Escucho el comentario constante de los trabajadores de la salud diciendo “me encanta mi trabajo”, «amo mi profesión”, “estudie años y me esforcé para sacar mi título”, reconociendo su sincera intención de ayudar a otros.
Cuando me comentan sus sentimientos, siempre me adelanto en demostrar mi alegría por su sentir, pues me parece maravilloso trabajar y desarrollarte en aquello que te gusta (sabemos que no siempre es así). Sin embargo, debo reconocer que esa alegría dura poco, cuando el relato continúa…
Me pasa que, “no quiero volver a trabajar”. “Cada vez que tengo que volver a turno, la noche se me hace eterna y pensamientos negativos no me dejan conciliar el sueño”. “Despierto asustada y me quedo inmovilizada en mi cama”. “Mientras me acerco al hospital un pánico intenso me asalta y no puedo respirar”
Cuando escucho esos relatos, comprendo más en profundidad lo que ya todos sabemos.
Y así estamos:
Relaciones interpersonales deshumanizadas, sobre carga laboral, sueldos indignos, equipos de trabajo, que no trabajan en equipo. Grupos humanos que compiten. Jefaturas que solo les interesa cubrir turnos, sin pensar en las necesidades reales de su personal. Se repite una y otra vez la frase, “hoy comprendo que soy un número más y eso me pone muy triste”.
Todo lo anterior termina por configurar una tormenta perfecta, donde se comprueba día a día, una salud mental deteriorada y sufriente.
Muchos especialistas califican estas estados como “Trastornos del ánimo” o “Trastornos de ansiedad” (depresión, ansiedad, pánico, angustia, dificultades para dormir, labilidad emocional, etc.), y sí hay muchos síntomas que podrían remitirse a eso trastornos, sin embargo, la experiencia me dice que si ponemos el foco en mejorar nuestras relaciones personales e interpersonales, donde el ser humano fuera el valor central, todo esto sería distinto.
Por otro lado, me sorprende, a veces, como es que no somos capaces de sacar nuestra voz y trabajar en nuestro autocuidado. Pareciera ser que se cuidan más los intereses de los Organismo Públicos (que parecieran ser intereses más personales que públicos) o de la Empresa donde se trabaja, que nuestra propia salud, intereses y necesidades.
Quizá sea necesario revisar nuestras prioridades.
Observo que la gente comienza a perder la esperanza. La gente buena, aquella que intenta poner al ser humano como valor central, se está cansando y comienzan a abandonar los lugares de trabajo donde la humanización es tan necesaria. Una triste realidad, sí, lo es, sin embargo ocurre y se puede ver, en este caso específico, en el área de los profesionales de la salud.
Sin embargo y a pesar de todo, hay que continuar en el intento por recuperar la esperanza, en el proceso iremos construyen un nuevo mundo; uno más compasivo, amoroso, empático, donde seamos capaces de colocarnos en el lugar del otro.