Cuando conocí a Ana llovía a cántaros. De hecho, si no hubiera llovido tanto el día que tuve que refugiarme con todas mis compras en una iglesia cercana, probablemente nunca hubiera conocido a esta encantadora anciana en su silla de ruedas que estaba dentro de esa iglesia.
Recuerdo muy bien la forma graciosa en que me miró mientras intentaba quitarme el abrigo empapado lo antes posible para no resfriarme. «¡Todos estos jóvenes! Cuando yo era joven, ¡bailábamos bajo la lluvia!», me susurró con una brillante sonrisa en la cara mientras ponía el abrigo sobre la calefacción. Ese comentario fue el comienzo de una maravillosa conversación mientras la lluvia golpeaba las ventanas y literalmente nos encerraba a los dos.
Pronto conocí más sobre ella, Ana había tenido en realidad una vida apasionante, pero también muy trágica, incluyendo la huida de la Guerra Civil española a través de los Pirineos o la Segunda Guerra Mundial que le había arrebatado a su marido y la había dejado viuda a los 19 años. A pesar de estar sentada en una silla de ruedas y haber sido diagnosticada de cáncer por tercera vez recientemente, seguía brillando con energía -increíble para su edad- y positividad.
«Al final, todos tenemos que irnos un día, ¿no?», dijo. «Se trata más bien de cómo hemos vivido hasta entonces, de que humildemente hagamos el mundo un poco mejor y, de que abracemos y aprendamos a estar agradecidos por todo: lo bueno, lo malo, las cosas grandes y sobre todo las pequeñas, todos los días. Y punto». Qué declaración tan increíble después de haber pasado por tanto, pensé al salir más tarde, cuando la lluvia por fin había acabado. ¿Con qué frecuencia tendemos a no ser lo suficientemente agradecidos sin darnos cuenta?
¿Somos lo suficientemente agradecidos?
Con el pasar del tiempo, muchas historias nos hablan del extraño fenómeno del desagradecimiento, especialmente cuando a uno se le conceden todos los deseos posibles. Los relatos bíblicos del rey David o Salomón, por ejemplo, nos recuerdan a reyes que poseían casi todo lo que se podía desear y no lo apreciaban debidamente, incluso querían más. Muestran claramente el peligro inherente de caer por arrogancia o ingratitud. Aunque estos ejemplos pueden ser extremos, hay en ellos el germen de la verdad: ¿No es cierto que a menudo uno tiende a dar por sentadas las cosas, las valora especialmente cuando se han ido o las de nuestros vecinos y apenas practica la gratitud por lo que ha conseguido sinceramente -quizás también en parte porque a menudo uno está demasiado «ocupado» con las prisas de la vida como para detenerse un segundo y apreciar el momento?
¿Quién de nosotros podría decir realmente que aprecia todo en todo momento de forma adecuada?
Probablemente nadie.
¿No es extraño que en las sociedades que tienden a disfrutar de una vida relativamente buena, la gente empiece a quejarse seriamente de lo que, de hecho, son cuestiones increíblemente triviales como el tiempo lluvioso, el colega antipático que no quiere «comportarse» o la comida tibia que se ha entregado con diez minutos de retraso? De hecho, irónicamente, se puede ir más allá y afirmar que ciertas sociedades occidentales ofrecen todo lo que sus abuelos deseaban y por lo que luchaban durante las guerras mundiales, incluyendo, sólo por mencionar algunas bendiciones, una buena educación, cierta estabilidad financiera o la paz. Sin embargo, muchos consideran que este statu-quo se concede automáticamente y, por tanto, a menudo no lo aprecian adecuadamente cuando se quejan de la reciente regulación de la cuarentena, por ejemplo, mientras que la gente en la India se muere literalmente en la calle porque ya no hay oxígeno disponible. ¿Es necesario que algo tan básico como el oxígeno se convierta en la «nueva moneda» para que nos detengamos un segundo y apreciemos lo bendecidos que somos en realidad?
Estas comparaciones extremas no deben restar importancia a las preocupaciones de todos y cada uno, pero subrayan lo importante que es recordarse a sí mismo cada día lo bendecido que es cada uno en realidad. ¿Está usted, por ejemplo, agradecido de estar sano? Los enfermos de cáncer solo desean estarlo y muchos que mueren a causa de Covid-19 generalmente desean más tiempo. ¿Estás agradecido por poder expresar tu opinión? En muchos países, sobre todo las mujeres, es mejor que no lo hagan. No hace mucho tiempo y, lamentablemente en algunos países de hoy en día, muchas de las que lo hacían no volvían a ser vistas. ¿Estás agradecido de ser relativamente libre para elegir lo que quieres hacer con tu vida? Durante siglos, los esclavos soñaron con ser tan «libres» como muchos de nosotros lo somos hoy y, tristemente, en varios países aún persiste alguna forma de esclavitud.
Sin duda, siempre hay algo por lo que estar agradecido, algo con lo que has sido bendecido, incluso en medio de crudas adversidades, como muestra el increíble ejemplo de Ana. Quizá tengas que buscar más o, mejor aún, cambiar tu percepción en primer lugar. Al final, todo es un regalo y hasta las adversidades más crudas pueden resultar ser una maravillosa bendición disfrazada. Así que, especialmente durante Covid-19, no nos quejemos del tiempo, sino aprendamos a bailar bajo la lluvia.
Traducido del Inglés al Español por: Jacqueline Vallejos