La convivencia se ha deteriorado de manera significativa durante el último tiempo en todos los ámbitos de la sociedad. Las personas estamos más agresivas, las instituciones no parecen estar funcionando, cada grupo presiona por sus propios intereses, las redes sociales lo amplifican todo y los medios de comunicación son un espejo de la vida diaria. En palabras coloquiales, “el clima ambiente está tóxico”.
Si bien hay coincidencia en el diagnóstico de lo que sucede, no hay coincidencia en sus causas. Cada cual les pide a los otros que cambien de actitud predicando desde un púlpito al cual solo acceden los poseedores de la verdad. Vemos en la diversidad y en la divergencia una amenaza a nuestra manera de ser y de vivir en vez de aprender que, cuando nos integramos, consolidamos una verdadera comunidad. ¿Es esto posible hacerlo extensivo a la sociedad? Por supuesto que sí.
A nivel de comunidad, en Fundación Semilla nos desenvolvemos en el ámbito escolar y nuestro trabajo en convivencia y ciudadanía se inicia incentivando una conversación que defina qué es la violencia y, como frase de provocación, afirmamos que: “el antónimo de violencia es convivencia”.
Comenzamos analizando la definición que nos entrega la Real Academia Española (RAE), cuyo diccionario dice: “Dicho de una persona: Que actúa con ímpetu y fuerza y se deja llevar por la ira”. La opinión de docentes, profesionales de la educación y estudiantes, respecto de esta definición, es unánime: es una definición restrictiva que no da cuenta de lo que realmente es la violencia.
Hemos llegado a concordar en que la siguiente definición de violencia nos ayuda a entender mejor las relaciones entre personas, así como los círculos virtuosos de buena convivencia como aquellos espirales de violencia que terminan en un deterioro generalizado de las relaciones humanas.
Violencia: “Abuso de poder para dominar, someter, imponer, subyugar, humillar, vencer, oprimir, doblegar, ofender, degradar, denigrar, deshonrar, menoscabar, discriminar…. a otra persona o grupo de personas”.
Hacer extensiva a la sociedad esta manera de entender la violencia, nos convoca a mirarnos a nosotros mismos y reflexionar sobre nuestro comportamiento. ¿Somos o no abusadores? ¿Nos aprovechamos de la posición en que nos encontramos? La mayoría de las veces no somos conscientes del poder que tenemos ni de cómo lo administramos: el poder del hombre en la cultura patriarcal, el poder que nos da la cuna en que nacemos, el color de la piel en un país racista, el poder del dinero, o simplemente el poder obtenido de la comunidad.
Esta es una invitación a cambiar la mirada, a iniciar una introspección personal y también a que personas se atrevan a asumir liderazgos que, con su ejemplo, convoquen a la construcción de una sociedad libre de abusos para así terminar con el clima ambiente tóxico en que nos encontramos.