A 41 años de una constitución impuesta a sangre y fuego por la dictadura militar, el pueblo chileno amanece a las puertas de comenzar a decidir un nuevo destino.
El repudio popular hizo tronar el escarmiento, no solo al gobierno devaluado de Sebastián Piñera sino hacia el duopolio de derecha y concertación socialdemócrata que actuó durante las últimas tres décadas como fiel custodio de los negocios de los grandes conglomerados económicos del país.
La locomotora de esta resonante victoria fueron las dirigencias sociales y personas sin adscripción partidaria que conformarán el grueso de la Convención con 48 asientos. Más de la mitad (26) a través de la Lista del Pueblo, 11 por la lista Independientes por una Nueva Constitución y otros 11 como independientes.
De fundamental importancia también fue la lista Apruebo Dignidad, en la que confluyeron el Partido Comunista, el Frente Amplio, Acción Humanista y otros movimientos, que dio una muestra de su fortaleza superando en votación a la ex Nueva Mayoría y consiguiendo 28 curules.
La derecha que creyó garantizada la posibilidad de vetar cualquier atisbo de cambio constitucional a través de una lista única y su habitual batería propagandística millonaria, no logró el ansiado tercio. Sus treinta y siete escaños (algo menos de un cuarto del total), son incluso exagerados (merced al sistema D´Hondt por distrito), si se tiene en cuenta el escaso 20,6% que obtuvo sobre la sumatoria de votos afirmativos.
Si se toma en cuenta que tan solo votó un 43.3 % del padrón, el núcleo duro que apoyó a la derecha en todas sus vertientes, se redujo a apenas un ocho por ciento de los chilenos empadronados.
Otro tanto sucedió a la lista del Apruebo, liderada por el partido Socialista, que con un 14.5% de los votos válidos (o 5.5% del padrón) y 25 convencionales, recibió el correspondiente desplante.
Diecisiete convencionales representarán a los diez pueblos indígenas,, entre las cuales se encuentra la defensora de Derechos Humanos y referente espiritual mapuche (Machi) Francisca Linconao, quien estuvo 9 meses injustamente encarcelada junto a otros comuneros y luego absuelta de todos los cargos.
El hartazgo por la injusticia de un sistema económico insensible, el endeudamiento crónico de las y los estudiantes y sus familias, el fraude de las pensiones privadas, la extendida conciencia sobre un sistema político amañado por los cerrojos de una constitución pinochetista apenas retocada y el fundado descreimiento de las mayorías hacia una elite política coludida con el interés empresarial, son los principales factores que explican y dan coherencia a la indignación de Octubre 2019, a la posterior inmensa mayoría por el Apruebo en el plebiscito nacional un año después y al resultado de esta última elección a Convención Constituyente.
El relevo constitucional
El abigarrado bloque independiente es muy diverso, con predominio de los profesionales, siendo su característica común la vocación de representar un espíritu fundacional para un nuevo Chile, con respeto a los derechos humanos, una democracia real, una inserción social de género paritaria, una mayor protección medioambiental y el impulso a una nación con menores desigualdades.
Sin duda que entre sus prioridades, compartidas por el bloque de izquierdas y varios constituyentes de la lista del Apruebo, estará la remoción de los candados constitucionales que imponen mayorías especiales para modificar lo que los defensores del régimen oligárquico consideran sacrosanto: mantener al Estado fuera de la actividad económica y sin poder de regulación efectiva, dejando todo al arbitrio de las “mágicas” fuerzas del mercado, según el legado de Milton Fridman y los Chicago Boys.[1]
El desafío girará alrededor de un tipo de organización constitucional conducente a una mayor equidad y a una participación más efectiva del pueblo en las decisiones comunes, facilitando la posibilidad de la consulta popular, el referendo y la revocatoria de mandato.
Del mismo modo, ocupará un lugar central el fortalecimiento de los sistemas públicos de salud y educación, la consagración de un sistema de pensiones dignas y la recuperación de recursos naturales vitales como el agua o la riqueza ictícola, hoy en manos de consorcios privados. Otra controversia clave que habrá de ser dirimida en la nueva constitución será la limitación de la depredación medioambiental en aras de un pretendido desarrollo económico ilimitado.
Un tema central será el desmonte del carácter represor encarnado en el cuerpo de Carabineros, responsable directo de una violencia desmedida ejercida contra la ciudadanía como así también el encauzamiento democrático de la institución militar, amparada desde el pinochetismo por fueros y prebendas especiales.
Al mismo tiempo, se pondrá en cuestión el centralismo, apuntando a una descentralización efectiva y federativa del poder del Estado. En ese mismo sentido, se elevará la voz de las naciones indígenas oprimidas históricamente para que Chile asuma un carácter plurinacional y otorgue autonomía territorial a sus pueblos.
El parto de la nueva constitución, sin embargo, estará lejos de ser facilitado por los sectores retrógrados, que usarán sus consabidas artimañas para entorpecer e incluso deslegitimar el proceso entero.
El relevo político generacional
La consolidación política de los otrora activistas estudiantiles en cargos ejecutivos mayores en varias de las principales comunas del país, hablan a las claras de un fenómeno de relevo generacional.
