Están en España los medios y redes hiperventilando porque Pablo Casado, presidente del Partido Popular español, ha acudido a una misa con su familia en Granada, celebrada en memoria de Francisco Franco, el dictador.
Por objetivarlo visualmente, cosa que ayuda a entender la situación, imaginemos un eje donde en un extremo estaría que fue «casualidad-casualidad» y en el otro, que Casado fue a esa misa con toda intencionalidad y elección.
Sinceramente parece que la verdad esté más cerca de lo segundo. Cuesta creer que no fuera consciente de que ese día era el 20N. El día que algunos «nostálgicos» conmemoran todos los años el aniversario de los fallecimientos de José Antonio Primo de Rivera y Francisco Franco (en 1936 y 1975 respectivamente). Cuesta creer que no viese, al pie del altar, la gran corona enviada por la Fundación Nacional Francisco Franco con una gran bandera española. Cuando, además, había en la primera fila de bancos otra enorme bandera española franquista ─la del aguilucho, el yugo y las flechas─.
Casualidad o no, conociendo al personaje, muy extraño no es. Pero suponiendo que fuese casualidad, es un hecho que no salió pitando de allí.
Pero qué más da. No hace falta ser un Hércules Poirot o Sherlock Holmes para desentrañar el misterio. El PP y sus lideres ya han dado muestras de dónde están respecto de Franco y el franquismo. Importa más lo que hacen y han hecho, día tras día, en calidad de partido político que ha gobernado y sido oposición. Además con la responsabilidad de representar entre un cuarto y la mitad de los votos del pueblo español. Están más que retratados.
Al respecto, Julián Casanova ─Infolibre.es─ recientemente relató bien quién fue Franco, qué fue el golpe del ‘36, la Guerra Civil y el régimen de terror que vino después. En pocas líneas, narra cómo España entró en guerra por traiciones cainitas y los odios enquistados, tras siglos de resistencia al progreso social. También cuenta dónde está el PP, respecto de Franco y la dictadura.
El artículo no era casual. Se publicó el 20N y era oportuno para narrar lo que pasó entonces con precisión forense y la fuerza de quien busca la verdad o busca ser veraz. Cuenta cómo Franco pasó a ser representación de Dios en la Tierra. Como él se significó como materialización del poder civil y militar para restablecer el orden perdido por la República.
Una buena crónica periodística que ayuda a recordar de dónde vino Alianza Popular y luego el PP, la derechona española. Porque ochentaicinco años después, esa parte del espectro político también cree, como Franco y los suyos, que son «mejores». Como él, creen que son especiales y nacidos para decidir sobre los demás. Se creen señalados para decirnos qué es legítimo y qué no. Sienten tener la obligación de decir qué ley es ilegítima y debe de ser desobedecida, qué partido es ilegítimo, o quienes son “el eje del mal”. Lo de menos, por tanto, es la misa del 20N, Casado y su familia.
Nuestra divina derecha, sigue envalentonada en la cruzada que ya Franco empezó «contra el mal y los enemigos de España». Cuesta creerlo fuera de nuestras fronteras, pero la derecha española del PP no ha condenado del todo la dictadura. Además, se cree autorizada para decirnos cuándo una coalición electoral o coalición de gobierno, debe ser denostada y rechazada. Se mueven como si PSOE y Unidas Podemos -en el gobierno- hubieran dado un golpe de Estado, o cocinado un pucherazo en las urnas. Para ellos, todo a su izquierda, desde el PSOE inclusive, es bolivariano y socialcomunismo. Para ellos, los partidos nacionalistas o independentistas son ilegítimos, aunque gocen del plácet de toda la legalidad de nuestras leyes y costumbres al respecto.
Sépase fuera de España que tenemos aquí una derecha a la altura de la del continente sudamericano. En España como en Brasil, Chile, Colombia, Costa Rica, la derecha clásica se escora desde los años 90 hacia valores y tácticas ultraconservadores. VOX o el neoultraconservadurismo es un fenómeno global. La derecha española ya no cree en un programa político o un ideario. Apuesta por una estrategia electoral no partidista. Ha apostado por crear liderazgos que compiten en elecciones pero que rehúyen la confrontación programática clásica entre partidos políticos. ¿Acaso alguien conoce el programa o las propuestas del PP y VOX? ¿Alguien conoce lo que proponen más allá de unos cortos ideologemas que repiten cansinamente? Solo conocemos los argumentarios, que reparten entre sus líderes, para contestar todos lo mismo aunque se les pregunte por cualquier otra cosa.
