En medio de un sistema putrefacto infestado de corrupción e impunidad que carcome hasta los últimos cimientos de la sociedad guatemalteca y se lleva a su paso las vidas de miles de víctimas, resuella una brigada médica que carga en hombros a los más vulnerados, porque llega a donde los médicos nacionales no van. Y son los médicos cubanos dispuestos a enaltecer la labor de salvar vidas.
Una parvada de criminales que colocan a sus marionetas en el gobierno de turno se ha encargado de arrasar con los recursos y con esto hacer sucumbir a pueblo arrodillado ante la violencia constitucional, el hambre y la miseria; mientras las grandes mafias dan vía libre a todo acto delictivo que empacha a los que se soloquean con el dinero del pueblo.
Para mientras, en los lodazales el hambre acampa, también en la sequía y con ésta las enfermedades crónicas provenientes de la miseria; una alimentación deficiente y muchas veces nula. Sin medicina, sin recursos, sin un diagnóstico médico, sin un tratamiento adecuado, vaya, sin doctores y sin un centro de salud cercano los más vulnerados de este sistema insalubre colapsan pidiendo clemencia ante las turbas de criminales que se tapan los ojos y los oídos, pero abren la boca para escupir las letanías que llevan cinco siglos vigentes. En esta tierra de opresores cínicos y oprimidos creyentes aún en los milagros de las figuras de yeso que les enseñan los sotanudos, la rebelión es solo una canción del caribe…
Pocos médicos se gradúan en Guatemala con el ideal humano de ayudar al próximo, la mayoría lo hace pensando en la marmaja de una clínica privada o una plaza en hospital privado. Por eso aunque sepan la cura, aunque puedan recetar, jamás darán una consulta a quien no les pueda pagar la tarifa que imponen. Son tan cínicos como los dueños del caporal de la finca. Pocos son los que se entregan en la misión humana y por más que luchan es como arar en el mar ante el colapso sanitario del país de las eternas tiranías.
Y es entonces que llegan los médicos cubanos para meter el hombro, en este país de lastre neoliberal, sucumbido en la miseria, podrido de corrupción, de cínicos, de palabreros de tuiter, de revolucionarios de redes sociales, de intelectuales de papel, de artistas de codeos y de pasarelas, de cineastas engreídos, de poetas charlatanes. A esta tierra que exporta mano de obra barata al país que la necesite. A esta Guatemala de vientre vulnerado, de desmemoria. De pueblos milenarios que se niegan a morir arrodillados ante el colonialismo del mestizo racista, clasista y lacayo.
Los médicos cubanos atraviesan montañas, ríos, lodazales, tierreros de sequía, los kilómetros que tengan que caminar sea de noche o de día, para tomar de la mano a los hermanos de los pueblos originarios, a los de los arrabales, a los campesinos, a los obreros de lomos partidos, como nunca antes lo hizo un médico mestizo guatemalteco que se negó a adentrarse en las entrañas de su patria por puro menosprecio de su propia sangre milenaria.
Algunos, que aprendieron desde antes de la universidad la solidaridad humana y que la medicina solo los ayudó a reforzar sus cimientos, hacen la loable labor, pero muy pocos. A ellos gracias. Y también a los médicos cubanos que llevan la dignidad de su pueblo a otras tierras a través del abrazo humano de la medicina. “Id y enseñad a todos” aplica muy bien a las brigadas de los médicos cubanos. Pues a demostrado al mundo que a pesar del bloqueo la respuesta siempre será el amor.