Las manifestaciones masivas de los últimos años en varios lugares del planeta, desde la India hasta Colombia, pasando por Francia, anuncian el final de un modelo económico y político que muchos consideraban infalible: El Neoliberalismo.
Al final de la segunda guerra mundial, la mayoría de los políticos y economistas defienden las ideas de John Maynard Keynes, economista británico, defensor de un Estado fuerte, con altos niveles de impuestos y un sólido sistema de seguridad social. Sin embargo, Los neoliberales, de la mano de hombres como el filósofo Friedrich Hayek y el economista Milton Friedman, temiendo que el crecimiento del Estado diera paso a un nuevo tipo de tiranía, imaginaron un nuevo modelo económico y político que recomendaba reducir al mínimo posible la intervención del Estado y dejar la regulación de la mayoría de los aspectos de la economía y de la sociedad al libre mercado.
Manifestaciones de los Chalecos Amarillos en Francia. Foto: Mauricio Álvarez – Pressenza
El neoliberalismo prometía prosperidad durable para todos, gracias a medidas, tales como la globalización, la desregulación de los mercados laborales y de productos, la financiarización o la reducción de impuestos a los más favorecidos.
Es evidente que al día de hoy, dicha promesa no ha sido cumplida. Muchos son los factores que lo prueban, pero el más evidente es la acumulación de la riqueza mundial en una ínfima parte de la población. Según el informe de OXFAM publicado el 20 de Enero de 2020, 2.153 multimillonarios poseen más riqueza que 4.600.000.000 de personas en el mundo (1).
Entre ciudadanos y Estado, un diálogo de sordos
En los últimos años, se ha constatado la imposibilidad de establecer un diálogo constructivo entre la población civil y los representantes del estado para buscar posibles alternativas a este modelo agonizante.
El gobierno, obsesionado con sus certidumbres, defiende una visión minimalista y puramente técnica de la sociedad. El ciudadano es considerado, principalmente, como un ente consumidor y productivo, dejando de lado la complejidad de su «humanidad». Por lo tanto, el Estado se concentra esencialmente en asuntos de defensa, diplomacia, justicia, fiscalidad y de mantenimiento del «orden» público.
Manifestante en Francia, durante las protestas de los Chalecos Amarillos. Foto: Mauricio Álvarez – Pressenza
Durante las masivas protestas de los últimos años a través del planeta, la principal respuesta de los gobiernos ha sido la utilización de la fuerza con el fin de garantizar el Statu-quo.
Por su parte, los ciudadanos consideran las manifestaciones, como el principal medio para expresar su insatisfacción profunda con lo que les propone la sociedad: Desempleo, desigualdad, hambre y la falta de perspectivas hacia el futuro. Las urnas ya no representan una alternativa viable, ya que el sistema tiende a perpetuarse y los partidos políticos ya no responden a sus intereses.
La necesidad imperiosa de un cambio de modelo y de sociedad
El neoliberalismo está sin duda anclado en nuestra mente como el único modelo posible y es defendido a capa y espada por una parte de la población mundial; pero, ¿qué tal si…? Nos abrimos colectivamente a nuevas alternativas y buscamos responsablemente soluciones viables para todos.
Aprovechamos este momento de crisis para redefinir colectivamente nuestros valores y prioridades, como por ejemplo, nuestra relación con el resto de la naturaleza y con los demás seres humanos.
Puede parecer utópico, pero realmente vale la pena abrimos sin miedo y sin violencia hacia lo desconocido. Un campo infinito de exploración se abre a la humanidad.
Nota:
(1) https://www.oxfam.org/es/notas-prensa/los-milmillonarios-del-mundo-poseen-mas-riqueza-que-4600-millones-de-personas