La reelección como alcalde de Valparaíso de Jorge Sharp (36 años) y las elecciones, entre otres, de Irací Hassler (30 años), Carla Amtmann (34 años), Macarena Ripamonti (29 años), o Tomás Vodanovic (30 años) como alcaldesas y alcalde electos de Santiago, Valdivia, Viña del Mar y Maipú respectivamente, muestran el claro desplazamiento de liderazgos anquilosados y la conformación de una importante base de poder político territorial para esta nueva cohorte.
Esta generación contestataria ya había dado señales claras de su fuerza en la irrupción parlamentaria de 2017 en las que el Frente Amplio, conformado entonces por 6 partidos y otras agrupaciones, logró 20 diputaciones y una senaduría. En aquella ocasión, su abanderada presidencial Beatriz Sánchez (hoy constituyente electa), obtuvo más del 20% de los votos, perdiendo por poco la posibilidad de disputar la segunda vuelta contra Sebastián Piñera.
Estos jóvenes dirigentes son tributarios directos de las enormes movilizaciones estudiantiles de 2011 por una educación pública, gratuita, laica y de calidad, concomitantes con el gran movimiento mundial de los “indignados” y continuadores de aquellos estudiantes secundarios de la Revolución de los Pingüinos, que se alzaron cinco años antes en rebelión contra la privatización del sistema educativo.
¿Qué rumbo político proyectará esta nueva generación? ¿Colocará como prioridad aquella valiente memoria de horizontalidad participativa, creatividad, paridad de género, convergencia de la diversidad y un ferviente anhelo de justicia social apareado con libertad individual? ¿O incurrirá en los mismos desvíos y deformaciones de sus predecesores, traicionando esa incipiente nueva sensibilidad?
Las y los cabros[2] de hoy, los que saltaron los torniquetes, los de la primera línea, los miles de movilizados del Despertar chileno, habrán seguramente de velar activamente para que aquellos no se duerman entre los mullidos cojines y los cantos de sirena de la institucionalidad.
El ansiado relevo político de género
Luego del acuerdo político hecho “en la cocina”[3] por los partidos firmantes del «Acuerdo por la Paz y la Nueva Constitución», a finales de Noviembre de 2019, transcurrieron tres meses hasta que se definió el mecanismo de paridad de género.
Finalmente se estableció no solo la alternancia en las listas, sino también la igualación del número de mujeres y hombres en la Convención Constituyente.
Esta cláusula, que suponía la equiparación como acción afirmativa hacia las mujeres, finalmente resultó en su detrimento: la elección de una cifra mayor de mujeres que de hombres obligó a ceder cupos constituyentes a éstos.
Más allá de la fortaleza puesta de manifiesto por las candidaturas femeninas y el hecho de que varias de éstas provienen del sector conservador, la composición de la convención habrá, sin duda alguna, de consagrar constitucionalmente normas favorables a la paridad de género conquistada y de un alto contenido antipatriarcal.
Otro frente en el que se verificó el avance político de las mujeres fue en el nivel comunal e incluso en la disputa de gobernaciones, en un saludable e inédito desafío al tradicional poder machista localista y feudal. Es de esperar que la consagración de mujeres en cargos ejecutivos, todavía minoritaria en estos niveles, continúe su marcha victoriosa.
El relevo presidencial
Sería desatinado aventurar ahora quien será el reemplazante de un presidente políticamente desaparecido. La elección de Noviembre estará atravesada por el proceso constituyente (de una duración inicialmente prevista de nueve meses) y las candidaturas partidarias que hasta ahora aparecían con algún grado de visibilidad, han quedado relativamente opacadas por los resultados de una elección en la que el activismo popular copó el podio.
Lo que es seguro, desde el punto de vista geopolítico, es que la embajada estadounidense, motor central del golpe contra el presidente Allende, no quedará inactiva frente a esta estampida hacia la autodeterminación y emancipación. Como tampoco se restarán de brazos cruzados la prensa canalla, el empresariado y sus representantes políticos, que acudirán a las consabidas campañas de mentira y odio para intentar evitar la remoción de su modelo opresor.
Frente a estas amenazas ciertas, será fundamental la tarea del mundo social, en articulación con los movimientos políticos, para cuidar lo avanzado despertando conciencias, alertando sobre las maniobras, movilizándose por miles, construyendo unidad y manteniendo vivo el fuego sagrado del Despertar.
Es tiempo de relevos, pero también de celebración. ¡Salud, hermanas y hermanos de Chile! Vuestro triunfo es hoy esperanza para todos los pueblos.
[1] Son conocidos como Chicago Boys un grupo de economistas chilenos de la Pontificia Universidad Católica de Chile que participaron de un programa de formación con orientación ultraliberal tutelado por Arnold Harberger y Milton Friedman en la Universidad de Chicago, cuyo programa, llamado “El Ladrillo”, fue la base de la política económica de la dictadura.
[2] Coloquialmente las y los jóvenes.
[3] Con este término se alude en Chile a los pactos políticos firmados a espaldas del pueblo.