“¿Trajeron civilización a la tierra que Cortés bautizó como la Nueva España? ¿Valieron la pena tantas muertes? ¿Tanto pueblo arrasado, saqueado y quemado? ¿Tantas mujeres violadas? ¿Tantas atrocidades ordenadas por el mismo Cortés? No hay justificación alguna ante tan terrible desgracia. La respuesta es un no, categórico”.

por Aram Aharonian

Uno podría decir que todo comenzó el 13 de agosto de 1521, cuando el conquistador español Hernán Cortés consiguió la rendición de Tenochtitlán, la capital de los aztecas, en ese territorio mexica que luego se llamó México.

En las últimas décadas, la historia acentúa las diferencias culturales en nuestra América Lapobre. Tras los impulsos globalizadores que persiguen la unificación de la cultura junto a la uniformización económica y política, correspondieron pulsiones centrífugas y reivindicaciones identitarias, entre sistemas y familias, entre Estados, dentro de nuestros Estados.

Sin embargo, permanece el discurso colonial y, sobre todo, la diferencia entre la declamación y los hechos, que acentúa la brecha entre el discurso progresista de respeto a los derechos indígenas y de protección a la Madre Tierra y la expansión continua de las actividades extractivas, mientras se articulan resistencias de los pueblos indígenas y comunidades campesinas frente al despojo de sus territorios.

Cuenta la historia –o la leyenda-, que hace cientos de años repetimos con fruición que Cortés (sólo de apellido) había llegado en noviembre de 1519 y que el emperador Moctezuma lo recibió como si fuera la reencarnación del dios Quetazlcoátl.  El 30 de junio de 1520, los españoles fueron expulsados de Tenochtitlán por las fuerzas del emperador Cuitláhuac, perdieron su botín de oro y Cortés lloró por esa derrota, de lo que fue llamada la Noche Triste. Más triste para los indígenas, porque  los españoles había traído la viruela a América, que diezmó a los aztecas.

Casi un año después Cortés comenzó el asedio de 73 días sobre Tenochtitlán, tras cortar el acceso al agua, hasta la rendición de hace exactos cinco siglos. Cortés sumó a su causa a otros pueblos originarios bajo el denominador común del odio a los aztecas.

A 500 años de aquel hecho, VOX, el partido de ultraderecha de España, glorificó  la caída de Tenochtitlán: «España logró liberar a millones de personas del régimen sanguinario y de terror de los aztecas». VOX tiene vínculos con un grupo católico ultraconservador de México, El Yunque, cuya plataforma Yo Influyo le ha prestado interés y apoyo. Ambos, VOX y El Yunque, comparten una visión similar sobre el México de la conquista, como la plasmada por los ultraderechistas españoles en su tuit.

López Obrador ya tuvo un cruce con VOX en noviembre de 2019. «Apenas desembarcó en Veracruz, el conquistador Hernán Cortés y sin ningún fundamento legal, porque eso se puede probar, no había ningún fundamento legal, se autonombró alcalde, fue el primer fraude», dijo el mandatario. Por Twitter, VOX lo calificó como «mediocre con ínfulas» por su crítica al conquistador.

Mientras, comunidades indígenas y zapatistas asentadas y de visita en España organizaron un primer encuentro en Madrid denominado “No Nos Conquistaron”, con motivo de la fecha.

La reivindicación de AMLO

Paralelamente, el presidente mexicano Andrés Manuel López Obrador, habló sobre el aniversario y consideró:  “¿Trajeron civilización a la tierra que Cortés bautizó como la Nueva España? ¿Valieron la pena tantas muertes? ¿Tanto pueblo arrasado, saqueado y quemado? ¿Tantas mujeres violadas? ¿Tantas atrocidades ordenadas por el mismo Cortés? No hay justificación alguna ante tan terrible desgracia. La respuesta es un no, categórico”.

López Obrador pidió perdón a las víctimas de la catástrofe originada por la ocupación militar española de Mesoamérica, tras resaltar que la conquista fue un rotundo fracaso por la muerte de millones de personas y señalar que la acumulación de capital para los propietarios de la nueva España y la corona no fue abundante o significativa.

Agregó que la gran lección es que nada justifica imponer por la fuerza a otras naciones o culturas un modelo político, económico, social o religioso en aras del bien de los conquistados o con la excusa de la civilización, y pidió a políticos, monarcas y hombres de Estado no omitir las lecciones de aquellos hechos.

La pregunta obligada es si la matanza de miles de indígenas de Cholula, en el Templo Mayor, en la toma de Tenochtitlán y los asesinatos de Moctezuma, Cuauhtémoc y otras autoridades indígenas, trajeron civilización. La respuesta es un no categórico, añadió .

López Obrador interrogó sobre de qué civilización se puede hablar si se pierde la vida de millones de seres humanos y la monarquía dominante no logra en tres siglos de sometimiento recuperar la población que había antes de la ocupación: en 1518 se contaba con 11 millones de habitantes, pero en 1821 quedaban sólo seis millones, dijo.

La inauguración de la maqueta monumental del Templo Mayor en la plancha del Zócalo de la capital mexicana marcó el punto culminante de las conmemoraciones por los 500 años de resistencia indígena, cuyo comienzo se marca con la caída de Tenochtitlán en manos de los conquistadores españoles y sus aliados locales. El derrumbe del imperio mexica, catalizado por la llegada de los europeos al territorio, transformó de manera absoluta e irreversible las vidas de las personas a ambos lados del Atlántico.

