra el adormecimiento de extremidades e incluso puede utilizarse para tratar varices y hemorroides, ya que cuenta con propiedades estimulantes ideales para estos trastornos. Tiene la capacidad de estimular la circulación venosa, y de forma tópica es perfecto para tratar quemaduras, heridas y llagas algo que debemos agradecer a sus propiedades astringentes.
El nombre botánico del cardo mariano es Silybum marianum. También se conoce como cardo santo, alcachofa silvestre, mariendistel (en alemán) y chardon-marie (en francés) entre muchas más denominaciones. En Alemania la planta se representa a menudo como un símbolo religioso asociado a la Virgen María, el nombre de la especie es “marianum”.
Es oriundo de la región mediterránea y aunque es originaria de Europa también se puede encontrar en el sur de Rusia, Asia Menor y el norte de África. Crece en el norte y sur de América y en el sur de Australia. Los tallos espinosos se ramifican en la parte superior y alcanzan alturas que van desde un metro a tres metros y medio. Sus hojas son anchas con manchas o venas blancas que tradicionalmente se han utilizado en ensaladas, al fruto de la flor se lo tostaba para usarlo como sustituto del café.
El cardo mariano se ha utilizado hace unos dos mil años como un remedio herbal para una variedad de dolencias. Los antiguos griegos y romanos lo usaban para las enfermedades hepáticas y las mordeduras de serpientes. Durante la edad media se recomendaba para tratar las toxinas hepáticas. Plinio el Viejo (23-79 d. C.), médico y naturalista romano del siglo I, escribió sobre su uso y lo consideró una planta excelente para condiciones relacionadas con el hígado.
En un manuscrito medieval alemán publicado en 1533, “The Physica of Hildegarde of Bingense” discutieron los beneficios del cardo mariano. Este fue el primer original herbal escrito en 1150 por Hildegard Bingen, una compositora de música, escritora, teóloga. Ella llamo a la planta “vehedistel”, o cardo de Venus, y documentó los usos de las raíces, hojas y de la planta entera.
En el siglo XVII, el médico y herborista Nicolás Culpeper afirmó que podría ayudar a curar ictericia, y en la década de 1800, las personas la usaban para dolencias en las menstruaciones irregulares, venas varicosas, problemas renales y hepáticos. A pesar de la larga historia del uso del Silybum marianum, no fue hasta 1968 que los investigadores extrajeron la silimarina de las semillas, sugiriendo que podría ser el ingrediente activo de la planta. Posteriormente se descubrió que esta era una mezcla de flavonolignanos. Varios estudios científicos apuntan que el flavonoide llamado silimarina tiene propiedades antioxidantes y antiinflamatorias y otros estudios presentan resultados mixtos.
Es muy conocido que la curación con plantas medicinales es tan antigua como la humanidad misma. La conexión entre el ser humano y la búsqueda de substancias en la naturaleza data de un pasado del cual existe una amplia evidencia procedente de infinidad de fuentes. Las propiedades terapéuticas de ciertas plantas fueron identificadas, pasadas por sucesivas generaciones y con el tiempo se fueron actualizando y descubriendo hasta nuestros días.
Me parece que hasta aquí está bien, dimos testimonios de uso, dimos referencias históricas y científicas, e informamos que los extractos herbales pueden interactuar con algunos medicamentos por lo tanto es recomendable consultar con un profesional de la salud. Casualmente en este momento que doy por terminado este escrito es la hora en que tomo la tintura madre de cardo mariano, sucede que consideré que mi aparato digestivo andaba necesitando tan solo un poquito de “alineación y balanceo”, ja ja já.
Hasta el próximo encuentro.
Nota: Este es el primero de una serie de diez escritos (o: Esta es la primera de una serie de diez notas) con el título “Mi botiquín”, en cada entrega se profundizará sobre una hierba medicinal. Todas tienen historia y están vinculadas a nosotros los seres humanos, han sido parte de la cultura y de la medicina popular en distintas épocas y civilizaciones. Y en la actualidad en este renacer de cosas buenas se las vuelve a descubrir y reconocer.
En hora buena!