Según un antiguo refrán, por la boca muere el pez; otro, postula que en boca cerrada no entran moscas. A su turno, Frei Montalva dijo alguna vez, que hay tiempo de hablar, y tiempo de callar.
Las tres referencias aplican al nuevo presidente de Renovación Nacional, senador Francisco Chauán, quién abrió la boca antes de tiempo, y parece no comprender que una maniobra conspirativa exige, como primera premisa, el tiempo de callar.
Pero no son los únicos que le vienen como uña y mugre. No por mucho madrugar amanece más temprano, o segundas partes nunca fueron buenas, son otros. Y también, la maciza extrapolación que Marx hizo de una sentencia de Hegel: la historia suele repetirse dos veces; la primera como tragedia, la segunda como farsa.
Sucede que para «evitar el tsunami rojo de extrema izquierda», Chauán llamó a reconstruir la Confederación Democrática, CODE, entre Chile Vamos y la ex Concertación.
«He propuesto -y esto va a ser noticia- el resurgimiento de la Confederación Democrática», dijo Chahuán en entrevista con Emol TV.
«Es la misma confederación que se levantó a principio de los 70 para enfrentar a la Unidad Popular», agregó.
En tal sentido, propuso que «en aquellos lugares donde se enfrenten electoralmente personeros de la derecha con alguien de extrema izquierda, la ex Concertación vote por nuestro candidato. Pero en lugares donde haya solo alguien de la ex Concertación con alguien de la izquierda, llamo a votar por los primeros».
A impulsos del temor, instinto de clase, afán de protagonismo e incontinencia, o más bien, todos esos motivos de manera simultánea, perpetró el error elemental de traslucir una conspiración cuando aún está en ciernes.
«Queremos retomar la comunicación con sectores moderados de lo que fue la Concertación para reconstruir el tercio en la Convención. Aspiramos a generar los acuerdos necesarios y defender los principios de la libertad y democracia. El llamado es a movilizarse por esta idea distinta y más amplia”, manifestó sin arrugarse.
A mayor abundamiento, dijo que que «mandató» al vicepresidente de la lista y convencional electo, Luis Mayol, «para que haga acercamientos con los Independientes No Neutrales y con los convencionales elegidos por la Unidad Constituyente».
Luego, Chahuán abordó el objetivo:
«Reconstruir una mayoría que defienda ciertos marcos de libertades y que mantenga el carácter republicano de la separación de los tres poderes del Estado y sea capaz efectivamente de enfocarse en nuestra línea programática para defender la libertad y la democracia».
En su opinión, hay agua en esa piscina:
«Vamos a lograr finalmente los acuerdos. Yo he conversado, en conversaciones de pasillo, con algunos presidentes de los partidos de Unidad Constituyente y espero formalizarlas una vez que asuma el cargo, pero vamos a tener una posibilidad de generar un acuerdo bien amplio, sin abandonar nuestras ideas, nuestros principios y sin abandonar nuestro domicilio conocido en la centro derecha».
Chahuán comete el habitual error de las elites, de creer que Chile limita con el estrecho espacio que habitan, debido, entre otros factores, a que, por virtud de la paradoja, son los primeros intoxicados con el tósigo que destilan sus medios de comunicación.
Evidentemente, no percibe que la invocación a una segunda CODE, en la actual coyuntura, es de una torpeza supina, pues abstrae que para la verdad histórica, y la percepción de muchos chilenos, la CODE, el golpe y la dictadura, forman parte del mismo libreto.
En segundo lugar, deja ver con claridad la estrategia de la derecha, de bloquear los acuerdos de la convención constitucional mediante el tramposo expediente de los quorum calificados.
Tercero, el mayor problema de la propuesta de Chauán no radica en que haya equivocado la dirección de los tiros, sino en la oportunidad.
