Por Luis Breull y Juan Le – Bert
Encarna a un exégeta de la restauración, cuya imagen y personalidad de un elegido o vidente de lo absoluto seguriza a votantes “oveja de rebaño” -que habitan un otrora cálido y confortable espacio común devenido caos- en busca del resguardo del orden ancestral para evitar que alguna rumiante descarriada abra definitivamente la puerta de la granja, entre el lobo feroz y se las coma. Una figura que empatiza desde la negación de la esencia de la política como negociación de mayorías y minorías, donde su carisma lo instala en el momento preciso y en el lugar adecuado para refundar a la derecha chilena sin caretas, sin eufemismos ni “palos blancos”.
Simbolismo autoritario
No usa máscaras; no las necesita. No pretende ser vendedor ambulante de afectos personales y marketing sin poder. Tampoco ser un migrante tránsfuga ideológico en búsqueda de sentido legitimador en las élites -cual megáfono mediático- para amplificar los discursos de otros; José Antonio Kast no.
Él es la representación del absoluto. Ese es su plus. Un siempre controlado y comedido inmoderado para épocas desbandadas de estallidos y revanchas valóricas / identitarias de autonomía individual (propias de la posmodernidad). Un mar de certidumbres ideológicas conservadoras en un escenario de estallidos sociales inconclusos, con amenazas y dudas. Un refugio y guía para sobrevivir la inseguridad y las amenazas de esa sociedad que quiere fortalecer el Estado.
Emplea un modo de habla alegórico en donde el otro, el adversario, simboliza el caos, la enfermedad; el cáncer en el lenguaje de la dictadura: “Yo no negocio ni converso con terroristas”. Por ende, la sociedad movilizada despierta su modo paranoico de observar la realidad como la irrupción del instinto, de la irracionalidad, con planes e intereses internacionales movidos por segundas intenciones (alusiones constantes a Venezuela y Cuba).
Su respuesta a estas demandas es la afirmación de una moral social propia, un retorno a la normalidad de las cosas, al orden natural que el estallido alteró. La actitud de Kast, su disposición, su calma, su ironía, es decir, la transparencia de su normalidad como absoluto lo distingue.
Lo militar como discurso e imaginario
Con una imagen blanca, aria, de ojos azules, se presenta físicamente con un semblante que actualiza la oposición entre lo bárbaro / lo civilizado. Las connotaciones de lo alemán en la historia de Chile son múltiples, desde la ideología dominante: un otro sublime, perfecto, correcto; un uniforme y un efecto imitativo que ha sido el principal semblante dónde se reflejaron las Fuerzas Armadas.
Lo sublime de la gesta histórica asociada a la Patria, sus iconos, base de su alegoría y su incapacidad para reconocer los crímenes, la dictadura, el estallido; todo ello cae en una consistente y delirante justificación desde lo categórico. Es decir, desde sus principios que son equivalentes al discurso de la fe dogmática: “Las fuerzas armadas no usaron la fuerza para tomarse el poder, sino para recuperar Chile”
Para sus detractores evoca la imagen del torturador y del sadismo, de aquel que goza con el dolor del otro de manera calmada, como la mirada del inquisidor frente al pecado frente a una hoguera medieval. Una visión que asienta también su matriz discursiva religiosa – alegórica.
Es una sensibilidad que no tenía cabida en la escena política chilena desde el retorno a la democracia. Un sentimiento de pérdida y de despojo, de catástrofe experimentado hoy por las élites que dibujaron a Chile, unido a ese patrón que siempre despreció el origen indígena y mestizo, que se quiso reflejar en el otro europeo o en el otro norteamericano y convivir en ese simulacro y en esa borradura. Allí instaló su identidad nacional y nacionalista, donde en la actual contingencia ve como necesaria una nueva figura re-fundante frente a un imaginario que presenta signos de catástrofe (el estallido fue su principal marca).
Para las élites hay un intento de robo de ese imaginario fundante y Kast lo vincula entre otros hechos al estallido social, la votación del Apruebo y a una futura nueva institucionalidad: “Si la Convención sigue saliendo de los marcos por los que fueron electos… lo que haría es llamar a la ciudadanía en el plebiscito de salida a rechazar un texto que podría no ser beneficioso para el crecimiento y desarrollo del país… hablaría con la verdad y llamaría las cosas por su nombre”.
El otro como enemigo peligroso
¿Dónde está la amenaza o lo amenazante en el Chile de hoy? ¿Qué otro sostiene esa oposición entre lo sublime / lo degradado que emparenta a Kast con Bolsonaro y con Trump? ¿Qué malestar hace que en el capitalismo globalizado emerjan figuras y discursos filo fascistas que aparecían desterrados de la historia?
El deseo de normalidad –como anhelo de ruptura con una realidad que tiende al caos y la degradación- traspasa la sensibilidad de las élites y hace resonancia actual por los temas en disputa mediática. Por ejemplo, la inseguridad y la migración: “… la zanja es una de las medidas que evita el contrabando, el narcotráfico, y el enfrentamiento entre las fuerzas de seguridad y los migrantes”. Su desparpajo tranquilo e implacable al enfrentar estos temas desata en el colectivo una pulsión hacia la expulsión del mal, la masa mediática encuentra un chivo expiatorio que ha robado el bienestar y la tranquilidad. En ese territorio real, mediatizado y simbólico a la vez, la figura de este candidato tiene espacio para crecer más allá de la burbuja de las élites y traspasar el imaginario de las mismas hacia el de otras clases (medias y bajas) también autopercibidas bajo amenaza.
Certezas en medio de incertidumbres
En una época dónde las brújulas se han perdido, donde la catástrofe ambiental y social es epidémica, la reacción imaginaria da lugar a estos absolutos, a estos profetas del sentido, de la verdad y de la purificación. Así mismo lo planteó Kast el 2016, cuando abandonó la UDI para crear su propio movimiento y después partido político Republicano: “No me voy de la derecha. Sigo manteniendo mis principios, mis ideales; creo en el mercado, en el mérito, en la propiedad privada. No me cambio de domicilio”.
Chile en su memoria política aparece consciente de que esta actividad obedece a intereses de clases, y siendo relevantes las clases medias, se entiende desde allí la figura de Salvador Allende y su deseo de transitar al socialismo por vía democrática con la Unidad Popular. Proyecto derrocado hace 48 años mediante un golpe de Estado que enorgullece al actual presidenciable y que hace dudar de esa conciencia política que nos diferenciaba entonces de otros países en la región.
Hoy propone eliminar o derogar la legislación que permite el aborto en tres causales y la de protección y desarrollo indígena; militarizar la zona en conflicto en la Araucanía mediante el empleo de las Fuerzas Armadas para restituir el orden, y la creación de figuras de “agentes encubiertos, entregas vigiladas y de testigos protegidos”.
La candidatura de JAK ya se instaló en el segundo lugar de las preferencias ciudadanas –incluso en una de ellas aparece primero- y encarna un fenómeno nuevo: obedece al colapso de lo político como mediación entre la población y el poder. Es un síntoma de ese quiebre y del imperio del consumo, que es el lenguaje que ha sostenido casi transversalmente la unidad de lo social y la multiplicación de las diferencias, las que aparecen desde ese lugar justificando la despolitización de la economía.