14 de diciembre 2021. El Espectador
Imagínense un escenario grande, precioso, en el que todo —hasta la realidad— puede pasar. Un escenario donde fluye una denuncia llena de magia, de fuerza y estética; un canto a la esperanza, una ovación al valor de las víctimas. Imagínense unas luces que iluminan directo el corazón de cada espectador, como si los reflectores supieran las coordenadas exactas de nuestras emociones.
Imagínense lo más bello e impactante que puedan sentir en un teatro; eso y más, es “Develaciones, un canto a los cuatro vientos”. Una obra que transcurre en el idioma del alma, con la palabra de los pueblos, en el tambor y el temblor de un país desgarrado y en pie. Un lujo de obra, que honraría los mejores escenarios del mundo.
“Develaciones” va mucho más allá de cualquier expectativa; mezcla magistralmente teatro y música, danza y recursos audiovisuales. Cada escena está habitada por gente nuestra, de carne y sueños, la que huye a medianoche con su casita en llamas y nunca se da por vencida. La que entierra y desentierra sus muertos y el claroscuro de sus memorias. La que llevaba décadas en estado de invisibilidad, y gracias a las instancias creadas por el Acuerdo de Paz ha recuperado su voz y su presencia. Niños, mujeres y hombres violentados que no se derrotan. Capaces de cantar en medio de la muerte, se visten de rojo y bailan descalzos; una y cien veces han sido condenados por las guerras, y entre cánticos y silencios los rescata su propia virtud de liderazgo y resistencia.
“Develaciones” se gestó hace un año en las entrañas de la Comisión de la Verdad y en coproducción con el Teatro Mayor Julio Mario Santo Domingo y La Paz Querida, se volvió algo prodigioso; entiendo que el año entrante llegará en formato de cine/televisión, y confío en que regrese a las tablas antes de la entrega del informe final.
Desde Pazaporte les pido a la empresa privada y a la comunidad internacional que hagan posible una gira mundial de esta obra. Colombia necesita que el planeta conozca la verdad y nos apoye hasta lograr la implementación del Acuerdo de Paz. Y el mundo merece palpar desde el arte, el dolor y el valor de nuestras víctimas; moverse y conmoverse con “Develaciones, un canto a los cuatro vientos”, es decidir que la violencia no ganará la partida.
A la Comisión de la Verdad, con su adorable Pacho de Roux a la cabeza (el ser de luz que lo revive a uno con un abrazo) y a Lucía, la Mona González —motor cultural de la Comisión—, a la Paz Querida y al Teatro Mayor ¡infinitas gracias!; a la OIM, a la Alcaldía de Bogotá y a todas las empresas que apoyaron este trabajo, ¡bravo! por apostarle a la paz y recordarnos que la cultura es un antídoto contra la violencia. A los directores, mis respetos, mi ovación. Gratitud y aplausos a las tejedoras de Mampuján, a los jóvenes del Chocó y las madres de Soacha; a la guardia indígena (guardia-guardia, fuerza-fuerza), a la fundación Saüyée’Pia Wayuu de Uribia en la Guajira y a las Semblanzas del Río Guapí; a Crump Colombia, al muralista Guache, a Sankofa Danzafro (volver a la raíz), a los Tambores de Cabildo en la Boquilla y al bullerengue de Tonada. Se lucieron la solista y los 100 valientes artistas que vinieron de la Colombia profunda; los escritores y los recopiladores de la tradición oral.
Develaciones repasa el desplazamiento y la ternura, la muerte y la esperanza. El poder del arte tiene la palabra y hay urgencia de reconciliarnos a partir de la verdad. La obertura de la paz necesita la apertura del corazón: la vida siempre —siempre— valdrá la pena.