Proteger a las abejas

La supervivencia de numerosos ecosistemas depende de la polinización

 

La especie humana tiene decenas de miles de años y probablemente otro tanto de consumir miel de abeja, probablemente a partir de los asaltos de las colmenas que existían en los ecosistemas desde hacía cientos de miles de años antes. También es posible que nuestros ancestros pagaron el alto precio de las picadas de decenas de abejas cada vez que un homo sapiens y otros homínidos metiera sus dedos y manos en las colmenas para probar ese dulce producto y, casi de seguro, alimentar a los hijos o a una manada o tribu a partir del aprendizaje de incluir la miel de abeja en su canasta nutricional.

Conforme avanzaba en el neolítico el proceso de asentamiento de las comunidades de seres humanos, en las aldeas cercanas a las zonas de cultivo o de domesticación de los animales crecía el trabajo agrícola y mejoraba la alimentación. Y también se desarrollaba la habilidad para domesticar las colmenas de abejas y se ordenaba su reproducción, para así aumentar el consumo de miel y favorecer la nutrición de los aldeanos y sus descendientes.

El consumo de miel y la reparación de casi todos los ecosistemas sobre la tierra pasa por la conservación y protección de muchas especies de polinizadores. Entre elos las abejas son el más importante.

 

La realidad de las abejas y otros polinizadores

El reconocimiento del papel de las abejas como polinizadores en la producción de alimentos de la humanidad es un hecho reciente que coincide con las conclusiones de científicos de todo el mundo, en cuanto que la destrucción de colmenas es causada por los efectos del desarrollo industrial y la producción alimentaria, y la sustitución de bosques por extensiones de cultivos protegidos  de insecticidas y plaguicidas que también envenenan a los millones de abejas que habitan en nuestro planeta.

En diferentes centros de investigación, universidades y estados se han lanzado alertas sobre la destrucción de colmenas y la muerte de abejas, que significan la probable pérdida de capacidad de polinización de plantas y cultivos, poniendo en riesgo la vida misma del ser humano y su civilización.

Los informes son contundentes en términos de que la vida humana está en peligro por la pérdida de ecosistemas, la incesante destrucción de bosques y los cambios en los modos de producción agrícola, que además de atentar contra la diversidad biológica en el planeta, particularmente se manifiesta en la pérdida de millones de especies de insectos y abejas. Definitivamente peligra la vida misma de la especie humana si no se hace algo efectivo y real para detener esta tendencia autodestructiva.

“La polinización y sobre todo la de las abejas, es un proceso fundamental para la supervivencia de los ecosistemas, esencial para la producción y reproducción de muchos cultivos y plantas silvestres. Casi el 90 por ciento de las plantas con flores dependen de la polinización para reproducirse; asimismo, el 75 por ciento de los cultivos alimentarios del mundo dependen en cierta medida de la polinización y el 35 de las tierras agrícolas mundiales. Los polinizadores no solo contribuyen directamente a la seguridad alimentaria, sino que además son indispensables para conservar la biodiversidad”. ONU, Declaratoria Día Mundial de las Abejas, 2021.

 

La acción para la protección

En general en todo el planeta y por diversos medios se reconoce el papel de las abejas en la sostenibilidad de la vida y del equilibrio de los ecosistemas. Así. vemos todos los días vehementes llamados a protegerlas con desgarradores vídeos de apicultores desolados ante la muerte de cientos de miles de sus abejas ante la acción de los plaguicidas de sus vecinos y en las redes sociales leemos las maldiciones a los criminales que las envenenan.

Sin embargo todos soslayan que nuestra sociedad de consumo, el modelo económico y la fuerte presión del crecimiento económico son el acicate para la destrucción de las colmenas y el envenenamiento de millones de abejas; es decir, tan responsable es el dueño de la tierra que aplica plaguicidas en sus cultivos, como el que tiene un tarro de spray de insecticida en su bodega y lo aplica sin discriminación para destruir incluso los insectos más inofensivos que se acercan a su casa, o el que demanda productos de consumo a sabiendas que su fabricación provoca la muerte de polinizadores y abejas.

