Cuando contamos historias sobre el desplazamiento, los procesos de asilo y la solicitud de refugio, a menudo nos centramos en el proceso en sí; la violencia de las fronteras, las condiciones en los campamentos, el número de personas que se encuentran atrapadas en espera de una decisión. Dado que estos factores son importantes, destacan las crueldades de los procesos de asilo de Europa y la violencia de sus fronteras.
Pero lo que a veces se olvida es lo que se pierde mientras se espera. La interminable cantidad de tiempo que se le quita a las personas en un proceso que, en muchas ocasiones, es largo, complicado, exasperante, confuso y, como me dijo una persona, “ilógico”. En la isla griega de Samos, desde donde escribo esto, la gente se encuentra atrapada aquí durante 2 años, 3 años, incluso 4 años. Este es el caso, en particular, de los hombres y mujeres jóvenes que viajan solos.
Mientras esperan aquí para su entrevista, una primera decisión, potencialmente una apelación, una segunda decisión, la oportunidad de que se levanten sus restricciones geográficas para poder mudarse al continente a esperar el proceso allí, o incluso sus documentos después de que se haya dado una decisión positiva y se haya concedido el asilo, el tiempo sigue pasando. Lo que hace esto particularmente difícil en una isla pequeña es que hay no hay muchas cosas que hacer para llenar este tiempo. Hay una gran variedad de ONG brillantes en la isla que apoyan a los refugiados en una variedad de aspectos de la vida cotidiana. Con acceso a alimentos y la oportunidad de ser voluntario en una cocina y desarrollar habilidades, con espacios educativos para adultos y jóvenes, con espacios seguros, con acceso a lavandería y compartir habilidades prácticas. Para algunos esto proporciona un espacio para pasar parte de su tiempo mientras esperan, un lugar en el que una persona me dijo: «Espero poder ser útil», apoyando a otros, aprendiendo idiomas o simplemente construyendo comunidades.
Sin embargo, varias personas me han recordado recientemente lo perjudicial que puede ser perder tiempo, en especial para los jóvenes y niños. Esto se vuelve aún más preocupante cuando te das cuenta de que el procedimiento de asilo es solo el primer paso para reiniciar tu vida en un nuevo país, a menudo lejos de amigos, familiares y cualquier clase de apoyo. Todavía es necesario encontrar oportunidades para pasar al siguiente paso, tener acceso a la educación o un empleo, encontrar un lugar al que llamar hogar y comenzar a echar raíces. En un país como Grecia, por ejemplo, que tiene pocos programas de becas para aquellos que buscan asilo para acceder a la educación superior, así como pocas oportunidades de trabajo en una economía que ha luchado a través de múltiples crisis, el siguiente paso también es difícil. Esto es particularmente preocupante en un momento en que Alemania y otros Estados del norte de Europa están «congelando» los casos de personas que solicitan asilo en Alemania que ya han recibido protección en Grecia, lo que sugiere que puede cerrarse una puerta más para dar el siguiente paso.
Por esta razón, en el Día del Refugiado este año es importante que luchemos por un sistema diferente, uno que no obligue a la gente a dejar su vida en suspenso durante muchos años, esperando el día en que se reanude sin ninguna indicación real de cuándo se tomará una decisión, cuánto tiempo llevará o cuál será. El tiempo es algo que nadie puede recuperar y en particular para la siguiente generación que tiene derecho a la educación, a jugar, a estar con amigos, a ser niños. Mucho de eso se pierde cuando te ves obligado a esperar, poniendo tu vida en pausa, al día en que una decisión burocrática te permita quizás dar el siguiente paso.
Traducido al español por Paula Estévez