por Pedro Brieger – NODAL
La pandemia alteró casi todos los aspectos de la vida cotidiana, el trabajo, la relación con los entornos familiares, la política, etc. En el contexto de cuarentenas estrictas numerosos procesos electorales en América Latina entre 2020 y 2021 se vieron afectados; había que tomar recaudos para evitar la propagación del covid-19. Paradójicamente, las dificultades ocasionadas por la pandemia obligaron a que se avanzara en la ampliación de dispositivos electrónicos para estar más conectados.
Es así como la inmensa mayoría de las personas que se vacunaron lo hicieron con información que llegaba directamente al teléfono móvil, aunque todavía existen millones que no están conectados a ninguna red y sufrieron aún más la desconexión.
Dicho esto, se puede comenzar a pensar que la llamada “pospandemia”, que llegará a ritmos desiguales en todos los países, también puede servir para ampliar los escasos mecanismos democráticos existentes. Hoy se tienen dos formas básicas para incidir en los rumbos de un país. Por un lado, el tradicional voto cada dos, cuatro o seis años, y por el otro, la presión callejera de las movilizaciones multitudinarias.
A nadie se le escapa que las presiones ejercidas por los grupos de poder a través de reuniones secretas y la instalación de agendas por los medios de comunicación afines pueden influir mucho más que un proceso eleccionario.
La pandemia y la forzosa utilización masiva de tecnologías es una oportunidad para ampliar los mecanismos de participación dado que la realidad impuso un acercamiento por necesidad. Cada vez más la tecnología nos aproxima a la posibilidad de consultas ciudadanas directas sobre temas puntuales sin la obligación de movilizar un gigantesco aparato estatal para un proceso electoral.
Décadas atrás, en la mayoría de los países de América Latina y el Caribe, apenas se elegía un presidente y un Congreso. Paulatinamente, se fueron incorporando las elecciones de gobernadores y alcaldes de las grandes y pequeñas ciudades.
Algunos países -como Uruguay- permiten plebiscitos sobre temas puntuales y en Venezuela la constitución habilita la revocación del mandato presidencial que se utilizó -sin éxito- contra Hugo Chávez en 2004. En ambos casos, luego de un largo y arduo proceso de recolección de firmas para habilitarlos. El debate sobre la ampliación de los mecanismos de consulta ciudadana no es nuevo. La ciudad de Porto Alegre en Brasil fue pionera durante la gestión del PT (Partido de los Trabajadores) con el llamado “presupuesto participativo” por medio de asambleas para una participación real respecto del uso de una parte de los fondos públicos.
Hace tiempo que los teléfonos móviles han dejado de ser simplemente un pequeño aparato para conversar y se convirtieron en herramientas de trabajo, de información y de ocio. Ahora, también podrían servir para una mayor participación ciudadana a través de consultas directas y evitar que los gobiernos diriman entre cuatro paredes cuestiones polémicas que afectan la vida cotidiana. En este sentido, la “pospandemia” es una buena oportunidad para una mayor participación y democratización de nuestras sociedades. La tecnología está, falta la decisión política.
*Sociólogo, analista internacional y docente universitario argentino, director de Nodal.am. Colaborador del Centro Latinoamericano de Análisis Estratégico (CLAE)