Es decir, un sistema que pone el egoísmo humano frente a la vida en la naturaleza o el ecosistema inmediato como su valor principal, es el que pone en peligro la vida de cada persona en el planeta. Existe por lo tanto una cultura destructiva en la base de la producción de alimentos, bebidas, ceras, medicamentos, cremas rejuvenecedoras, cosméticos, complementos edulcorantes de otros alimentos y otros subproductos de la miel que se oculta en la publicidad, en el precio del producto y sobre todo en la despreocupación generalizada del que puede pagar el valor agregado de los productos.

Es casi una carrera alucinante de deshumanización en la producción, porque el ser humano prefiere producir a costa de la destrucción de ecosistemas y vender a los consumidores a pesar de que eso signifique un probable suicidio de la especie y de la anulación de la vida en detrimento de las siguientes generaciones.

 

Impulso a la producción sostenible para lograr la mitigación del daño a las abejas

Además de los constantes llamados a la defensa y protección de las abejas, se deben producir soluciones reales e inmediatas a la problemática del cambio climático y la crisis climática que ya padecemos  y de la que la desaparición de las abejas es una grave consecuencia directa.

Construir políticas públicas desde la investigación científico-técnica para definir una protección real de las abejas que involucre a las poblaciones en el mundo, a los gobiernos nacionales, regionales y locales, a asumir roles ciertos en la generación de políticas públicas para organizar el cambio cultural y la acción directa en la protección de las abejas.

Entre estas políticas públicas a poner en marcha proponemos: presupuestar y desarrollar campañas de educación e información sobre la grave situación que significa la desaparición de estos pequeños insectos, realizar inversiones directas para ampliar el número de colmenas y apiarios, capacitar nuevos apicultoras y apicultores, establecer políticas de consumo de miel y subproductos de la producción apícola en forma local, reducir los impuestos y costos de producción apícola e incentivar la investigación y producción de mieles medicinales de abejas nativas en las zonas tropicales del planeta.

Hay que hacer cambios en el uso de la tierra, eliminar los plaguicidas que incluyen los insecticidas neonicotinoides (que se encuentra en todos los insecticidas caseros en el mundo), la introducción de especies exóticas invasoras, y con ello nuevas enfermedades, plagas que destruirán apiarios y colmenas en todo el mundo. Los agricultores y los responsables de las políticas tienen un papel importante que desempeñar en la protección de nuestros polinizadores. Pero también hay cosas que nosotros podemos hacer.

Los seres humanos debemos entender que individualmente no tenemos el control de todo lo que se debe hacer para cambiar la situación, pero siendo optimistas y cambiando nuestro modo personal de actuar en el mundo, podremos incidir en la ruta de la atención del cambio climático y de las pérdidas de plantas, especies animales y de insectos que hemos tenido hasta hoy.

Dependemos de la supervivencia de las abejas. Por esto el objetivo principal es protegerlas a ellas y a otros polinizadores, y con esto contribuir de forma significativa a resolver los problemas relacionados con el suministro de alimentos en el mundo y hasta acabar con el hambre en los países en desarrollo.

Si protegemos a las abejas en forma real, protegemos la vida misma de todos los ecosistemas, y esto significa un cambio cultural en medio de la crisis climática en que se encuentra la civilización actual.

La vida de las abejas significa la supervivencia de la humanidad y la superación de esta crisis civilizatoria. Para eso se requiere una transformación profunda de nuestro estilo de vida, el estilo de consumo, de las relaciones de producción y de las relaciones del ser humano con la naturaleza.

Celebrar el Día Mundial de las Abejas es importante, pero es fundamental celebrarlo con coherencia personal y social en la protección, e impulsar políticas y acciones imaginativas y transformadoras para lograr la protección efectiva de la vida de las actuales y futuras generaciones.

 

Secretaría de Medio Ambiente

Equipo de Coordinación Internacional

Federación de Partidos Humanistas