Por María Álvarez Malvido
El primero de Julio se cumplen 126 años del Estado que hoy conocemos como Canadá. Como cada año, se preparan celebraciones decoradas de fuegos artificiales y banderas que han hecho de la hoja de maple un símbolo nacional. Como cada año también, voces y movimientos se articulan por todo el país para nombrar 126 años de colonización y desmantelar una narrativa nacional que se viste de diversidad mientras silencia el despojo y la violencia sistemática hacia los pueblos indígenas que habitan los territorios sobre los que fue construido.
Este año, de costa a costa, el movimiento #CancelCanadaDay exige la cancelación de cualquier celebración, para convertirlo en un día para honrar todas las vidas arrebatadas en manos del Estado canadiense. Y honrar la memoria de más de mil niñes cuyas muertes fueron silenciadas por el Estado hasta el pasado 27 de mayo, cuando la nación Tk’emlúps te Secwépemc en Columbia Británica anunció el hallazgo de restos no documentados de 215 niñes en el cementerio de la escuela residencial de Kamloops. Semanas después, se registraron otros 751 restos no identificados en el cementerio de la Escuela Residencial Marieval, en el territorio de la Nación Cowessess dentro de lo que hoy se conoce como la provincia de Saskatchewan. ¿Cómo celebrar una historia que hoy se revela como genocidio? ¿Qué se puede festejar a unas semanas del hallazgo de más de mil historias silenciadas por el Estado? ¿Dónde queda el reconocimiento del duelo y el dolor de la búsqueda que ya se extiende por los cementerios silenciados de tantas otras escuelas residenciales?
Kamloops y Marieval son dos de las 132 Escuelas Residenciales que, financiadas por el gobierno y operadas por la Iglesia, fueron parte integral de una política de asimilación que hoy es reconocida como genocidio cultural. El procedimiento abarcó todo el país: apartaron a los niños indígenas —reconocidos ahora por el Estado como First Nations, Métis e Inuit— de sus comunidades, los uniformaban para ingresarlos en escuelas donde tenían prohibido hablar su lengua materna, interactuar con sus hermanos o alimentar cualquier relación espiritual con el mundo, además de otros tipos de violencia sistemática reflejada en innumerables casos de abuso sexual, físico y emocional. En 1920, a través del Indian Act, o la Ley de Asuntos Indígenas, el Estado hizo obligatoria la asistencia a este tipo de escuelas para niñes indígenas de entre 7 y 12 años. Las consecuencias directas de esta política de Estado se perciben en las innumerables vidas perdidas, así como las generaciones de familias fragmentadas, el persistente despojo de los territorios y la pérdida de las diversidad lingüística: de las 70 lenguas indígenas que resisten en Canadá, 40 cuentan con menos de 500 hablantes, según estadísticas actuales del Gobierno.
En 2008, el Estado canadiense inició el proceso de Verdad y Reconciliación al ofrecer una disculpa pública a los 150,000 niños indígenas separados de sus familias entre 1831 y 1997, cuando abrió la primera y cerró la última institución. La Comisión de la Verdad y Reconciliación escuchó a más de 6 mil sobrevivientes que contaron su historia, y publicó en 2015, el reporte Honrando la verdad, reconciliando para el futuro, en el que se habla de «la verdad» a través del proceso de escucha y se presentan 94 propuestas de acción hacia un proceso de reconciliación.
La Comisión también estimó 4,100 niñes que perdieron la vida en las escuelas. Esta cifra está basada en los expedientes pero la Comisión advierte que se trata de una cifra seguramente más alta, como la que comienza a revelarse desde el 27 de mayo de 2021, y visibiliza aún más la historia de un genocidio cuyo adejetivo «cultural» resulta muy limitado. Algunos sobrevivientes reconocen los recientes hallazgos como la punta del iceberg de la historia -y la documentación- que la iglesia y el Estado no han terminado de contar. ¿Cómo va a honrar esta verdad el Estado de Canadá? ¿Cómo se va a responsabilizar ante las diversas exigencias de los Pueblos Indígenas, como la devolución de sus territorios?
Chief Bobby Cameron, de la Federación de Naciones Indígenas Soberanas, hace un llamado al Estado y la Iglesia a comenzar por entregar todos los expedientes. Sobrevivientes, líderes y organizaciones indígenas han hecho llamados también, a todas las personas que habitan Canadá, a reflexionar y comprometerse con la información que estas semanas ha salido a la luz, a apoyar a colectivos y organizaciones indígenas, a asumir las responsabilidades que conlleva habitar un país construido sobre territorios indígenas. También, convocan a vestir de naranja el próximo primero de Julio, color que ha sido utilizado como símbolo del proceso de Verdad y Reconciliación que comenzó el Estado en 2008.
Crystal Gail Fraser, del Pueblo Gwich’in y Profesora del Departamento de Historia y la Facultad de Estudios Indígenas de la Universidad de Alberta, recientemente compartió en un artículo publicado por Canadian Broadcasting Corporation su apoyo a cancelar el Día de Canadá, y su mirada de cómo se trata siempre de un día complejo para los Pueblos Indígenas. En el artículo, Crystal invita a una reflexión profunda a partir de los últimos hallazgos: «Si los niños no hubieran sido institucionalizados y asesinados en las escuelas residenciales, ¿estarían realmente disponibles las tierras que su familia compró? ¿O una familia indígena estaría ocupando esa tierra» y agregó «sólo estoy invitando a reflexionar más para comprender que Canadá actualmante, con todos los que viven aquí y que se involucran en la sociedad de alguna manera, se benefician de las políticas de las escuelas residenciales indígenas. Todos nos beneficiamos del despojo del territorio indígena».
¿Cómo podemos honrar la vida y la memoria de tantes niñes que hoy solo podemos nombrar con cifras? ¿Cómo acompañar el duelo de los pueblos y familias que hoy exigen justicia al Estado? ¿Cómo nombrar las violencias de un genocidio, mientras centramos las historias en la dignidad de las personas que resisten con la vida? El primero de julio puede ser una ventana para escuchar las voces de quienes honran y recuerdan a cada une desde los territorios que habitaron. El movimiento IdleNoMore, liderado por mujeres indígenas, hace un llamado para honrar la vida de indígenas, negrxs, migrantes, mujeres, trans y 2Spirit, e irrumpir en la celebración de un Estado construido a partir de la eliminación de los Pueblos Indígenas y sus territorios.
Escuchar, aunque en la distancia, puede ser una de muchas formas para honrar la vida y la memoria de les niñes cuyas historias han sido silenciadas.
#CancelCanadaDay #NoPrideInGenocide #215 #JusticeForIndigenous
(estos son los hashtags que propone IdleNoMore)