El 9 de Julio se instituyó por Naciones Unidas como el día internacional de la destrucción de las armas de fuego. Las instituciones militares y policiales las recogen durante su actividad policial, por devolución voluntaria, y mediante el control del tráfico de armas y municiones a través de las fronteras. Y este día en gran parte del mundo las destruyen simbolizando su trabajo por el control de la violencia armada en el mundo.

En Chile existe una Ley de Control de Armas que lleva a cabo la Dirección General de Movilización Nacional, organismo que anualmente realiza una ceremonia de destrucción de armas en fundiciones privadas. Se calcula que se han destruido unas 800.000 armas desde que se institucionalizara este proceso. Existen en este país alrededor de 750.000 armas inscritas, y una cifra negra de alrededor de 30.000 armas ilegales en manos de la delincuencia.

Carabineros de Chile a través de su Campaña “Entrega tu arma” recauda todas aquellas armas que las personas deciden devolver, ya sea por haberlas recibido en herencia, por adquisición voluntaria pero arrepentida, o por muerte de su legítimo propietario. Así se han logrado recaudar más de 10.000 armas desde el inicio de la Campaña, y se han sacado de circulación más de 30.000 en este periodo. Sin embargo la cantidad de armas en manos de la delincuencia parece ir en aumento, así como la criminalidad por causa de las mismas, ya que a pesar de tener entre 3 y 4 muertes violentas por cada 100.000 habitantes al año, esta cifra va claramente al alza en los últimos años.

El destino de las armas en términos de uso y abuso es fundamentalmente la delincuencia, quienes la usan a diario para defender sus “territorios” en el caso de los narcotraficantes, y para realizar asaltos, robos en casas habitadas, portonazos y encerronas vehiculares. El uso de las armas por parte de la población civil para su defensa personal es mínima, y más bien se reduce a la defensa de los negocios por parte de los comerciantes. Muchas de las armas con las que la delincuencia comete sus delitos proviene del robo de armas en los domicilios, y que se transforman en un peligro para futuras víctimas.

Se hacen ingentes esfuerzos a nivel mundial por controlar la proliferación de armas en manos de la población civil dada la correlación directa que existe entre la cantidad de armas circulantes y las tasas de criminalidad observadas. Así, muchos países han endurecido sus leyes de control de armas incluído Chile, sin embargo los hechos de violencia con armas no paran de crecer como lo vemos a través de los medios. Lo que pasa es que el negocio de las armas es una actividad floreciente en el mundo ya que se fabrican diez nuevas armas pequeñas por cada arma que se destruye.

Desde el punto de vista de la seguridad personal se ha demostrado que las armas son absolutamente ineficientes, dado que las personas en la mayor parte del mundo no tienen permiso para portarlas, y en sus hogares se encuentran normalmente guardadas para seguridad de la familia, y si son víctimas de un robo, normalmente es en la noche y por sorpresa, por lo cual las víctimas no tienen posibilidad de defenderse con ellas, si es que tienen la suficiente valentía y destreza para usarla en forma eficiente.

Como organización no violenta, Mundo sin Guerras y sin Violencia ha llegado a la convicción profunda de que las armas solamente deben estar en manos de la policía en todo el mundo, exclusivamente para su uso en sus labores profesionales. De esta forma, no habiendo armas circulantes se reducen absolutamente las muertes por armas de fuego, tanto por homicidio como por suicidio. Las armas de guerra en manos de los ejércitos merecen capítulo aparte, ya que los ejércitos a nuestro juicio son entidades que debieran desaparecer en aras de la paz mundial.

Desde un punto de vista sociológico tener un arma requiere estar dispuesto a usarla, lo que significa estar dispuesto a dar muerte a alguien en defensa propia o de su familia. Esto que parece ser legítimo, es aceptar generar la más dura forma de violencia que es dar muerte a una persona, sesgar una vida humana aunque ésta no tenga en apariencia un valor social, pero que tal vez sí lo tenga en términos intrínsecos.

El aceptar que matar a alguien es legítimo significa que la persona a la que matamos no tiene valor en sí misma, o bien, que yo tengo mucho más valor que ella. Si aceptamos agredir a alguien tendría que ser en estricta defensa propia, cuando la persona que tengo enfrente está atentando contra mi vida o contra la vida de mi familia. En ningún otro caso se justifica, ya que si es por robo significa que asignamos mayor valor a mis bienes que a la persona que me roba o me asalta, y que el asaltante o ladrón tiene menos valor que mis bienes, y que incluso vale menos que la bala que lo mata.

A partir de esta última consideración, el provocar la muerte a alguien durante una guerra se puede considerar legítima, porque se trata de defender territorios o recursos, y que éstos son más importantes que mi enemigo, y que su muerte probable es un efecto colateral aceptable en función de un bien mayor como la patria o los recursos para todos sus conciudadanos. No nos engañemos, las armas y la guerra sólo obedecen a intereses comerciales espúreos, absolutamente a nada más.

Nosotros los humanistas de Mundo sin Guerras y sin Violencia consideramos que la vida humana está por encima de todas las cosas, y que por tanto no tenemos derecho a segarla por ninguna razón, por eso nos oponemos terminantemente a las guerras y a la pena de muerte, y a toda forma de violencia armada o agresión física o sicológica, incluso racial, de género, económica, política o religiosa.

Propiciamos decididamente el desarme y celebramos la destrucción de las armas por considerarlas inútiles instrumentos de muerte que sólo han aportado sufrimiento a la humanidad. Son elementos propios de una cultura de muerte que es necesario e imperioso ir dejando atrás como vergüenza de la historia. No tienen cabida alguna en una nueva cultura noviolenta que propicie los valores de la hermandad de toda la especie humana.

Destruyamos las armas antes de que nos destruyan a nosotros.