El corazón de torpe primavera
hizo que le injertaran el oído
y tanta maldición oyó que ha ido
a que le den de nuevo su sordera.
Silvio Rodríguez.
El cambio de actitud, resulta vital para asumir la vida con una nueva perspectiva, nuevo enfoque y otra dimensión. Hoy en medio del contexto en que vivimos y sus consecuencias (crisis, bloqueo, pandemia), comienza a manifestarse lo que los especialistas llaman “mente orientada en la crisis”, es decir, solo atinamos constantemente a la queja, los reclamos, el hipercriticismo y las opiniones de todo tipo. Preguntando en encuestas a las personas, de cómo ven a la sociedad, todos sin excepción se manifestaron lapidarios (agónica, ingobernable, perdida, desmoralizada, usurpada por la doble moral y la corrupción, llena de malas influencias, crisis de valores, entre muchas otras).
Con esa actitud manifiesta, comenzamos cada día con un estancamiento vital, poca carga, una especie de cansancio funcional, marcado por la apatía, el pesimismo, la falta de voluntad, la irritabilidad y finalmente nos conduce a perder la fuerza. Con esta actitud transmitimos el concepto que no valemos nada, que la clave del éxito es el dinero, la influencia de alto rango, que la vista debe buscar el extranjero, como referente de la prosperidad y el buen vivir, entre otros tentáculos que han tomado cuerpo en medio de la crisis. Terminamos mostrándoles a nuestros hijos que efectivamente somos unos corruptos, simuladores, fracasados, carentes de valores y más terrible aún, les hacemos creer que eso no se puede cambiar.
ENTONCES ¿QUÉ HACER?: Innegablemente fuimos entendiendo que el conocimiento, la habilidad, la experiencia, eran herramientas que sumaban a este cambio, pero finalmente comprendimos que solo un cambio de actitud puede ser definitivo.
La actitud te define, de pronto nada cambio, solo nuestra actitud y todo comenzó a cambiar, es decir, salimos del estado de víctima donde estábamos y decidimos ser protagonistas de nuestra existencia, salimos a buscar los cambios que necesitábamos, por tanto en ese empeño se trata de actuar en el radio de acción donde nos desenvolvemos, hacerlo con eficiencia, respeto, buen gusto, tratar como quisiera nos tratasen, contagiar desde el ejemplo, mostrar lo que queremos ver. Comprendamos que paraíso e infierno, más que un lugar es una decisión, se puede retornar del primero al segundo, cuando comenzamos a ver todo lo que me falta y no todo lo que tengo, cuando nos consumamos en reclamos y opiniones y no en actuaciones efectivas por liderar y educar.
Arranquemos cada día como protagonistas, lleno de optimismo, de buena vibra, engalanados, con sentido del humor, enarbolando la buena educación, el buen gusto. Tenemos que emitir en una misma frecuencia, lo que deseamos y queremos, y hacerlo con la intención de convocar y comprometer.
Creamos en nuestros valores y seamos consecuentes con ellos, vivamos en esa lealtad que desde lo espiritual nos va a permitir cambiar el mundo. Hagamos un trabajo mental de cuanto tenemos en nuestras vidas y lo que significan, la salud, los amigos, las modestas condiciones de vida que muchos en el mundo no tienen, nuestra seguridad y derechos, nuestros alimentos normados y escasos, pero para todos, nuestra vida en familia, nuestros libros, la PC, la internet, nuestras pasiones y entretenimientos, en fin, tantas otras que por cotidianas o dadas por derecho propio, no sopesamos en todo su sentido. Que el imperio del ser, pueda terminar venciendo al imperio del tener.