POEMA

 

 

 

Recordarme envuelta entre el polvo del suelo, 

escondida detrás de las puertas,

tratando de no producir ruidos y bullicios,

escuchando a lo lejos la secuencia de números.

 

1-2-3 por fulana que ya la encontré, se escuchaba a lo lejos.

Y yo tratando de ahogar la saliva para que no sonara,

mientras mis piernas lentamente se dormían

y mi cuerpa doblada permanecía.

 

Poco a poco veía los pasos acercarse,

mi respiración cada vez más contenida estaba.

De pronto veía hacerse la luz entre tanta oscuridad,

mientra la otra niña sonriendo me veía.

 

Poco importaban los cabellos enredados, 

los pies cubiertos por el polvo, 

mi cuerpa recostada sobre la madre tierra,

mis adormecimientos corporales,

porque lo que me hacía feliz, ahí estaba.

 

Saliendo del espacio que me cobijaba,

entre risas por haber sido descubierta,

la otra niña que me buscaba,

alegre permanecía, porque su labor había terminado.

 

Entre las demás niñeces que habitábamos el patio,

aquel terreno que se tejía por árboles y plantas, 

sentados sobre el suelo que nos recogía,

nos poníamos a contar leyendas,

que seguro más tarde nos causarían miedo,

pero mientras tanto, felices nos hacían.

 

¿Dónde estaba el comienzo del día?

No estaba en el despertar de la cama,

no habitaba entre los salones de clases,

pues el día iniciaba, cuando se hacía presente el juego 

y la plática sobre quién sería el policía y quiénes los ladrones.

 

El día se hacía presente cuando encontrábamos la libertad,

la libertad para salir a jugar,

la libertad para ser infantes, 

la grandeza para trepar los árboles,

la hora para revolcarse entre el lodo,

para correr alrededor para no ser atrapada.

 

La infancia se hacía visible

Cuando nos dejaban ser nosotres,

Cuando nos sentíamos libres para hablar,

porque cantar el viejo tocadisco,

la rueda de San Miguel,

la vibora de la mar,

Doña Blanca, o,

matarile rile lo,

era lo que nos dejaba ser infantes.

 

¿La tarea?

Quién pensaba en ella frente a tanta libertad,

cómo habitar la tarea sin tanto control,

cómo pensar en ella previo al juego,

cómo poder interactuar con el adulto sin ella,

cómo decir que la tarea, es como el propio suplicio.

 

¿Quién nos dice cómo ser infantes?

¿Quién hace la escuela sin pensar en el juego?

¿Quién privilegia la tarea antes que la infancia?

¿Quién roba nuestras voces calladas en el mundo adulto?

¿Quién considera que ser infante es ser un adulto en potencia?

 

Salir a manejar bicicleta,

correr para no ser congelada,

elegir un color raro para que nunca fueras nombrada,

imaginar un mundo a través del juego de muñecas,

imaginar comidas a través de las plantas,

jugar canicas recostada en el suelo,

avanzar en las matatenas,

salir a echar cascaritas de basquet, voley y fut.

Eso es hacer infancias.

 

Mientras nuestro mundo, 

siga siendo el mundo de los adultos,

dónde jugarán las niñeces,

dónde encontrarán la felicidad,

dónde dejarán de ser ciudadanos,

para volver a ser infantes.