Ponencia presentada por Javier Belda dentro del eje Conciencia-Mundo, durante el 8 Simposio Internacional del Centro Mundial de Estudios Humanistas, que ha tenido lugar los días 16, 17 y 18 de abril.
La presentación está relacionada con la monografía Vacío causal
El título Vacío causal hace referencia a la hipótesis, muy extendida, al respecto de que el vacío no está exento de forma. Nos preguntamos sobre el fundamento científico de esta teoría y también sobre la relación que guarda respecto a las concepciones orientales antiguas, las cuales coinciden con intuiciones profundas del ser humano a lo largo de la historia.
Antes de entrar en materia, vale la pena dedicar 5 minutos a un video. Es posible que este video o alguno parecido ya lo hayan visto, pero la verdad es que siempre viene bien asomarse a esa perspectiva del cosmos que es toda una experiencia.
La secuencia mostrada va, aparentemente, de lo opuesto en esta charla (continuación del video): de la magnitud de Universo, mientras que nosotros aquí hablaremos de las partículas atómicas. Si un átomo es pequeño, una partícula lo es más, lo que más hay en el átomo es vacío. Si aumentamos la partícula al tamaño de una hormiga, todo el átomo sería el equivalente de un campo de futbol.
El Universo
El Universo está expandiéndose de forma acelerada desde hace 13.800 millones de años a partir del Big Bang; es increíblemente grande, tiene un diámetro de 93.000 millones de años luz. Supuestamente lo contiene todo, pero no está dentro de nada.
El Universo visible contienes cientos de billones de galaxias. Para hacernos una idea de su tamaño Carl Sagan hizo la citada comparación: «hay tantas estrellas en el Universo como granos de arena en todas las playas del mundo». [1]
Al mismo tiempo el Sagan dijo: «Si nos soltaran al azar dentro del Cosmos la probabilidad de que nos encontráramos sobre un planeta o cerca de él sería inferior a una parte entre mil millones de billones de billones (1033). En la vida diaria, una probabilidad así se considera nula».
No obstante, desde el siglo XIX contamos con una imagen que nos muestra las galaxias del Universo en toda su amplitud, la cual manejan frecuentemente los alumnos de Bachillerato.
Toda la materia bariónica del Universo está contenida en la tabla periódica de los elementos.
Paradójicamente, nuestro insignificante planeta representa un Universo a pequeña escala, desde el momento en que contiene todos esos elementos… Al parecer, carece de sentido ponderar las cosas por su tamaño.
Los átomos son diminutos, con diámetros de aproximadamente una diezmillonésima de centímetro. Cada ser humano es representante de 1028 átomos.
Al principio no había átomos, había una sopa primordial muy caliente compuesta de protones, neutrones y electrones sueltos. No existía la materia.
En las primeras fracciones de segundo del Big Bang se estaba creando una dimensión espacio-temporal que surgía de la nada. El primer tiempo se conoce como tiempo de Planck (una unidad de tiempo, considerada como el intervalo temporal más pequeño que puede ser medido) –después– a los ~10-43 segundos todo el Universo tenía 10-33 cm (100 trillones de veces más pequeño que un átomo).
A los ~10-35 segundos un cambio de fase causó que el Universo se expandiese de forma exponencial durante un período llamado inflación cósmica.
El límite de la gravedad
La diferenciación entre Oriente y Occidente se ahondó en la cultura cristiana a partir del Cisma de Focio que tuvo lugar en el siglo IX y separó la Iglesia católica de la Iglesia ortodoxa. “Un Occidente dividido, pobre y mal gobernado contribuyó en gran medida a otorgar este protagonismo a la iglesia.”
La profunda interrelación entre el mundo asiático y occidental está refrendada por la artesanía y el comercio a través de las rutas de la seda y también por las lenguas indoeuropeas.
En los orígenes civilizatorios, la historiografía identifica las bases de la civilización occidental con el nacimiento de las sociedades históricas –con escritura– afroasiáticas, a partir de las ciudades sumerias del IV milenio a. C.
La búsqueda del equilibrio ideal tomó forma en los terrenos de la física y de la cosmología con el referente de la geometría de Euclides, el cual se mantuvo como patrón básico para los modelos interpretativos del universo hasta finales del Renacimiento
“Mysterium Cosmographicum” fue la primera obra de Johannes Kepler, en 1596. En ella expone una cosmografía de carácter místico y matemático que establece correlaciones entre las esferas planetarias y los cinco poliedros regulares convexos, los cuales se relacionaban con una sucesión armónica de notas musicales.
El título completo del libro de Kepler pone de relieve la inspiración renacentista: Precursor de los ensayos cosmológicos, los cuales contienen el secreto del Universo; acerca de la proporción maravillosa de las esferas celestes, y acerca de las verdaderas y particulares causas del número, magnitud, y movimientos periódicos de los cielos; establecidos por medio de los cinco sólidos geométricos regulares.
Se fue saliendo del quietismo hacia el movimiento. Las mentes inquietas del Renacimiento volvieron su mirada a un pasado remoto de belleza y armonía para elevarse en una inspiración sagrada. Con ello trajeron de vuelta las máquinas, la alquimia, la astronomía y todo aquello demonizado en la Edad Media.
La Esfera Armilar, inventada de manera independiente en la Antigua Grecia y la Antigua China, simboliza aquella revolución.
Tycho Brahe venía observando las posiciones de las estrellas y los planetas desde Uraniborg, un palacio en Dinamarca que se convertiría en el primer instituto de investigación astronómica.
La precisión de las medidas de Tycho fue la sentencia definitiva para la armonía divina de las trayectorias esféricas de Kepler. No obstante, su renuncia escondía un descubrimiento trascendental para la evolución de la cosmología en lo sucesivo. En 1609 publicó su obra Astronomia nova donde expone una visión, no solo armónica sino precisa, para describir el movimiento de los planetas con «trayectorias elípticas» alrededor del Sol.
La ruptura definitiva con la física aristotélica –y el choque con la iglesia romana– llegó con Galileo Galilei.
Su inspiración interdisciplinar es también muestra de la búsqueda del orden armónico propia del Renacimiento y el correlato científico hacia la Edad Moderna Temprana.
Galileo es considerado el padre de la astrofísica al establecer los fundamentos de la mecánica.
La aceleración uniforme de dos objetos de diferente masa en caída libre, observada por Galileo, era contraria a los postulados de Aristóteles.
El estado natural de todos los elementos pasó a ser el movimiento, no solamente en el cosmos sino en cualquier dimensión. Si no existe rozamiento y le damos un empujón a un objeto este se moverá eternamente a una misma velocidad.
Pero ¿Qué pasa con una flecha disparada por un arco? ¿Qué es lo que mantiene a la flecha en movimiento una vez que ha abandonado el arco?
-Aristóteles: el impulso inicial de la cuerda del arco sigue transmitiéndose a la flecha por medio del aire.
–Descartes: Por lo que respecta a la causa general (del movimiento) me parece claro que no puede ser otra que el mismo Dios. Al principio creó la materia junto con el movimiento y el reposo; y ahora, con su cooperación ordinaria, simplemente conserva las cantidades de movimiento y reposo que introdujo desde el comienzo.
-Galileo: la bala de cañón combina un movimiento horizontal, que es uniforme, con otro vertical, que consiste en una aceleración constante hacia abajo –la gravedad– por lo que la bala cambia de trayectoria hasta encontrase con el suelo.
La respuesta de Glileo resuelve también otra cuestión famosa en la época sobre la bala de cañón.
Newton aplicó su poderosa mente a la cuestión del movimiento de la bala de cañón. Si el cañón fuera tan potente para mandar la bala a las antípodas, el proyectil se encontraría con la curvatura de la tierra, por lo que no le sería posible aterrizar en el suelo. La bala de cañón se convertiría en lo que actualmente es un satélite artificial.
En los tiempos de la Modernidad se impuso una concepción mecanicista del mundo frente a las engañosas apariencias.
El gran legado de Isaac Newton fueron los tres volúmenes de los Philosophiae naturalis principia mathematica, donde describió la «ley de la gravitación universal» y estableció las bases de la física clásica.
En aquel momento (1687) el mundo quedó totalmente descrito y sus misterios totalmente desvelados, lo cual se mantuvo así hasta el siglo XX.
No obstante, el terreno de lo espiritual no estaba obsoleto, simplemente el impulso etéreo se trasladó a estancias más profundas.
