¿Queremos resolver el problema de la pobreza?
¿Queremos resolver el problema de la exclusión?
¿Queremos instaurar verdaderamente un tiempo de igualdad de oportunidades para todos y todas?
¿Queremos orientarnos hacia la humanización del sistema social?
¿Queremos organizarnos de un modo que garanticemos la subsistencia de cada uno de nosotros y cada una de nosotras? ¿Queremos favorecer la libertad de elegir para todos los seres humanos?
¿Queremos colaborar para la concreción de la independencia de las mujeres y avanzar contra el sistema patriarcal?
¿Queremos verdaderamente que cada uno de nosotros pueda intencionar su propia vida en la dirección de su vocación?
¿Queremos que la dignidad humana sea esencial, por el simple hecho de existir, y no en función de un esquema meritocrático y mentiroso?
¿Queremos, como sociedad y como individuos, ganar en salud mental, en libertad, en paz, en confianza en uno mismo y en otros?
¿Queremos como individuos y como sociedad reforzar los vínculos comunitarios, familiares e interpersonales?
La antigua lucha por la supervivencia individual pierde sentido en esta época de la historia humana en que la acumulación de conocimientos científicos y tecnológicos permite garantizar alimentos, vivienda, salud, educación, energía, comunicaciones y esparcimiento para todos los seres humanos. Si esto no se produce no es por un misterio astrológico, sino por la incapacidad que aún sobrellevamos como sociedad para garantizar las necesidades de cada uno de sus individuos. Es por una cultura que peralta el logro individual frente a la vida colectiva. Es por una serie de mitos políticos y económicos que todavía sumergen al ser humano concreto en la prehistórica acepción que plantea que la calidad de vida que vivís deriva de tus capacidades de trabajo. Todos sabemos que esto no es así para millones de individuos a lo largo y a lo ancho de nuestro mundo.
También sabemos que las políticas para pobres no dan resultado en ningún lugar del planeta. No hay planes que hayan sacado a sus beneficiarios o beneficiarias de la pobreza. No hay planes que efectivamente logren la cobertura para todos aquellos y aquellas que lo necesitan. Cada vez hay menos empleo y la dinámica actual muestra que cada vez habrá menos puestos para cada vez mayor cantidad de personas.
En tanto el acceso a bienes y servicios vitales estén mediados por el dinero, es tiempo de impulsar la Renta Básica Universal e Incondicional para todos los seres humanos. Es la única política social digna y acorde con nuestro tiempo.