Hoy y mañana los chilenos están llamados a las urnas, en un proceso eleccionario complejo por varios motivos. Uno, incluir cuatro elecciones –la de convencionales, gobernadores, alcaldes y concejales-; dos, incluir muchas listas y muchos candidatos; tres, implementarse en dos días y en medio de la pandemia que nos azota; cuatro, los resultados no se obtendrán con la celeridad habitual.
Son cuatro elecciones en las que se juegan aspectos muy disímiles. Por un lado, está la de convencionales, quienes serán los responsables de elaborar la nueva carta constitucional, y por lo mismo deberán identificar el país que queremos para las próximas décadas; la de gobernadores, una figura nueva en el escenario político nacional, que a diferencia del intendente, representante del presidente de la república en la región, deberá expresar los intereses de la región tanto ante las instancias nacionales como comunales; la de los alcaldes, responsables del desarrollo de sus respectivas comunas; y por último, está la elección de los concejales, responsables de canalizar las inquietudes ciudadanas y fiscalizar que los alcaldes enmarquen sus funciones dentro de las atribuciones que tienen.
Como puede verse no será fácil la decisión ciudadana porque, más allá de las preferencias que podamos tener, son cuatro cargos que exigen perfiles claramente diferenciados. Ello se debe a que sus atribuciones apuntan, por un lado al corto o largo plazo, y por otro, a ámbitos comunales, regionales o nacionales.
Es así como los convencionales apuntarán a las “grandes alamedas”, las grandes reglas de juego, por las cuales habrá que transitar para dirigirnos hacia el país que queremos. Para ello se requiere una mirada de mediano y largo alcance, de conjunto, antes que de detalle, junto con una concepción táctica y estratégica antes que operativa.
En las gobernaciones se requerirán personalidades capaces de conciliar los intereses regionales con los nacionales y los comunales. Los desafíos que deberán abordar no son menores, por tratarse de un cargo nuevo que busca representar a la ciudadanía regional en contraposición al delegado presidencial, también una figura nueva, pero asimilable a lo que hoy es el intendente. Del gobernador se espera que tenga la personalidad y las debidas dotes de persuasión, de escucha, de conversación con las autoridades nacionales y comunales. Un buen o mal gobernador puede hacer la diferencia respecto del desarrollo regional. Lo visualizo como una suerte de cargo bisagra empoderado con el respaldo de la ciudadanía.
Respecto de las alcaldías y las concejalías no necesito explayarme mayormente por tratarse de cargos en ejercicio, cuyas atribuciones son suficientemente conocidas. De todas formas no está de más señalar que para el cargo de alcalde se requiere el perfil de un ejecutivo, un realizador, un hacedor, a diferencia de un concejal, que es esencialmente un fiscalizador, por tanto con un perfil controlador, crítico, vigilante, capaz de ver bajo el agua, que vela porque se haga lo que se planifica y dice, dentro del marco de la legalidad. En tiempos en que la ética está por los suelos, a este perfil habría que agregarle el de insobornable, esencial para evitar que se desboque el caballo.
No obstante que será difícil votar, dada la maraña de listas, candidatos y elecciones, lo expresado en líneas anteriores da cuenta de que tenemos muchas razones para votar, a pesar de la pandemia. Si bien el voto es voluntario, desde un punto de vista moral, es obligatorio. No tenemos derecho a desentendernos del destino de nuestras comunas, de nuestras regiones, de nuestro país. Pacíficamente, sin violencia, sin odio, reflexiva, crítica y responsablemente expresemos a través del voto nuestra participación en la construcción del país que queremos y en el que vivimos.
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