Por Ricardo Rojas
La situación del país es singularmente compleja, considerando los elementos que están presentes en el momento político actual. En un mismo espacio de tiempo confluyen la Acusación Constitucional contra Piñera, el debate por el Cuarto Retiro de fondos de las AFP, la discusión y próxima votación en el Senado respecto del Indulto a quienes resultaron presos en el Estallido Social, la grave situación en la llamada Macrozona Sur, La Convención Constituyente, una posible Tercera Ola de la Pandemia y, por si fuera poco, la cercana elección de Presidente, Senadores, Diputados y Consejeros Regionales.
Es un cóctel impresionante, que se puede resumir en incerteza total en cuanto al futuro del país. Y en este ambiente, las perspectivas económicas se avizoran muy oscuras, ya que el empresariado asume que no hay seguridad económica en el futuro próximo, y si este sector que dirige realmente Chile no siente estabilidad para sus negocios y ve peligrar sus ganancias, y sobre todo si el próximo gobierno no es afín a sus intereses, entonces ese sector toma medidas para cautelar su patrimonio, sin importarle lo que ocurra con la población, la cual ha sufrido la Pandemia y la cesantía, y en gran medida depende de un IFE que está pronto a terminar.
En este contexto se advierten dos elementos claves: La negativa cerrada a un cuarto retiro de los fondos de las AFP, pues la cantidad de millones de dólares retirados o por retirar, ciertamente han debilitado el sistema, lo que sumado a la desconfianza de la gente en esa verdadera industria económica, hacen impracticable que esas instituciones permanezcan mucho tiempo como eje del sistema previsional. Por lo tanto, ese capital con que todos aportamos a la riqueza del empresariado ya no es tan seguro.
Frente a eso, un segundo elemento: las grandes empresas están realizando una repartición de dividendos y utilidades entre sus accionistas, a un nivel completamente desacostumbrado.
Normalmente las ganancias de las grandes empresas se repartían en un porcentaje cercano al 30%, y el resto era capital para inversiones futuras. Este año hay empresas que han entregado a sus accionistas hasta el 100% de sus ganancias, aun nivel que algunos sitúan conservadoramente en 12.800 millones de dólares, mientras que otros hablan incluso de cifras cercanas a los 40.000 millones.
Como ejemplo, según datos de La Tercera del 11 de Octubre de este año (complementados por informaciones de otros medios), Minera Valparaíso, del holding de la familia Matte, habría repartido US$761 millones. Quiñenco, matriz de las empresas no mineras de los Luksic, repartirá US$503 millones. Antar Chile, matriz de la familia Angelini distribuirá entre sus accionistas US$540 millones. Mientras, por empresas, lideran Colbún, que repartirá US$1.070 millones. Cencosud, con un dividendo eventual de US$799 millones, Copec repartirá US$755 millones y la Compañía Sudamericana de Vapores entregará US$601 millones a sus accionistas. La CMPC es más modesta, pues sólo entregará US$362 millones.
Y hay que considerar que un gran porcentaje de los capitales de las AFP están invertidos en este tipo de empresas.
Estas son sólo algunas cifras que dan cuenta de lo que está pasando en el empresariado ante un escenario económico y político para ellos incierto, donde no se plantean proyectos de inversión a futuro.
Más allá de conocer las cifras exactas, lo concreto es que muchas empresas no están pensando en reinvertir, lo que obviamente traerá consigo ausencia de capitales, los que seguramente tienen su destino en paraísos fiscales. Esto seguramente redundará en falta de nuevos trabajos, en salarios que no aumentarán, en fin, en un estancamiento de la economía, alimentado esto por la creciente inflación mundial y particularmente en Chile.
Es la manera en que el empresariado espera al gobierno que se elegirá a fines de este año.