En un estudio realizado en Estados Unidos entre 1977 y 1995, los psicólogos Leonard Eron y Rowell Huesmann concluyeron que la mayor exposición de niñas y niños a violencia en medios de comunicación es causa de comportamientos más violentos en la juventud y adultez.
Niñas, niños y jóvenes aprenden por imitación y es por ello que la normativa chilena obliga a los canales de televisión a entregar diariamente el siguiente mensaje: “A partir de las 22:00 horas este canal está autorizado para transmitir programas para mayores de 18 años”.
Llama la atención que imágenes e informaciones que se exhiben en los matinales y en los noticieros antes de las 22:00 horas no pasarían la calificación para la televisión si se tratara de ficción. Femicidios, homicidios, violencia de género y xenófoba, violencia política y religiosa, delincuencia común y narcotráfico, robos y secuestros son la columna vertebral de la televisión chilena. La televisión tiene algún grado de regulación, pero el acceso a aplicaciones, redes sociales, streaming, páginas web y juegos electrónicos no lo está y el acceso a ellas solo depende de la mejor o peor supervisión de personas mayores en la familia o en la escuela.
El aprendizaje por imitación no está limitado solo a la violencia se aprenden cosas buenas y cosas malas. Lo que más nos llama la atención en Fundación Semilla son los comportamientos hipercompetitivos bajo un modelo de: “sálvese quien pueda y a cualquier costo” porque solo importo yo, mi éxito y mi bienestar.
La normalización de conductas individualistas lleva a muchas niñas, niños y jóvenes a intentar un camino propio imitando a personajes reales y/o ficticios que han logrado el éxito. La mayoría no lo logra y se enfrentan a resultados adversos tales como frustración, angustia y ansiedad porque, si bien el esfuerzo individual es necesario, es absolutamente insuficiente para triunfar.
Las personas que llegan a la cima no lo hacen solas, lo hacen en colaboración y siendo parte de un equipo. Desgraciadamente el sistema educacional tiene puestos los incentivos en el lugar equivocado al promover el aprendizaje individual junto con evaluar, también, de manera individual.
Tan enraizado está en nuestra cultura el hiperindividualismo que, la serie Juego del Calamar fue vista en el mundo por ciento diez millones de personas durante su primer mes de exhibición según lo informado por Netflix. La serie más exitosa en su primer mes de exhibición.
Se trata de que 456 personas endeudadas, colmadas de problemas y sobrepasadas que participan en seis juegos infantiles en que las reglas son simples y conocidas. Quienes ganan acceden a un premio de casi 40 millones de dólares (Ch$32.000 millones). Todo vale para ganar y los perdedores no solo pierden el juego, también pierden la vida.
Los riesgos son muy altos y la recompensa también. Por ello, tanto el sistema escolar como la familia deben ejercer una fuerza que contrarreste el individualismo convirtiéndose en buen ejemplo de valores solidarios y de respeto a derechos para que sean dignos de imitar por niñas, niños y jóvenes.