Una iniciativa impulsada desde la India intenta garantizar que el escándalo en torno al uso a gran escala del arma cibernética Pegasus de NSO Group no simplemente se apague (como lo hicieron los escándalos anteriores).
Reproducimos este llamado a organizarse y seguir haciendo campaña en torno a algunos principios básicos.
Queridos amigos, queridas amigas,
Saludos cordiales desde la India. Todes ustedes saben que estamos atravesando una erosión constante de nuestra democracia dirigida por un gobierno de derecha (hindú) bajo el liderazgo de Narendra Modi. El partido gobernante, el Partido Bharatiya Janata (BJP), junto con su amplia red de partidarios ideológicos en la India y en el extranjero, pretende establecer un estado mayoritario Hindutva basado en las privaciones de sus minorías sociales, religiosas y de otro tipo. Se han sentado las bases: Se han modificado las normas de ciudadanía, se están retirando constantemente las protecciones constitucionales a las minorías y los delitos de odio se han convertido en algo cotidiano. Todas las personas que se oponen a la versión supremacista de este régimen del nuevo Estado indio están siendo perseguidas y castigadas por medios legales e ilegales. Es en este contexto en el que les escribimos hoy: El escándalo Pegasus ha revelado que más de 300 periodistas, activistas, líderes de la oposición y civiles indios, toda la cúpula de la disidencia democrática contra el régimen actual, estaba siendo espiadas con armas cibernéticas israelíes compradas con dinero público.
Las revelaciones tienen algo de desconcertante, aunque a ninguno de nosotros nos sorprendan realmente. Desde hace tiempo, en la India somos conscientes de que la colaboración tecnológica entre la India e Israel no es sólo una cuestión de intercambio de capacidades de seguridad como muchos quieren hacernos creer. Desde hace mucho tiempo, las entidades matrices del movimiento por una India hindú han mantenido profundos vínculos con el Estado de apartheid israelí. La actual importación de Pegasus de NSO Group a la India, junto con muchas otras tecnologías policiales y bélicas israelíes, es un resultado directo de la nueva política del gobierno indio que plantea a Israel como modelo ideológico y de gobierno. Cabe mencionar dos ejemplos recientes: La Ley de Enmienda de la Ciudadanía de la India de 2019 refleja la Ley del Retorno israelí, y la derogación del artículo 370 en Jammu y Cachemira ha iniciado «asentamientos al estilo de Israel» en la que fue la única provincia donde la población hindú é minoritaria de la India y que por este motivo fue protegida.
Los intercambios ideológicos no son nuevos, pero la adopción al por mayor de metodologías de seguridad sí lo es, siendo nuestra nueva India el mayor importador de armas israelíes del mundo, con un gasto de aproximadamente mil millones de dólares de dinero público cada año. Este exorbitante intercambio de tecnologías de guerra y represión ha continuado sin cesar, incluso mientras India ha perdido más de medio millón de personas debido a la mala gestión relacionada con Covid y al grave déficit de infraestructura médica. Al igual que en otros casos de apatía gubernamental por la vida y los derechos de las personas, las personas que intentaron informar sobre la crisis del Covid fueron perseguidas penalmente o golpeadas por las turbas. La historia continúa: todos los que disienten son tratados como enemigos del Estado y se les reserva el peor trato deshumanizado. Las recientes revelaciones del caso Bhima Koregaon, han demostrado que los organismos estatales están llegando al extremo de plantar pruebas para incriminar a las personas defensoras de los derechos humanos que han pasado toda su vida viviendo y defendiendo las voces de los sectores más marginados del país. El proyecto Pegasus nos ha mostrado un atisbo de la enorme capacidad tecnológica en manos de las agencias estatales para violar la privacidad de los ciudadanos, así como la falta de escrúpulos morales de quienes están en el poder para desplegar armas de grado militar para silenciar la verdad y a quienes la dicen, y eso también utilizando dinero público. ¡Nos negamos a aceptar esto en silencio!
Aunque resistimos y hacemos todo lo posible, sabemos muy bien que no podemos estar solos en esta lucha. Sólo un movimiento global podrá plantear la cuestión de la legitimidad de las armas cibernéticas, en particular las procedentes de Israel. La pregunta que nos hacemos es: ¿queremos esas armas entre nosotros y nosotras? ¿Pueden utilizarse alguna vez para algo bueno? También estamos convencidos de que estas armas, desarrolladas en un contexto de represión brutal y de apartheid, sólo pueden utilizarse para esos fines.
Por ello, hacemos un llamado a las organizaciones, personas preocupadas y movimientos populares para que se unan en una campaña global para imponer una moratoria al comercio de programas espía. Te invitamos a firmar la declaración que aparece a continuación para construir juntos una convergencia de los movimientos mundiales que se oponen al comercio y al uso de programas espía y armas cibernéticas, incluyendo Pegasus del Grupo NSO.
Texto de la declaración:
No son productos de seguridad. No proporcionan ningún tipo de protección, ningún tipo de profilaxis. No fabrican vacunas: lo único que venden es el virus».