En ese contexto, ¡qué mas da si acuden o no a sabiendas a una misa por Franco los personajones del P! No olvidemos que a cada rato nos recuerdan que el Gobierno actual es ilegítimo ya antes de las elecciones de las que salió. Ellos marcan cuándo es tiempo de perseguir a progresistas y comunistas, mediáticamente o con falsos dosieres cocinados cerca del poder (gobernaba entonces el PP de Mariano Rajoy). Todo vale para conservar sus privilegios tal como están por los siglos de los siglos amén. Es el mismo ruido que armaba la derecha en 1936. Los parecidos existen, hay una continuidad en el discurso. Bien es cierto que hoy ya solo es oratoria. Todo es distinto y mejor que en el ’36. Pero dos años después de constituirse la coalición de Gobierno actual, la derecha sigue proclamando la supuesta ilegitimidad de un gobierno legítimo.
Sabiendo esto se entiende que no abjuren de Franco y su régimen. Ni siquiera son capaces de hacerlo cuando les convendría, para que no se les vea la trampa. Por eso desobedecen la Ley de Memoria Histórica. Por eso Casado suele decir que la derogará en cuanto llegue al poder. Por eso llevan tan mal perder el poder político o representativo en elecciones, o perderlo por mociones de censura.
Que no gobierne necesariamente el que más votos saque, en unas elecciones generales, porque se forman alianzas o cogobiernos, para los demócratas no es raro. Vivimos en una democracia representativa donde eso es posible, legal y legítimo. Para la derecha española no: pactar y transaccionar, entre partidos distintos, un programa para gobernar es antinatura. El PP va pregonando por el mundo la supuesta ilegitimidad del Gobierno. Incluso por las instituciones europeas van afeando a un Gobierno legítimo y bastante centrado. Van “por allí” hablando en contra de su propio país, anunciando que los fondos europeos para la reconstrucción van a ser dilapidados por los comunistas.
Tan inconcebible es para nuestra derecha que exista un gobierno de coalición, que Casado llegó a convocar a unos veintitantos embajadores europeos para explicarles lo malo que es el Gobierno de España, para explicarles lo poco confiable que es este país. Genial para generar confianza ¿verdad? ¡Qué disparate! ¡Cuánto deben reírse de Pablo Casado y compañía en Europa o la UE!
Desde esta derecha política, mediática y económico-financiera se sienten tan nacidos y educados para mandar que, cuando las tornas cambian y pierden, el PP y sus círculos se enrabietan hasta perder el rumbo. Actúan como un verdadero factor antisistema si el juego político les arrebata el poder, en el sano juego parlamentario de pactos y cogobernanza. Si pierden, van a cuchillo contra todos y todo. Entonces atascan el Consejo General del Poder Judicial, el Tribunal Constitucional y todo lo que se ponga por delante. Por cierto, que el TC acaba de decirles, al PP y VOX, que la oposición se ejerce en el Parlamento, no haciendo causa general contra el Gobierno y denunciando ante tribunales o el TC todas las leyes que se sancionan en el Parlamento. Ni con esas aprenden.
Dicho todo esto, se entiende por qué no dialogan con nadie que no sean ellos o cómo ellos (igual que los dictadores o los locos), cuando gobiernan, sea en mayoría o minoría, tampoco dialogan ni consensúan nada.
Las gentes del PP, sea su nomenclatura partidaria o los buscavidas que les rodean, vertebran en política a las orbitas civiles, eclesiásticas, mediáticas, y las esferas empresariales y financieras que forman la derecha. Todos juntos son el lobby de la conservación, la máquina de conservar sus privilegios.
El PP es sólo un artefacto representativo de esa «buena gente». Tan buena que no pestañean en decir que no a todo, en negarse a cualquier mejora razonable para la inmensa mayoría de los españoles. Cuando están en la Oposición nuestra derecha pasa a jugar en modo Terminator: «si no es para mí, lo pateo y destruyo todo y así no será para nadie».
Por eso, cuando no mandan en política, por su boca no sale más que hiel, ruido populista y mentiras.
En los últimos 200 años de la historia de España los que mandan perdieron a veces el poder político. Pero el verdadero poder, no se les fue de las manos a los de siempre nunca. Por eso, por ejemplo, tenemos el salario mínimo interprofesional más bajo de cualquier país de nuestro tamaño en Europa. Por eso llegamos tarde a tantas cosas en la Historia, por su rémora. No sé si es hacer sangre, pero para nuestra derecha los pobres igual no deberíamos ni llevar zapatos, si no alpargatas como en el ’36.
Es triste confirmar todo esto, al leer a periodistas como Julián Casanova. Uno ve que, entendida la Historia, el PP y sus círculos son los mismos que hundieron el país en el 36, o durante la Guerra Civil, y la inestabilizan ahora. Como se creen los elegidos por Dios para mandar en la única España posible, los demás somos solo el escenario, el objetivo de sus mensajes populistas y mentirosos. Somos empleados o consumidores. Somos útiles si les votas cada cuatro años.
