Por Luis Casado

Nos conocimos en el año 2010, cuando la entrevistamos con Joaquín Figueroa para nuestra emisión Lóbulo Varietal en Radio Universidad de Chile.

María Ester nos tiró de espaldas de entrada cuando afirmó que el Código del Trabajo, -redactado en dictadura por William Thayer Arteaga, un democristiano que fue ministro de Eduardo Frei Montalva y más tarde de Pinochet-, es un texto que protege al empresario, no al asalariado.

Sorpresa. La legislación laboral en cualquier sitio del mundo tiene por objeto restablecer algún equilibrio entre el poder del empresario y la debilidad de quien vende su fuerza de trabajo. En Chile, nos dijo María Ester Feres, es al revés. Y agregó que la situación de los trabajadores chilenos es extremadamente desmedrada porque la Concertación les traicionó, dejándoles abandonados a su suerte.

Vinieron a mi mente los argumentos que escuché en algunas reuniones con personeros del Comité de Inversiones Extranjeras (aún guardo las tarjetas de visita, por si fuese menester…). Los representantes de tan eminente institución nos explicaban -a mí y a mis colegas europeos y australianos- cuan conveniente es invertir en Chile porque en Chile los asalariados no tienen protección. «Se puede hacer lo que Uds. quieran«, agregó el personajillo, orgulloso de tan extraordinaria ventaja comparativa.

La alegría ya había llegado, para las multinacionales…

Habida cuenta de la férrea defensa del mundo del trabajo que llevó adelante María Ester Feres desde la Dirección General del Trabajo, Ricardo Lagos y un tal Ricardo Solari, a la sazón ministro del Trabajo, se la sacaron de encima, y la forzaron a dimitir.

Durante la entrevista le pregunté a ella: «María Ester… a Ud. la echaron por hacer bien su trabajo, ¿no es así?» Aun conservo la grabación de la entrevista… Su respuesta, impregnada de sincera modestia, fue: «Eso parece«.

Si hoy me permito infringir nuestras propias reglas es porque su partida deja a los trabajadores chilenos aun más inermes, aun más indefensos. Nunca nadie, ningún partido político (NINGUNO), ni la CUT, ningún ministro del Trabajo, ningún presidente de la República, reclamó la abrogación de ese esperpento aun en vigor que se llama Código del Trabajo, y que -como afirmó María Ester Feres- le sirve de escudo protector a los explotadores.

Hace pocos días, gracias a la CGT, -central de trabajadores clasista, como ellos mismos dicen con orgullo-, me enteré de que María Ester Feres se encontraba enferma, grave. Le escribí desde París una amable y afectuosa nota, para manifestarle mi preocupación, mi sincero afecto, y mi admiración por su extraordinaria trayectoria. Desde su lecho de agonía María Ester encontró la fuerza para responderme:

Querido Amigo, me conmueve mucho tu preocupación por mi salud y tus manifestaciones de sincero afecto. Espero que tú, tú familia y muy en particular tu hija bella estén logrando superar esta pandemia que los humanos tan irresponsablemente hemos generado.

En cuanto a mi vida, esta llega efectivamente a su fin. Estoy desde hace un año con una fibrosis pulmonar muy avanzada que me tiene postrada, oxígeno dependiente 24/7, con dosis que está llegando al tope pues el cuerpo ya no la procesa.

Por ello cualquier día te llegará la noticia de mi partida. Te ruego que junto a ella sientas mi voz agradeciéndote de corazón el haberme otorgado generosamente tu fraterna amistad en los últimos años de mi vida. Espero que dónde esté, en otro espacio y lugar, te estaré enviando siempre mi sincero afecto.

Un abrazo inmenso,

Maria Ester

Ella, la amiga y compañera de la que me siento orgulloso, fue inteligente, mujer de principios, bella y elegante hasta en la despedida. Es con profundo respeto y con infinita admiración y pesar que la despido hoy, como ejemplo para todos quienes continuamos el combate común.