Edward Snowden sobre el software espía comercial
La investigación sobre Pegasus ha revelado el grado de penetración de las ciberarmas israelíes contra periodistas, personas defensoras de los derechos humanos, líderes de la oposición y jefes de Estado de todo el mundo. A diferencia de lo que afirman los creadores de estos programas espía, está claro que Pegasus fue utilizado principalmente por regímenes autoritarios o por figuras de este tipo dentro de los gobiernos, y sólo con fines antidemocráticos: debilitar las voces de la gente y suprimir tanto la verdad como a quienes la dicen.
No es de extrañar que la presencia de Pegasus o su papel instrumental se encuentre en las más graves violaciones de los tiempos actuales: simbolizadas en el descarado asesinato de los periodistas Jamal Khashoggi y Cecilio Pineda Birto. Las investigaciones en 2016 y en 2021 reflejan que la mitad de los países del mundo han desplegado a Pegasus contra quienes consideraban amenazas a su autoridad. Entre 2016 y ahora, a pesar de las múltiples demandas y condenas de organismos mundiales, NSO Group ha seguido prosperando, recibiendo el aval de Israel y formando parte del club de las startups unicornio con una valoración de 1.000 millones de dólares.
Pero NSO Group es sólo la punta del iceberg. La producción y exportación de «softwares de intrusión», que en su día fue un ámbito reservado a las unidades de inteligencia estatales más elitistas y a las empresas de seguridad que buscaban proteger los recursos y a las personas de los piratas informáticos, es ahora una industria global no regulada que mueve miles de millones de dólares en el comercio mundial. Las cifras reflejan la proliferación de este tipo de armas que pretenden entregar nuestros pensamientos y acciones más íntimos a regímenes que están dispuestos a pagar para controlarlos. Y la proliferación se nota: en los últimos años, estos programas de espionaje han sido decisivos en la disolución de protestas, deportaciones, torturas y asesinatos en Hong Kong, Egipto, Myanmar, Nigeria, Arabia Saudí, Singapur, Etiopía, Libia, Turquía, Hungría y Estados Unidos, por nombrar algunos. No podemos olvidar a la India, que no sólo ha utilizado Pegasus contra todo el aliento de la oposición al actual régimen nacionalista hindú, sino que también ha utilizado programas espía para criminalizar a activistas que han pasado su vida trabajando con y para el pueblo, entre ellos el sacerdote jesuita de 83 años, el padre Stan Swamy, que murió bajo custodia judicial el mes pasado.
La conmoción de haber sido engañados, en todo el mundo, aún no se ha asimilado: ¿cómo es posible que un software espía tan antipopular haya sido desarrollado, exportado y comprado por los gobiernos con dinero público, y luego convertido en un arma contra nuestras mejores voces? A medida que se van conociendo las historias de cómo se han utilizado estas intrusiones como armas de ataque, a continuación se exponen algunas ideas de las que estamos bastante seguros:
No se trata de un «mal uso» de los programas espía/armas cibernéticas: estas tecnologías están diseñadas para la represión. Producidas y vendidas en nombre de la seguridad, estas tecnologías se utilizan sistemáticamente para la vigilancia masiva, así como para el espionaje selectivo y la incapacitación, como se ha sabido públicamente desde las revelaciones de Edward Snowden sobre la Agencia de Seguridad Nacional de Estados Unidos.
No es casualidad que Israel sea el líder del mercado y la punta de lanza de estos productos militares que se venden al mundo. Al igual que el Grupo NSO, múltiples empresas israelíes de ciberespionaje están fundadas y dotadas de personal por la Unidad 8200 de las fuerzas militares israelíes, responsable del ciberespionaje. Al igual que NSO, estas empresas trabajan en colaboración con el Ministerio de Defensa israelí. Patrocinadas por el Estado del apartheid israelí y parte de su diplomacia, estas empresas ayudan de forma crítica al colonialismo del régimen israelí en la región. ¿Por qué las armas israelíes son el líder del mercado? La ocupación ilegal, el apartheid y el colonialismo contra el pueblo palestino proporcionan la «población de muestra» perfecta para la investigación, el desarrollo y las «pruebas de campo» de tales tecnologías de subyugación, en particular las armas cibernéticas, como Pegasus.
La única respuesta posible a la unanimidad con la que los gobiernos de todo el mundo están legitimando el uso de dichas armas, es una solidaridad internacional de los pueblos y de las luchas populares, especialmente de aquellos que son objeto de estos programas de espionaje por su defensa de los derechos humanos y por decir la verdad al poder. Lo que queremos es un cese total, una moratoria mundial sobre la producción y el comercio de tales armas, haciéndonos eco del llamamiento que han hecho los expertos de la ONU, los organismos de derechos humanos, las instituciones de los medios de comunicación, los académicos y los grupos de la sociedad civil de todo el mundo.
Es hora de que seamos capaces de ver a través de la fachada de la «seguridad» para ver claramente estas armas como lo que son: herramientas de represión, cuyo único propósito es silenciar las voces de los pueblos. ¡Debemos poner fin a estas armas!
En el pasado, estos esfuerzos han puesto fin a los programas de intercambio de formación policial con Israel, han presionado a los gobiernos para que pongan fin a los contratos con las empresas armamentísticas israelíes y han reunido a tribunales populares sobre la ayuda de Israel a la militarización en América Latina. Sólo una lucha global e interseccional puede poner fin a la proliferación de la indefendible industria del espionaje.
Nuestras luchas están conectadas y juntos somos más fuertes.
Para adherir con firmas aquí