Viendo esto ¿qué podemos hacer los ciudadanos en España o el Mundo entero? Pues construir nuestra realidad dentro de esta. Buscar dentro de uno las respuestas. Despertar del engaño sin decepcionarse y creer que todo está mal o es falso. En los cientos de miles de años que tenemos como especie se han acumulado muchas cosas buenas.
A despertar ayuda leer y contrastar la prensa, ayuda hablar con otros, viajar con los ojos abiertos.
En el asunto que tratamos hoy, esta actitud vigílica ayuda a ver o a confirmar qué es el PP de hoy y quiénes son sus líderes como Pablo Casado, García Egea, y Santa María de Ayuso. Todos juntos en la sede de la calle Génova, forman la penosa corte de «las maravillas»… Allí están los dignos herederos del régimen de Franco. Una reacción sensata es no votarles más. Buscar cualquier otra opción.
Volviendo al artículo del periodista citado, este comienza así: «En julio de 1936 el general Francisco Franco comenzó el asalto al poder con una sublevación militar y lo consolidó tras la victoria en una guerra civil. Franco y sus compañeros de armas habían salido al rescate de la patria, lo cual legitimaba el golpe de Estado y las políticas de exterminio. Se trataba de la regeneración total de una nación nueva forjada en la lucha contra el mal, el sistema parlamentario, la República laica y el ateísmo revolucionario.»
Más adelante sigue contando…: «Aparecían por todas partes estatuas, bustos, poesías, estampas, hagiografías. La imagen de Franco como militar salvador y redentor era cuidadosamente tratada e idealizada en el “Noticiario Español” (NO-DO). Su retrato presidió durante los casi cuarenta años de dictadura las aulas, oficinas, establecimientos públicos y se repetía en sellos, monedas y billetes. Y como ninguna legitimidad podía ser superior a la que procedía de la potestad divina, Franco fue “Caudillo de España por la gracia de Dios”.»
Justo eso son el PP y sus círculos. No nos dejemos engañar: círculos concéntricos, círculos de poder. En el orbe más exterior están sus votantes. Solo los necesitan por aquello de la democracia representativa, porque el verdadero poder ya lo tienen.
Si eres votante del PP y NO tienes las manos metidas en la pomada económica, o no formas parte del poder y su maquinaria de conservación… Si no vives a lo grande… entonces, ¡es que no te enteras de nada! Vas engañado. Eres un limpio que votas a quien te limpió y luego aún se hará caldo con tu espinazo.
No se discute que deba existir una formación política «conservadora y de derechas». Pero el PP es otra cosa. No hacen país. No atienden a los intereses generales. No negocian. Son un aparato político bien engrasado con dinero extra en la caja B, para acudir dopados durante años a las elecciones, según sentencian los jueces.
Al margen de la derecha política, que representa a los que no quieren cambiar nada y conservar sus privilegios, está la gente que cree que nadie ni nada debe estar por encima de nadie. Están los demócratas convencidos que nadie debe decidir por los demás. Gente que no cree en los linajes, sino en un Estado que procure igualar a la gente en oportunidades, compensando las desigualdades sociales. Están los que creen que los políticos no deben mentir ni valerse de la mentira, propia o ajena, para medrar.
No se pretende aquí ver a la derecha como enemigos. Se trata de entender si sus hechos, actos y omisiones son contrarios al progreso y el bien común. Como fuerzas políticas nos vienen dados, no hay nada que negar. Están allí. No hay que cuestionar su existencia, sino llegar a acuerdos de mínimos. Civilizarles para que no acaben gastando, consumiéndolo y quemando el planeta entero convenciendo a todos que ese es el camino. Mirad las propuestas del COP26 en Glasgow. Pero todo que lees aquí es pura opinión hasta que cada uno no lo intente comprobar.
Ver a la derecha española en estos térmidos ayuda a despertar. Te inmuniza de su violencia verbal. Ayuda a internalizar la situación y ver que el juego deseable es otro. No es un juego de enemigos y violencia por sobrevivir. El juego es abrir los ojos, ilustrarse o iluminarse leyendo o informándose. Reflexionando y buscando sentir lo que se piensa y atender a nuestra propia experiencia, como recomiendan los filósofos y los ensayistas. La salida es buscar tu posición en política y no consumir las ya fabricadas para manipularnos en masa. Se puede actuar e influir en el escenario desde allí. Aunque solo sea votando despierto si no quieres más implicación. Otra buena decisión es no sumarse al juego de memes, fakes y demás rumores canallas.
La tarea que queda como ciudadano, desde esa visión despierta, es meditar tu voto. Ver quién es quién y qué representa o propone, e influir en tu medio. Votar informado y con los ojos abiertos en sincronía con los tiempos, estar en el siglo. Lo ideal es dar un paso más, y luego hacer seguimiento a los que salgan elegidos y auditar si cumplen lo prometido.
Lo contrario a esta actitud lúcida es irresponsable y resta toda funcionalidad o legitimidad a la democracia representativa que tenemos hoy en día.