“De repente, viene el estallido social de forma tan fuerte como un grito que se escucha en todas partes. Fue maravilloso, como un resucitar, un volver a creer, un volver a tener a mis hijos presentes. Volver a sentir que todos los sacrificios que uno haga por cambiar esta sociedad son válidos”.
Un multitudinario funeral tuvo Luisa Toledo este pasado martes 6 de julio, tras fallecer a los 81 años. Luisa, madre de los hermanos Rafael y Eduardo Vergara, asesinados por la policía chilena durante la dictadura cívico-militar, fue una luchadora por la justicia y la verdad, que con eterno coraje, dignidad, fuerza y consecuencia, fue denominada como “la madre del pueblo”. Su compromiso y el apoyo principalmente a los jóvenes, la llevó a ser ejemplo y causa de lucha.
Luisa nos deja un legado y huellas de resistencia. Dedicó toda su vida a la búsqueda de justicia, abogando por los Derechos Humanos, y participando en todas las instancias de la reivindicación para con las injusticias sociales. Colaboró en diferentes organizaciones, incluyendo la Vicaría de la Solidaridad y el movimiento Sebastián Acevedo. Fue en su amada Villa Francia, población de residencia, donde creó comunidad, activa en la defensa y el desarrollo popular de su territorio, siempre junto a los jóvenes.
En sus últimas palabras públicas nos dijo, “lo mejor que pueden hacer en este momento por mí, es que las cosas sigan funcionando, que todas, todos los que están sufriendo cárcel, daño ocular, daño físico, lo mejor que podemos recibir como regalo de parte de ustedes es que sigan trabajando y haciendo, lo que están haciendo afuera”.
Luisa muere como vivió, y la llevaremos siempre entre nosotras, nosotros, en los gritos de justicia y dignidad.
El foto-reportaje es de Daniela Anomar: