Por Francisco Herreros (*)
Si algún argumento faltara para demostrar la irracionalidad del capitalismo, especialmente en su variante neoliberal, lo proporciona el ranking anual de la revista Forbes, que desarrolló una metodología estandarizada para medir las mayores fortunas del mundo.
De esa guisa, en 2020, mientras la inmensa mayoría de la población mundial, azotada por la pandemia, padecía hambre, pobreza e inseguridad, y los indicadores socioeconómicos y sociales retrocedían a niveles de hace años, los híper millonarios aumentaron su patrimonio en más de USD5 billones, o sea, USD5.000.000.000.000; una locura, una cifra nunca antes vista.
La introducción del 35° registro anual de la revista, da una idea del ambiente frenético que reina en las alturas de la riqueza:
«Ha sido un año como ningún otro y no estamos hablando de la pandemia. Hubo ofertas públicas relámpago, criptomonedas en alza y precios de acciones que se dispararon. El número de multimillonarios en la 35° lista anual de Forbes de los más ricos del mundo saltó a un número sin precedentes, de 2.755, 660 más que hace un año, u sea, un nuevo millonario cada 17 horas. De ellos, 493 son nuevos en la lista, incluidos 210 de China y Hong Kong. Otros 250 que se habían caído en el pasado regresaron rugiendo. Un asombroso 86% son más ricos que hace un año. En total, estos multimillonarios valen USD13,1 billones de dólares, frente a los USD8 billones de dólares de 2020. Estados Unidos sigue teniendo la mayor cantidad, con 724, seguido de China (incluidos Hong Kong y Macao) con 698. Utilizamos los precios de las acciones y los tipos de cambio del 5 de marzo para calcular patrimonios netos».
Chile, no fue la excepción. Durante 2020 la fortuna de los millonarios chilenos, en el ranking Forbes, llegó a US$ 40.300 millones, un salto de 73% respecto a la cifras del año anterior.
Piñera, por su parte, aumentó su patrimonio en USD300 millones, sin perjuicio, de que sus fideicomisos rentaron 2,3% en 2020; esto es, unos $10 mil millones, llegando a $425.535 millones, unos USD600.
Obsceno, por decir lo menos.
En estas circunstancias, el gobierno y la derecha apelan a todo tipo de evasivas y circunloquios para eludir el proyecto de ley presentado por parlamentarios de oposición, que propone un impuesto por única vez, del 2,5% por ciento del patrimonio de quienes detenten un patrimonio igual o superior a 22 millones de dólares; lo cual permitiría recaudar unos USD6.000 millones, y financiar una renta básica por tres meses al 80% de los chilenos, mientras campea la pandemia.
A los integrantes del club del 1%, ese impuesto no afectaría ni su caja chica, pero, literalmente, salvaría vidas de muchos chilenos, empujados a la miseria por el triple azote de la pandemia, la recesión y el abandono del Estado.
Aún así, esos desalmados no están dispuestos a soltar la teta.
Es cierto que el pasado jueves 1 de abril, el Impuesto a los súper ricos fue aprobado por 7 a 5 en la comisión de Constitución, Legislación y Justicia, de la Cámara de Diputados/as, por cierto con rechazo en bloque de la derecha. Pero no lo es menos que, tras cartón, el subsecretario General de la Presidencia, Máximo Pavez, confirmó que el Ejecutivo recurrirá al Tribunal Constitucional, en caso de que el proyecto se apruebe en el parlamento.
Cicatería al borde del precipicio.
Aparentemente, Piñera no quiere perder ni uno, lo que no le impidió afirmar, luego de aprobarse el bono de clase media, cuajado de letra chica y requisitos, extraido con fórceps por la opoción, como moneda de cambio de la postergación de las elecciones:
“El deber del Gobierno es acompañar y proteger a las familias en estos tiempos de adversidad”.
Muy presidente será pero eso no lo libra de ser, además un bellaco, caradura y mentiroso.
Es de esperar, al menos, que, al cabo de su desastroso segundo gobierno, los chilenos hayan aprendido que con la derecha, ni un tantito así.
Insaciables
En 2020 ocho híper millonarios chilenos entraron entraron en el ranking híper millonarios chilenos. No hubo significativas modificaciones en las posiciones entre ellos, pero sí en los montos. Salvo uno, todos incrementaron su patrimonio, mientras millones de chilenos caían bajo la línea de la pobreza.
El piño lo encabezó, como hace desde hace más de una década, Iris Fontbona y familia la Luksic con USD23.300 millones, un salto de USD12.500 millones respecto a la edición pasada, y el puesto 74 en el ranking global.
El grupo controla un número importante de grandes empresas, en áreas tan diversas, como la minería, industria, finanzas, alimentos y telecomunicaciones.
Es el único entre las ocho menciones del ranking, que tiene actividad simultánea en los sectores productivo y financiero.
Lejos, en el puesto 705 global y segundo nacional, aparece Julio Ponce Lerou con USD4.100 millones, USD2.400 más que el año pasado; o sea, más que duplicó su fortuna. Accionista individual mayoritario de SQM, se benefició tanto del precio del litio, como de la torpre política de Estado respecto del mismo, equivalente una privatización apenas encubierta, y en todo caso ilegítima.
En el tercer puesto, 925 global, aparece Horst Paulmann y familia, con US$ 3.300 millones, y un incremento de USD 300 millones.
Por lo visto, Cencosud, la nave insignia de sus cadenas de retail, ha capeado la pandemia sin problemas, con un 10% de utilidad neta.
En el cuarto casillero nacional y 1.064 mundial, aparecen los inefables Piñera y familia con una fortuna estimada de US$ 2.900 millones, un incremento de USD300 millones, entre dineros bien y mal habidos. Impresentable para un presidente de cualquier república, salvo en Chile, donde entre los sectores acomodados y aspiracionales, prevalece un chauvinismo primitivo y cerril.
Enseguida vienen, en el 1.580 mundial y quinto nacional, Roberto Angelini US$ 2 mil millones (+USD300 millones; 1750 y sexto, Álvaro Saieh USD1.800 millones (+USD1.300 millones); 1931 y séptima, Patricia Angelini USD1.600 millones (+USD600 millones), y 2.263 y octavo, Luis Enrique Yarur USD 1.300 millones (-USD200 millones), el único del lote que retrocedió respecto al año anterior.
Es inevitable la pregunta: ¿para qué diantres necesitan más dinero estos insaciables, mientras millones de chilenos permanecen en espantosa indefensión?; ¿con qué cara, y a santo de cuál pretexto pretenden evadir el impuesto a los súper ricos?
Con el clásico argumento neoclásico y neoliberal, de que el aumento de impuestos desincentiva la inversión, lo que afecta el crecimiento de la economía, y por tanto, reduce la creación de empleo.
Con la pandemia y recesión simultáneas, como telón de fondo, el argumento parecería cómico, de no mediar la tragedia: se le pide a los chilenos que aguanten como puedan, pero no pretendan subirle impuestos a los ricos, porque afectaría el empleo…en un «mercado» del trabajo completamente derrumbado; mientras lo único que crece es la acumulación de capital, y lo único que engorda son las faltriqueras de una gavilla de individuos arrogantes, codiciosos, egoístas y despiadados.
El autorretrato del pensamiento económico prevaleciente en los últimos cuarenta años, que todavía anida en la derecha y la concertación. Por eso estamos cómo estamos.
Esa doctrina irracional puede arrastrar a Chile y al mundo, a una catástrofe social de aquellas que pocas veces se registran en la historia, capaces de imprimir un cambio de época; al precio – en cualquier caso- de indecible sufrimiento, en lo que Toynbee denominó «tiempos revueltos».
Piñera, el arquetipo
Por razones que dan para otro artículo, Piñera encarna una suerte de arquetipo, no sólo del millonario astuto, audaz e inescrupuloso, sino del modelo económico que lo prohija.
En la práctica, su trayectoria personal registra numerosos entrecruzamientos y paralelismos con la línea de tiempo del modelo neoliberal en Chile, partiendo de las «modernizaciones» de su hermano José; la quiebra del Banco de Talca, durante la segunda crisis económica del modelo; su monopolio de las tarjetas de crédito, durante la dictadura; el enriquecimiento ilícito con las empresas fantasma; la captura del control de Lan sin capital propio, cuando era senador, y la venta de su paquete accionario con una utilidad superior al mil por ciento, siendo ya presidente; por mencionar solo un par de ejemplos.
Para que se entienda, ningún dólar de los USD2.900 millones que le atribuye la revista Forbes, ha sido generado en virtud del estrés, cuidado y preocupación que demanda el desarrollo de un proyecto productivo, con el riesgo en proporción directa a su tiempo de maduración.
Por el contrario, la acumulación de Piñera obedece a un sexto sentido para la especulación financiera, atributo innegable; pero también, a una mentalidad compulsiva en persecución del «éxito»; a una irreductible convicción neoliberal; a un lábil marco valórico, donde el fin justifica los medios, y una diabólica habilidad para modificar -o eludir- el marco legal, con arreglo a sus intereses.
Según la revista Forbes, en un año incrementó su patrimonio en USD300 millones, sin moverse del escritorio. El problema, es que al mismo tiempo, es presidente de una república, lo cual provoca numerosos e inevitables conflictos de interés, que han degradado la autoridad presidencial hasta niveles nunca antes vistos.
También se sabe que sus fideicomisos tuertos rentaron un 2,3% anual, bajo para sus promedios, pero igual unos despeciables $10 mil millones, unos USD14 millones, teóricamente sin saber cómo; o sea, no pierde nunca.
El último reporte -de fecha 31 de marzo, rectificado el 1 de abril- refleja que el dinero total gestionado por sus fideicomisos asciende a $425.535 millones, unos US$ 600 millones, al dólar observado del último día de 2020.
Piñera tiene contratos de fideicomiso con cuatro administradoras generales de fondos, AGF, firmados el 7 de marzo de 2018, cuatro días antes de asumir su segundo mandato: dos con BTG Pactual, uno con Altis, uno con Credicorp y otro con Moneda Asset, cuyos propietarios y ejecutivos comparten la historia empresarial de Bancard S.A., matriz del grupo Piñera.
Esa cercanía respalda la opinión generalizada de que esos fideicomisos, más que ciegos, son tuertos.
De ellos, Altis, banco de inversión de bajo perfil, fundado y presidido por Tomas Müller, ex-embajador de Chile en el Reino Unido en el primer gobierno de Piñera, es el que ha mostrado mejor desempeño. En marzo de 2018, Piñera depositó en Altis, un monto de $125.022 millones. Desde entonces, la cifra escalóa $195.412 millones, con una rentabilidad acumulada de 56%. En el año de pandemia, los fondos entregados a Altis crecieron 12,5%.
En cambio, los fondos administrados por BTG Pactual y Moneda Asset han ido a pérdida.
Moneda, que dirige Pablo Echeverría, recibió recursos por $135.594 millones en marzo de 2018. Al cierre de 2020, habían disminuido en $20 mil millones; es decir descendió en -3%; y en tres años, -14,9%.
Pérdidas semejantes registra BTG Pactual. Un fondo de $ 1.191 millones, cayó 922 millones en 2020 (-22,5), y otro, de $134.541 millones, cayó en 6,8%. El monto global se redujo a $115.340 millones, -15,3% en tres años.
No hay cuidado de que, en virtud de esos resultados, Piñera desahucie los contratos. No en vano, propietarios y ejecutivos de ambas administradoras de activos, son o han sido viejos compinches de Piñera en sus correrías.
Moneda Asset y BTG Pactual han tenido importante protagonismo en otros recientes y sonados escándalos que involucran a Piñera, tales como las triangulaciones de AFP Habiitat, y el caso Enjoy.
Gino Lorenzini, fundador de Felices y Forrados, acusó a la AFP Habitat de invertir fondos de pensiones en Moneda Asset, que a su vezinvertía en Inmobiliaria La Construcción (ILC), controladora de Habitat. En otras palabras, mediante este aceitado mecanismo, los controladores de AFP Habitat, se transferían a sí mismos, fondos que deberían invertirse en mejores pensiones para los afil(i)ados, lo cual, en todo caso, está expresamente prohibido por la ley.
De hecho, BTG PActual, Credicorp Capital y Moneda Asset, las tres administradoras de activos que manejan los fideicomisos de Piñera, tienen acciones en AFP Habitat. El conflicto de interés es monstruoso, pero como apunta al núcleo estratégico del actual modelo; es decir la apropiación del ahorro forzoso de los trabajadores, el tema salió de la pauta de los medios de comunicación funcionales al sistema, el mismo que resolvió el problema fusilando al mensajero.
El Superintendente de Pensiones, Osvaldo Macías, no desmintió los hechos, pero aseveró que no vulneraban la ley, puesto que no alcanzaban determinado monto, un tecnicismo montado ex post.
Según la denuncia de Lorenzini, ambas administradoras de capitales operaban con la empresa Génesis, vinculada a José Piñera, hermano del presidente, y Volcom AGF, ligada a Sebastián Piñera Morel.
Moneda Asset y BTG Pactual, además de socias, son acreedoras de Enjoy S.A.
Enjoy fue favorecido por el decreto 77 del Ministerio de Hacienda, que prorrogó en seis meses el plazo para la ejecución de obras comprometidas en la licitación de cuatro casinos, en 2018, tres de ellos de Enjoy, sin lo cual, habría quebrado de modo irremediable.
BGT Pactual firmó boletas de garantías por Enjoy S.A. de la cual es uno de los 12 principales accionistas, con una participación cercana al 7 por ciento. Si quebrara Enjoy, tendría que responder con USD91 millones.
Moneda Asset controla alrededor del 50% de la deuda garantizada de Enjoy S.A. en dólares.
Moneda Asset y BTG Pactual, están impulsando la absorción de Enjoy por su principal competidor, Sun Dreams, con el el 27% de participación en la “industria” de los casinos de juego, que de concretarse, subiría a un 70%; maniobra que, entre otros propósitos, salvaría de la quiebra a Enjoy; de paso a los hermanos Martínez, viejos compinches de Piñera, y les evitaría severas pérdidas.
Otro monumental conflicto de interés silenciado por la prensa, a diferencia del caso Caval, que de una nadería fabricaron un caso que dinamitó las pretensiones transformadoras del segundo gobierno de Michelle Bachelet.
En este ominoso panorama, la llave de la situación esta a la mano: basta que las mayorías no voten por los representantes de los hiper millonarios que se niegan a pagar impuestos, principalmente de la UDI, RN y Evópoli, y muchos de los sectores socialiberales, socialcristianos y laico-oportunistas de la concertación.
(*) Director de Red Digital
Fuente: Red Digital