Por lavaca

 

En la Legislatura de Tierra del Fuego ocurrieron dos hechos históricos:

  1. La provincia se convirtió en el primer distrito del mundo en prohibir la siembra y cosecha de salmones, actividad conocida como salmonicultura, para preservar el ambiente y la economía local. La ley consta de siete artículos y fue el fruto de una lucha que cobró fuerza en 2018 cuando surgió la posible instalación de salmoneras (jaulas del tamaño de un campo de fútbol para la cría de salmones en cautiverio, con una gran utilización de químicos) en aguas del Canal Beagle.
  2. Luego de la aprobación de la ley, que fue votada por unanimidad, lxs legisladorxs se levantaron de sus bancas y empezaron a aplaudir a las organizaciones que hace años sostienen el reclamo y reunieron a vecinxs, científicxs, docentes, productorxs, comerciantes y figuras mediáticas como Francis Mallmann y Narda Lepes.

“Fue algo conmovedor porque ellos admitían y comprendían que esto era parte de un proceso social y de una lucha colectiva”, cuenta a lavaca Nancy Fernández Marchesi, docente de Ecología en la Universidad Nacional de Tierra del Fuego (UNTDF), y presidenta de la Asociación Manekenk, una de las organizaciones que conformaron el Colectivo No a las Salmoneras.

En 2018 las vecinas y los vecinos de Tierra del Fuego se enteraron que la entonces gobernadora Rosana Bertone había autorizado estudios para la instalación de salmoneras en las aguas del Onashaga, del Canal Beagle. Ese año se firmó un acuerdo marco entre el Ministerio de Agroindustria, la Fundación Argentina para la Promoción de Inversiones y Comercio Internacional, y la empresa Innovation Norway para desarrollar “las condiciones económicas y operativas que permitan impulsar la actividad privada en el sector acuícola”.

Verdad y consecuencias

La noticia despertó el rechazo de la comunidad fueguina y se sumó Greenpeace. Las organizaciones se valieron de la herramienta de solicitud de información pública a la provincia para exigir respuestas. “Empezamos a encontrar agujeros de información que nos negaban. Pedíamos una cosa y nos daban otra”, dice Fernández Marchesi. Presentaron un amparo: “Exigíamos detalles del convenio y que socialicen el informe de la empresa noruega, porque nos enteramos de que ya estaban operando tendiendo unas redes importantes”.

Por el nivel de conflictividad el gobierno archivó el proyecto, coincidente también con el período electoral: Bertone perdió la elección con Gustavo Melella, que obtuvo el 50,2% de los votos. El proyecto siguió desapercibido hasta que a fines de 2019 el legislador Pablo Villegas presentó la norma que se aprobó el miércoles.

“Este modelo a gran escala no tendría posibilidad de instalarse en nuestros lagos, porque perjudica también a los pequeños productores que hoy ya están produciendo”, explica la docente. “En Tierra del Fuego ya se producen salmónidos (trucha arcoíris y trucha marrón), pero en tierra, a pequeña escala, y son pequeños emprendimientos familiares. Los productores de truchas también se oponían porque este tipo de producción signifca destruir sus emprendimientos familiares”.

Salmoneras. Captura de video

Otras consecuencias:

  • La introducción de una especie exótica como el salmón puede alterar los ecosistemas naturales depredando especies nativas.
  • Luego de varios años, las jaulas de salmón destruyen la biodiversidad del sector donde fueron instaladas, aniquilando todos los seres vivos y dejando un espacio muerto de difícil regeneración. “Muere todo lo que tiene en su base. Es un tubo cilíndrico que ocupa toda la columna de agua hasta el fondo. La materia orgánica contamina la superficie marina y no crece nada más. Lo peor es que a los salmones no les gusta esta agua contaminada, por lo que terminan corriendo la jaula para otro punto, repitiendo el proceso. Todo queda inutilizable”. Una unidad de producción se conforma por aproximadamente 10 jaulas, cada una con la extensión de una cancha de fútbol
  • Para combatir parásitos y enfermedades por el hacinamiento de peces se usan pesticidas que terminan en la carne de los pescados.

Fernández Marchesi cuenta que luego de la aprobación llovieron insultos por redes sociales acusando a las organizaciones por oponerse al “progreso”. La docente destaca que la actividad lleva muchos años en Chile. “En la zona patagónica chilena se visualiza que este modelo productivo se cruza con las pequeñas comunidades y destroza la matriz social. Los productores pesqueros artesanales dejan su actividad y pasan a ser obreros de multinacionales, con el consecuente resultado de precarización. Las zonas de salmoneras, lejos de ser las más desarrolladas, son las más pobres: no es sinónimo de producción ni empleo”.

Por ese motivo, las organizaciones consideran que la ley sienta un precedente histórico en la región y en el mundo. “Tierra del Fuego está acostumbrada a que su clase política legisle a espaldas del pueblo, con leyes que nos sorprenden de la noche a la mañana. Pero acá tomaron nuestras demandas. Esto pareció un gesto honesto, entendiendo que la movilización social territorial marcó la agenda. Y que mueve la aguja electoral”.

En su libro Malcomidos, la periodista Soledad Barruti relata su viaje a Chiloé, Chile, para conocer estos criaderos masivos de salmones.

Allí escribe y describe Soledad: “El cultivo de salmones que implementaron tiene similitudes ideológicas con el cultivo extensivo de soja en nuestro país, y también productivas con la cría de pollos, cerdos y vacas en las granjas industriales: se produce una sola especie a gran escala en condiciones de hacinamiento. Pero tiene también importantes particularidades: los salmones son peces carnívoros y salvajes y sus jaulas no están adentro de galpones cerrados sino que en medio del mar”.

“Lo primero que hay que resolver tras la instalación de la planta, es cómo alimentar tantos peces encerrados y deseosos de carne que deben crecer lo más rápido posible para que el negocio sea rentable. En la dieta que requiere el sistema de confinamiento, para hacer un kilo de salmón hacen falta alrededor de cinco kilos de otras especies. Y esto es importante repetirlo: son cinco kilos de pescado silvestre que podrían alimentar a diez personas para hacer un kilo de exótico pescado industrial con el que comen dos”.

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