En Occidente, el hermetismo y la alquimia habían conocido su época de gloria poco antes del Renacimiento, pero su prestigio místico aún fascinaba a Isaac Newton. Sus textos alquímicos (escritos con un pseudónimo) han sido durante años un secreto guardado en Cambridge bajo llave. No fue hasta 2016 cuando se hizo público un nuevo manuscrito de Newton sobre la piedra filosofal.
Algunos de los principios de la doctrina hermética eran: el pensamiento simbólico, el ser humano como nexo entre el microcosmos y el macrocosmos, el anima mundi, la teoría de las correspondencias entre niveles, la complementariedad de los contrarios, la meditación como técnica de ascesis y la vida como vía de transmutación personal.
Newton estudió y desarrolló el legendario ocultismo hermético antes de estudiar la naturaleza de la luz, la óptica, el cálculo infinitesimal y la gravitación.
Albert Einstein : “Intenta penetrar con nuestros limitados medios en los secretos de la naturaleza y encontrarás que, detrás de todas las leyes y conexiones discernibles, permanece algo sutil, intangible e inexplicable. La veneración de esta fuerza que supera todo lo que podemos comprender es mi religión. En ese sentido yo soy, de hecho, religioso.”
La gravedad no es otra cosa que la manifestación de la geometría del espacio-tiempo. Si es plano, no hay gravedad, se manifiesta cuando es curvo. Con ello cobra vigencia la concepción de la geometría no euclídea que había formulado Nikolái Lovachesky en 1826.
Carl F. Gauss y Bernhard Riemann desarrollaron la nueva geometría diferencial curvilínea. Finalmente, el modelo cuatridimensional del espacio-tiempo alcanzó su plenitud con las ecuaciones de Hermann Minkowski que deslumbraron a Einstein y que posteriormente Bernhard Riemann perfeccionó desarrollaron una geometría diferencial curvilínea.
La esencia divina, no obstante, siguió mostrándose escurridiza. Aquella gravedad que pasó de las manos de Galileo a las de Newton y a las de Einstein sigue siendo hoy un misterio…
Si bien la gravedad mantiene en armonía a nuestro Sistema Solar y, en efecto, nos mantiene posados contra el suelo, ejerciendo una fuerza de 9,8 N/Kg, es una fuerza incompleta.
De acuerdo con el modelo estándar de la física de partículas el campo gravitatorio donde se expresa la gravedad carece de una partícula (no hallada) que pueda justificar plenamente su existencia/funcionamiento.
La teoría de cuerdas proporciona una solución al problema de la gravedad, porque la vibración de una cuerda determinada encajaría, precisamente, con las propiedades de un gravitón, exento de masa y que se movería a la velocidad de la luz, igual que el fotón.
La efervescencia científica entre los siglos XIX y XX unida a la necesidad de ir más allá en la comprensión del Universo fue la antesala del surgimiento de la física cuántica.
Atomismo y orígenes de la física cuántica
En un colisionador de partículas como el LHC de Ginebra, cuando un electrón y un positrón se encuentran, se aniquilan, como resultado del choque de materia y antimateria. Su energía se transfiere al vacío, esta energía crea partículas materiales reales que surgen de la dimensión del vacío, las cuales son registradas durante una minúscula fracción de tiempo en los ordenadores del CERN. Así, a partir de la nada, aparece materia, como el bosón de Higgs, que tiene una esperanza de vida de 10−22 s (la miltrillonésima parte de un segundo).
La relación de la materia con el vacío choca tanto con la física tradicional como con nuestra experiencia cotidiana. En cambio, no resulta ajena a la filosofía antigua oriental.
Tomando el concepto del átomo como hilo conductor, hacia el año 600 a. C. existió en la India la doctrina vaisheshika, que sostenía que el Universo era reducible a paramāṇu (átomos), que eran indestructibles, indivisibles, y tenían un tipo especial de dimensión.
En el Rig Veda el concepto metafísico brahaman (en sánscrito: ब्रह्मन्) corresponde a una misma sustancia universal de la que participan todos los seres. Brahaman es lo no creado, eterno, infinito, trascendente, la causa, el fundamento, la fuente y todos los objetivos existenciales.
El Período Helenístico se caracteriza por una fuerte influencia de Oriente en el pensamiento de Occidente a consecuencia de las campañas de Alejandro Magno.
Se desarrollaron escuelas en la Grecia helenística, una de las cuales fue el epicureísmo que planteó una visión del mundo basada en el atomismo de Leucipo y Demócrito.