El último censo (de 2010) mostró que existían alrededor de 42 millones de indígenas en América Latina, el ocho por ciento de la población total. Países como México, Guatemala, Perú, y Bolivia tienen las poblaciones más grandes, con más del 80 por ciento del total de la región, es decir, 34 millones. Pero los pueblos indígenas continúan enfrentándose a barreras estructurales que limitan su inclusión social y económica.

Constituyen el 14 por ciento de los pobres y el 17 por ciento de los extremadamente pobres de América Latina y aún hoy enfrentan grandes desafíos para acceder a servicios básicos y adoptar nuevas tecnologías, ambos aspectos claves en sociedades cada vez más globalizadas. Contrario a la creencia popular, casi la mitad de la población indígena vive en zonas urbanas, pero incluso allí viven en áreas que son menos seguras, menos higiénicas y más propensas a desastres que los  no indígenas.

Han sido más de cinco siglos de negar o invisibilizar las culturas prehispánicas. Participar de la producción y de la difusión del conocimiento ha sido y es el propósito de la lucha de  muchos pueblos indígenas, desde la implementación de una educación intercultural bilingüe hasta la creación de universidades indígenas, apuntando a la reapropiación de prerrogativas usurpadas por el colonialismo.

Pensamiento crítico

Lo medular de estas demandas radica en una crítica ontológica a lo que el pensamiento crítico latinoamericano ha calificado como “colonialidad del saber”. La decolonialidad es sinónimo de «pensar y hacer» decolonialmente y cuestiona o problematiza las historias de poder que emergen de Europa, que subyacen a la lógica de la civilización occidenta; es el proceso de emancipación de diferentes fenómenos que el eurocentrismo ha dominado.

La decolonialidad es una respuesta a la relación de dominación directa, política, social y cultural establecida por los europeos, y es una lucha que se mantiene hoy, más de 530 después de la llegada de Colón, cuando “expertos” e “intelectuales” europeos insisten en eseñarnos quiénes somos, cómos omos, que nos conviene. El concepto va ligado con la colonialidad/modernidad, producto de un colonialismo político y geopolítico que se da en el “descubrimiento” de América.

Los tres siglos de dominación colonial tras la Conquista, significaron un genocidio, una catástrofe demográfica para los pueblos originarios, que fueron diezmados por las enfermedades traídas del Viejo Mundo, los vejámenes y tratos inhumanos a los que se les sometió y las jornadas de trabajo esclavo o semiesclavo que se les obligó a realizar, muechas veces en nombre del dios de ellos.

Pero no fue solo una conquista material, sino que se trataba de destruir sus identidades al imponerles las creencias religiosas, las costumbres y el modo de producción de los peninsulares.

Es más, la estructura social racista creada para mantener sojuzgados a los pueblos indígenas durante la Colonia (heredada por las clases dominantes luego de la independencia) constituye la raíz de la pobreza, la marginación y la discriminación que nuestros poueblos padecen hasta hoy, así como del desprecio que hacia ellos siente una parte de nuestras sociedades.

Los pueblos indígenas se opusieron, en general, a los intentos por aniquilar sus culturas, lo que les permitió conservar vivas sus tradiciones pese al empeño asimilador de las autoridades coloniales y eclesiásticas, primero, y del Estado burgués, después.

A los conceptos de Conquista y Colonia se opone el de Resistencia indígena, que refleja la suma de prácticas culturales, comunitarias, políticas y también armadas a través de las cuales los pueblos indígenas se negaron y se niegan a diluir su identidad en aras de un progreso mal entendido como mera acumulación de capital, señala un editorial del diario mexicano La Jornada.

Hay devaneos peligrosos en boca de algunos de nuestros presidentes. En el marco de la visita a la Argentina de Pedro Sánchez, presidente del gobierno español, el mandatario argentino Alberto Fernández dijo, sin sonrojarse siquiera: «Escribió alguna vez Octavio Paz que los mexicanos salieron de los indios, los brasileños salieron de la selva pero nosotros los argentinos llegamos de los barcos, y eran barcos que venían de Europa, y así construimos nuestra sociedad”.

El recorrido mediático de la frase, que despertó protestas por todos lados,  aceleró un tuit soberbio, aunque dizque que aclaratorio, por parte de Fernández: “Se afirmó más de una vez que los argentinos descendemos de los barcos. En la primera mitad del siglo XX recibimos a más de cinco millones de inmigrantes que convivieron con nuestros pueblos originarios. Es un orgullo nuestra diversidad. A nadie quise ofender, de todas formas, quien se haya sentido ofendido o invisibilizado, desde ya mis disculpas”.

Pero vale recordar que sólo un país en la región, se ha asumido como Estado Plurinacional, y ese es Bolivia, donde el temor radica en el surgimiento de una burocracia indígena, a similitud de la desplegada por los criollos.

Pero esta lucha de los pueblos indígenas por mantener vivos sus saberes y hoy su impronta representa un acervo invaluable para encarar desafíos como la crisis climática y el urgente rediseño de varias instituciones. Sin duda, sigue siendo necesaria una reflexión sincera en torno a la condición actual de los habitantes originarios, e imprescindible que las autoridades de nuestros países tomen todas las medidas pertinentes para cerrar la inaceptable brecha de desigualdad.

 

 

 

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