No es lo mismo invocar a la CODE con Jadue en segunda vuelta, que hacerlo hoy, con el humo de las barricadas en lontananza, en vísperas de que una empoderada convención constitucional abra un nuevo capítulo histórico, y con una necesidad de un cambio tan evidente, que esa palabra figura, incluso, en el arsenal discursivo de la «centro-izquierda».
En consecuencia, más por importunidad e imprudencia, que intereses involucrados, a Chauán se le ahumó el asado, pues los principales comensales rehusaron la oferta.
El presidente del Partido Socialista, Alvaro Elizalde, aseguró que no hay posibilidad de entendimiento con quienes defendieron el rechazo:
«Francisco Chahuán se la jugó por el rechazo. Nosotros nos la jugamos por el apruebo. Francisco Chahuán quiere bloquear, obstaculizar los cambios que Chile demanda. Nosotros queremos proponer y construir».
Agregó, tan campante:
«Llevamos cuatro décadas bregando por tener una Constitución nacida en democracia. Finalmente, eso es posible gracias a la movilización ciudadana y por eso vamos a promover entendimientos con aquellos que quieren que Chile tenga una Constitución conforme a las demandas de la gente, y propia del siglo XXI».
A mayor abundamiento:
«No sé cuál es la razón por la cual él puede creer posible un entendimiento con fuerzas que se la han jugado por la democracia. Estamos hablando que él representa los sectores del rechazo, que fue la base de sustentación de la dictadura, que han defendido que esta Constitución no pueda ser cambiada».
Tanto o más explícita fue la presidenta de la Democracia Cristiana, Carmen Frei:
“Como presidenta de la Democracia Cristiana descarto cualquier tipo de acuerdo o acercamiento con miras a ejercer vetos o limitaciones. Como presidenta de la Democracia Cristiana no he tenido contacto alguno con personeros de derecha o de Gobierno”.
Añadió:
“Como una vez señaló Radomiro Tomic, con el PDC sólo deben hablar sus autoridades y nadie más. Espero que le quede muy claro al presidente de Renovación Nacional: la Democracia Cristiana no tiene como voluntad ni como objetivo repetir el mismo contenido de la Constitución de la dictadura”.
Si de estas palabras de la presidenta de la DC y el presidente del PS dependiera, el cambio de modelo económico y político estaría asegurado.
Sin embargo, así como no es lo mismo llamar al león que verlo venir, está por verse si ese discurso se sostiene, en un escenario con Jadue en segunda vuelta.
El problema histórico de la DC consiste en que, efectivamente, contiene exponentes proclives a la democracia social, algunos de ellos notables, como Radomiro Tomic, Bernardo Leighton y Andrés Aylwin, entre otros. Sin embargo, cuando las campanas del cambio tañen a rebato, son desplazados por personajes que apuntan exactamente a la inversa, de la laya de Patricio Aylwin, los hermanos Zaldívar o los hermanos Walker. No es improbable que la historia vuelva a repetirse, aun cuando sea como farsa.
El problema de los socialistas es más complejo. En el escenario de segunda vuelta entre Yasna Provoste y Daniel Jadue, es indudable que la dirección y la institucionalidad partidaria permanecerán empotrados en Unidad Constituyente, en consideración a la posibilidad de un sexto gobierno, con todos los cargos y granjerías que ello significa.
Pero el militante de base y el electorado socialista enfrentarán la encrucijada de elegir entre un cambio de sociedad, como el que proclamaba Allende, o continuar con el modelo económico neoliberal y político, de democracia de baja intensidad -fracasado, por lo demás-, en las antípodas de aquel.
Si, en el escenario con Jadue en segunda vuelta, se reedita la CODE 2.0, quedará en evidencia que las declaraciones la presidenta de la DC y el presidente del PS, no pasaron del nivel de discurso, tal como viene sucediendo desde 1990 a la fecha.
Total, hablar es gratis; las palabras se las lleva el viento y los que más hablan son los que menos tienen que decir; pero las palabras que no van seguidas de los hechos, carecen de valor.
Fuente: Red Digital