Existen referencias del atomismo muy anteriores, de Mosco de Sidón, un sabio y pensador natural de Sidón (Líbano) del siglo XIV a. C.
Los físicos teóricos en el Medievo eran filósofos. Uno de aquellos atomistas fue Guillermo de Conches, que era conocedor de obras de médicos árabes y griegos, como Galeno.
De los alquimistas medievales hay escasa información debido a que sus prácticas eran secretas, con el fin de evitar a la Santa Inquisición, así como por el estilo hermético que ha acompañado a la alquimia desde antiguo.
La teoría atomista alcanzó un punto culminante en los siglos XV y XVI a medida que el aristotelismo perdía vigencia (Nicolás de Cusa y Giordano Bruno).
Robert Boyle (1627-1691) tuvo gran influencia en Newton. Su libro “The Sceptical Chymist” (El químico escéptico), puso fin a la idea aristotélica de los cuatro elementos y a los tres principios de Paracelso. Postuló que la materia estaba compuesta de átomos y que el resultado de cualquier fenómeno era consecuencia de las colisiones de estos átomos entre sí.
Sin embargo, la historia científica occidental del átomo comienza a finales del siglo XIX, cuando comenzaron a aparecer diversos modelos del átomo.
A finales del siglo XIX comenzaron a aparecer diversos modelos del átomo, desde el clásico modelo de Dalton (1803) se pasó al modelo cúbico de Lewis, al saturnino de Nagaoka, al pudin de pasas de Thomson, al planetario de Perrin, al nuclear de Rutherford, al orbital circular de Bohr, al orbital elíptico de Sommerfeld, hasta llegar al modelo cuántico ondulatorio de Schrödinger y sus variantes relativistas de Dirac y Jorndan.
Con el surgimiento de la concepción cuántica de la materia comenzó a imponerse la indeterminación en el mundo científico.
La “Conferencia Solvay de 1927” fue el momento más importante para la física emergente.
El experimento de la doble rendija, ha dado lugar a múltiples interpretaciones.
En la conferencia Solvay 1927 se apostó por la interpretación de Copenhague que elaboraron principalmente Niels Bohr y Werner Heisenberg. El principio de incertidumbre formula la imposibilidad de realizar una medición experimental sin perturbar lo que se pretenden medir. La dualidad onda-partícula no era ya sólo una propiedad de la luz, sino de toda materia.
Einstein, entre otros, no se sentía satisfecho de una teoría que no cerraba el círculo. Una explicación alternativa a la interpretación de Copenhague fue la teoría de las variables ocultas. La primera idea de este tipo fue la teoría de la onda piloto de Louis de Broglie y, más avanzado el siglo XX, también de David Bohm, etc.
Paul Dirac devolvió la idea de belleza a las matemáticas con su fascinante ecuación, a partir de la de Schrödinger. Estableció el campo electromagnético como el mundo donde actúan las partículas, fundamentando que el vacío, en realidad, no está vacío (descubriendo la antimateria).
Respecto al colapso de la función de onda, Richard Feynman se sumó en un primer momento a un planteamiento de Solvay-27. Dijo que se trataba de una función compleja en el espacio de Hilbert, es decir, de un objeto matemático. Por lo que no existiría algo físico que pudiera colapsar realmente.
Pero el planteamiento tenía un punto de incoherencia desde el momento en que los experimentos constataban la afectación material. El propio Feynman también dijo: «si uno cree que ha entendido la mecánica cuántica es que no la ha entendido».
A partir del concepto de campo, que originalmente propuso Paul Dirac en 1930, los electrones son ondas causadas por el campo electrónico. Este es el punto fundamental en el que se basa la teoría cuántica de campos que finalmente estableció Feynman en la década de los 80.
El campo unificado
En 1935, Einstein, Podolsky y Rosen escribieron un artículo que resaltaba la necesidad de una nueva teoría local de variables ocultas que sustituyese a la teoría cuántica. Se lo conoce como «paradoja EPR».
El argumento de EPR postulaba que:
1-Los parámetros tienen realidad independientemente de si son medidos o no, i.e. existe una realidad separada de su observación.
2-Localidad, la información no puede viajar más rápido que la velocidad de la luz.
