El 4 de diciembre de 2000, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 18 de diciembre como Día Internacional del Migrante. Ese mismo día, en 1990, la Asamblea adoptó la Convención Internacional sobre la protección de los derechos de todos los trabajadores migrantes y de sus familiares.
La expoliación de recursos naturales, la falta de voluntad de las clases dirigentes para reactivar la economía, la escasa incidencia de las inversiones en la actividad productiva, así como el neocolonialismo y la corrupción, han llevado a África a una situación de empobrecimiento forzoso con limitada capacidad de recuperación.
La mayor parte de la migración africana tiene como destino países de ese mismo continente. Las crisis económicas, guerras, hambrunas, miseria, precariedad, dictaduras, catástrofes naturales, expoliación de los recursos naturales, etc., provocan un verdadero “efecto expulsión” hacia los países más ricos (menos empobrecidos) de África. Costa de Marfil, Nigeria, la República Democrática del Congo, Sudáfrica, Kenia, Botsuana y Zambia han sido y son tierras que acogen más inmigrantes africanos que Europa.
La otra cara de la moneda la constituye la emigración hacia países europeos. Cada vez son más los africanos que eligen como destino el sur de Europa, España, que por su situación geográfica recibe un gran número de migrantes.
Uno de los problemas relacionados con el fenómeno migratorio es considerar la inmigración como un delito, con su consiguiente criminalización, y no como un derecho: el derecho a la vida y a la supervivencia. Lo contrario implica la adopción de actitudes contra natura como impedir la interrelación natural entre los seres humanos como parte de la evolución de la especie humana.
Imágenes de intentos de salto a las vallas de las ciudades fronterizas de Ceuta y Melilla (España, Frontera Sur de la Unión Europea), de barcos de migrantes sobrecargados, relatos de tragedias de naufragios e interminables listas de números de muertos, se han convertido en un asunto cotidiano en el norte de África, el mar Mediterráneo y en la ruta Atlántica con destino a Canarias.
Según el informe de la OIM (Organización Internacional de las Migraciones) en el 2020 se calcula que hay 281 millones de migrantes internacionales en todo el mundo (lo que supone el 3,6% de la población mundial). El trabajo es la razón principal por la que las personas migran internacionalmente, y los trabajadores migrantes constituyen una gran mayoría de los migrantes internacionales.
El desplazamiento mundial de personas migrantes y refugiadas está en un nivel récord, el número de desplazados internos es de alrededor de 55 millones y el número de refugiados en más de 26 millones.
En 2020 el gobierno español eliminó de las vallas de Ceuta y melilla las concertinas, que fueron sustituidas por elementos menos lesivos aumentado la altura de las alambradas. La mayoría de los migrantes considera a Marruecos como un país de tránsito. Un número creciente de migrantes, que fracasan en sus intentos de llegar a Europa, prefieren quedarse en Marruecos en lugar de regresar a un país de origen inestable y considerablemente más pobre.
La solución al problema de la migración consistiría en considerarla, no como un delito, sino como un derecho a la vida y a la supervivencia. Con ello se conseguiría la eliminación de las fronteras contra el hambre, la miseria y la persecución. Considerar a la migración como un derecho daría pie a la destrucción de lo que constituyen los verdaderos combustibles de esta: la precariedad, la ausencia de democracia, las guerras locales y la destrucción masiva de los recursos naturales por parte de los países más desarrollados.
Muchas mujeres y niñas migrantes, refugiadas y solicitantes de asilo, han estado expuestas a diversas formas de violencia de género, ya sea en su país de origen, durante el viaje o al llegar. Los estados receptores tienen que atender sus necesidades y circunstancias y deben adoptarse medidas que tengan en cuenta las cuestiones de género para prevenir la discriminación, la violencia, el acoso, la trata y otras formas de explotación y abuso.
En el mes de mayo de 2021, miles de personas cruzaron el espigón que separa la frontera entre España y Marruecos en Ceuta. La mayoría de estas personas eran ciudadanos marroquíes que buscaban salir de la mala situación económica y social provocada por el cierre de la frontera en marzo de 2020. Muchas de estas personas eran menores que cruzaron solos nadando o en embarcaciones precarias.
Las personas migrantes, ante situaciones angustiantes marcadas por problemas y carencias, buscan en otro lugar poder obtener una vida estable, derecho que tienen todas las personas sin distinción alguna. Sin embargo, debido a la falta de estatus legal, son más propensos a la marginación social y económica.