Por Jorge Molina
En abril de 2009 un grupo de trabajo del Comando de Operaciones Especiales del Ejército de EE.UU., elucidó la definición de Guerra no Convencional. El valor de la nueva definición fue su atención a ser más como una misión y no tanto como un método. La Guerra no Convencional quedó redefinida así:
“Actividades conducidas para permitir a un movimiento de resistencia o insurgencia coaccionar, alterar o derrocar a un gobierno”.
A partir de este momento, dicha guerra fue claramente delineada como las actividades o acciones de un patrocinador extranjero y no de un movimiento de resistencia. Esta definición centrada en el patrocinador y la misión, aportó un entendimiento más preciso del rol de los actores y del estado final deseado en una campaña de Guerra no Convencional. Esta nueva perspectiva allanó el camino para el resurgimiento de estudios y el desarrollo de la teoría en este campo cuyos resultados fueron casi inmediatos.
La definición del 2009 encabeza los documentos doctrinales que rigen el desarrollo de la Guerra no Convencional en la actualidad, entre estos, la Publicación de Técnicas del Ejército (ATP, por sus siglas en inglés) 3-05.1 “Guerra no Convencional” y la Circular de Entrenamiento (TC, por sus siglas en inglés) 18-01 “Guerra no Convencional de la Fuerzas Especiales”, documentos públicamente accesibles.
¿Cómo se ajustan estos conceptos y en qué medida son relevantes para las estrategias actuales de EE.UU. contra Cuba?
Cuba es, desde los primeros años de la Revolución, el modelo más cercano para comprender en retrospectiva el concepto de Guerra no Convencional.
Uno de los pilares de la estrategia de EE.UU. y la proyección de su agresividad contra la isla fue el empleo de la contrarrevolución, tanto interna como externa, y la subversión, que halló cuerpo en la propaganda enemiga y el agrupamiento contrarrevolucionario.
Fue interés nacional de EE.UU. subordinar las actividades de la contrarrevolución a los lineamientos de la política de Washington. Todo ello formó parte de la prioridad de seguridad nacional que constituía para la Casa Blanca la lucha contra los Movimientos de Liberación Nacional, el socialismo y la URSS.
Nuevas formas de guerra encubierta y agresión subversiva se desataron contra Cuba. La Operación Mangosta, por ejemplo, fue la ejecución de la intención del gobierno de EE.UU. de destruir a la Revolución Cubana sin necesidad de una agresión militar directa contra la Isla o el desgaste necesario como preludio de esta.
El núcleo central de esta etapa fue el empleo de la contrarrevolución interna y las bandas armadas, como fuerzas sustitutas o auxiliares, mientras el escenario de subversión era reforzado con todo tipo de acciones de guerra económica, sabotajes y operaciones de inteligencia de la CIA, entre otras.
Un memorando del Departamento de Defensa, fechado el 25 de julio de 1962, resume estas intenciones. Al hacer una revisión de la Operación Mangosta, en el punto referido a sus objetivos señalaba: “(…) EE.UU. ha emprendido esfuerzos especiales con el objetivo de ayudar a Cuba a derrocar a un régimen comunista”, para ello, son necesarias, entre otras, “acciones encubiertas, políticas y económicas, para inspirar una revuelta en Cuba o desarrollar la necesidad de una intervención de EE.UU.».
En sus orientaciones “Mangosta” establecía: “Cuando el movimiento popular ocupe un territorio importante de Cuba, debiera formar un gobierno provisional. Esto permitirá la ayuda abierta de América Latina y EE.UU. si se pide y es necesaria. Una situación de gobierno militar existirá para el periodo inicial y tenemos que insistir en el realismo de este periodo de transición que precede al control civil razonable”.
La Publicación de Técnicas del Ejército 3-05.1 (ATP 3-05.1) “Guerra no Convencional”, contiene el caso de Cuba, como “Ejemplo selecto de actividades de Guerra no Convencional patrocinadas por EE.UU.”. Sus aseveraciones, aunque referidas a la invasión mercenaria de abril de 1961 (Bahía de Cochinos) son esclarecedoras.
La CIA cometió “(…) errores en su campaña de Guerra no Convencional contra Cuba. Aunque existían algunos esfuerzos razonablemente exitosos en el desarrollo de una clandestinidad, no estaban lo suficientemente diseminados o coordinados para organizar una campaña de resistencia popular sostenida”.
De acuerdo a Misión Verdad, actualmente y debido a la difícil situación que vive Cuba a raíz del Covid-19, el gobierno aplicará nuevas medidas de control sanitario a partir del 15 de julio. Es así como agrupaciones de música y operadores del Movimiento San Isidro, solicitaron a la comunidad internacional la apertura de un corredor humanitario o una intervención humanitaria en Cuba. De ahí parte la conexión más directa entre las protestas registradas este 11 de julio y las acciones de aquel movimiento, cuyos líderes están comprometidos con la agenda de grupos anticubanos en Miami que han provisto de financiamiento, logística y apoyo mediático a quienes han enfrentado directamente al gobierno cubano.
El periódico Granma, de Cuba, publicó que alrededor de US$250 millones dedicaron las administraciones de Estados Unidos en las últimas dos décadas para los programas de subversión anticastristas. Mientras que Díaz-Canel estimó que Cuba ha perdido entre abril de 2019 y diciembre de 2020 más de 9 mil millones de dólares debido al bloqueo impuesto por Washington.
Tanto los pedidos de corredor humanitario como de intervención humanitaria se corresponden con los intereses del sector más radical del anticastrismo de Florida, porque serían escenarios ideales para una potencial internación ilegal de armas.
Curiosamente, ninguna de las protestas se expresó contra del bloqueo sobre la isla. Esto cobra relevancia pues, en junio recién pasado, la Asamblea General de Naciones Unidas votó una resolución de rechazo al embargo que pesa sobre dicha nación, la cual obtuvo 184 votos a favor, dos en contra (Estados Unidos e Israel) y tres abstenciones (Colombia, Brasil y Ucrania).
Cuba se ha visto obligada a pedir donaciones internacionales ya que, por el tristemente célebre bloqueo, no ha podido contar con materiales sanitarios básicos para la protección de la población, tales como jeringas, puntas con filtro, etc. Esto a pesar de que su industria farmacéutica ha logrado desarrollar cinco vacunas contra el Covid-19 (Soberana 02 y Abdala, las más famosas).
Las protestas del domingo 11 de julio enarbolaron la idea de que la nación caribeña necesita la intervención de Estados Unidos y la comunidad internacional, y que esto se traduzca en un cambio de régimen, supuestamente exigido por el propio pueblo cubano. Ese mismo que innumerables veces ha protestado contra los ataques económicos, financieros y comerciales de Washington, y que ha sido en el mismo número de veces silenciado y ridiculizado por los mismos operadores políticos y mediáticos que apoyan la causa de la cúpula reinante en el sur de Florida.
Ya Fidel Castro en 1994 adelantó el concepto de Guerra no Convencional señalando: “Ellos, naturalmente, quieren que se produzcan escenas sangrientas, quieren que haya una balacera, que haya muertos, para utilizarlos como instrumento de propaganda, en primer lugar; como instrumento de subversión, y, finalmente, como instrumento de intervención en nuestro país. La estrategia imperialista es crear una situación, crear el máximo de descontento dentro de nuestro país, dividir a la población, crear las condiciones más difíciles posibles y conducir a nuestro país a un conflicto, a un baño de sangre. ¡Sueñan con eso, añoran eso!”