Sin embargo, el teorema de Bell, formulado en 1965, demostró el entrelazamiento y la acción a distancia son parte del mundo microscópico. Las cosas se afectan a pesar de la distancia, debido al hecho de que no hay nada que no esté interconectado con todo. El planteamiento contradice el límite de la velocidad de la luz, ya que el entrelazamiento de estados entre partículas sucede instantáneamente.
El teorema fue comprobado experimentalmente por Alain Aspect en 1983, confirmando la afectación en la medición y la no localidad del Universo a nivel de las partículas subatómicas. Supuso el triunfo de la teoría cuántica sobre el sentido común y la experiencia cotidiana. Cuando dos partículas, como los átomos, los fotones o los electrones, se entrelazan, experimentan un vínculo inexplicable que se mantiene incluso si las partículas se encuentran separadas en extremos opuestos del Universo.
Para David Bohm la metafísica es precisamente lo esencial de la física cuántica.
Sus publicaciones y especialmente su obra póstuma “The Undivided Universe” (1993) representa una síntesis global del pensamiento científico-filosófico del autor.
Toda la realidad está impulsada por un campo unificado, un fondo de energía en incesante actividad, un movimiento causal que sustenta y genera al mismo tiempo. Este movimiento comprende estructuralmente al espíritu y a la materia. El movimiento en su dinámica universal produce la diversidad de seres y fenómenos que captamos por los sentidos.
No se trata sólo de superar la fragmentación atomista, sino también su estatismo que reducía toda forma de cambio a interacciones entre partes absolutamente estables. La nueva noción del mundo establece el fluir universal de acontecimientos y procesos. Lo que es previo no son las cosas sino el movimiento.
El pensamiento de Bohm nos aproxima a la meditación, más allá del razonar teórico.
Conclusiones
Pasados miles de años, no deja de sorprender la gran similitud de la física actual con las cosmogonías orientales cuando se sostiene –como una de las ideas más avanzadas sobre el origen de todo– que el Universo nace de una fluctuación en el vacío. Las ondas electromagnéticas aparecen y desaparecen constantemente, partículas que existen y dejan de existir, en una danza primigenia a partir de la cual se constituye el tiempo y la realidad que percibimos.
Un nuevo mundo se ha abierto frente al ser humano, cuya comprensión va más allá del entendimiento empírico para convertirse en una experiencia totalizadora, en un arrebato que integra a la conciencia y al mundo. Al tiempo esa nueva mirada conecta con una mitología sincrética.
«El Vacío universal es, y todo el resto está desprovisto de realidad ontológica. Cualquiera que haya comprendido esta verdad —que es, ante todo, la verdad de los budistas madhyamaka, en parte compartida por otras escuelas — se convierte en Buda».[1]
Se encuentran múltiples referencias al vacío en la cosmogonía hindú en el Manavadharmashastra que es el texto más importante referente al dharma. Trata de los principios, leyes y normas por los que se rigen el cosmos y la sociedad humana.
«Por medio del samadhi, el yogui trasciende a los contrarios y reúne, en una experiencia única, lo vacío y lo desbordante, la vida y la muerte, el ser y el no-ser. Más aún: el samadhi, como todos los estados paradójicos, equivale a una reintegración de las diferentes modalidades de lo real, en una sola modalidad: la plenitud no diferenciada de antes de la Creación, la unidad primordial. El yogui que alcanza el asamprajnata samadhi realiza igualmente un sueño, que obsesiona al espíritu humano desde los comienzos de la historia: coincidir con el Todo, recobrar la Unidad, rehacer la no-dualidad inicial, abolir el Tiempo y la Creación; y en particular, suprimir la bipartición de lo real en objeto-sujeto».[2]
[1] Fueron realizados los cálculos y se vio que la estimación era correcta. https://www.bbc.com/mundo/noticias-44943002 ).
[2] Mircea Eliade. Yoga, inmortalidad y libertad. Ed. La Pléyade, Buenos Aires, 202.
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Javier Belda es miembro del Centro Mundial de Estudios Humanistas. Publicó las monografías: Mitología del inframundo (2014), Estructura evolutiva de equilibrio-desequilibrio (2018), Resumen de «Futuro no-lineal» (2019) y Vacío causal (2020-2021). Y en este mes de abril de 2021 la novela literaria El informe Denisova. Sus producciones abarcan temas relacionados con la megahistoria y la cosmología.
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